El obispo, y también compositor, Raúl Berzosa clausura las jornadas de la CEE reivindicando el lugar de estos artistas en la Iglesia y pidiendo a los artistas valentía y profesionalidad
El III Encuentro de Músicos Católicos se ha desarrollado el fin de semana del 22 y 23 de abril en un ambiente fraterno y festivo. La tarde del sábado 22 de abril estuvo dedicada a lo más específico de la disciplina. Como no podía ser de otra manera, se abordó el uso y manejo de las redes sociales, gracias a una charla de Pablo H. Breijo, periodista y miembro del grupo La Voz Del Desierto.
Breijo ofreció herramientas concretas para que se conviertan en auténticas plataformas de difusión, de modo que brille y salga a la luz toda la actividad evangelizadora ”sumergida” pero tan abundante. Más tarde, dos de los más autores más afianzados, Nico Montero y Jesús Cabello, compartieron su saber con los asistentes en sendos talleres de recursos para componer canciones y evangelizar.
También ha habido espacios para escuchar, a micrófono abierto, a los grupos y solistas noveles entre los que se encuentran jóvenes promesas y en quien han puesto muchas esperanzas. Momento cumbre, sin lugar a dudas, fue la vigilia de oración del sábado, abierta al público en general, en la que todos y cada uno de los participantes fue entonando su propio canto en ambiente de oración.
Por último, la jornada del domingo, contó con la presencia de uno de los miembros del episcopado más afines al sector musical, el obispo de Ciudad Rodrigo, Raúl Berzosa, también miembro del Pontificio Consejo para la Cultura por el papa Francisco.
En las palabras dirigidas al grupo, además de compartir su propia experiencia como autor, músico e impulsor de distintas iniciativas, orientó y dignificó la labor de los músicos cristianos, cuyo servicio – afirmó- es un auténtico ministerio, como lo puede ser la liturgia, la catequesis o la enseñanza de la religión.
A la vez y en tono alentador, pidió a los artistas ser profesionales, valientes, imaginativos, coherentes… Él mismo presidió una eucaristía en la que ella que la música inundó la celebración y que sirvió de confirmación y envío a todos los asistentes.