A la espera de la segunda vuelta electoral, que tendrá lugar el 7 de mayo, los obispos ofrecen al país “elementos para el discernimiento” del voto
A la vista de los resultados en las elecciones presidenciales francesas, celebradas el domingo 23 de abril –que obligan a disputar una segunda vuelta el próximo 7 de mayo entre el candidato centrista, Emmanuel Macron (23,9% de los votos) y la ultraderechista Marine Le Pen (21,4%)–, los obispos del país vecino quieren “iluminar las conciencias” de sus compatriotas, proporcionando “elementos para el discernimiento”.
Así, en un comunicado hecho público por el secretario general y portavoz del Episcopado, Olivier Ribadeau Dumas, los prelados ratifican el papel de la Iglesia, que “no es llamar a votar por uno u otro candidato”, y recuerdan sus fundamentos, además de brindar ciertos criterios para que cada cual discierna “la importancia del voto, un acto ciudadano y responsable en una democracia”.
Depositaria del mensaje del Evangelio, que inspira la Doctrina Social, la Iglesia católica gala repasa en su nota algunos de esos fundamentos que ayudan al discernimiento ante las urnas: “La búsqueda del bien común, el destino universal de los bienes, la puesta en práctica de la fraternidad, la atención a los más frágiles, la dignidad de la persona humana y la subsidiariedad”.
Los pastores invitan a “favorecer un verdadero debate nacional”, alejado de las posturas partidistas o las ambiciones personales; un debate en el que “el hecho religioso ocupa un lugar y las religiones tienen un papel”.
“¿Qué sociedad queremos construir? ¿A qué proyecto de sociedad podemos aspirar?”, se preguntan, para responder a renglón seguido que creen en “una sociedad donde el ser humano es más que un elemento del proceso económico o tecnológico”. “La dignidad de nuestra sociedad –agregan– se reconoce en el respeto a sus miembros más débiles, desde el comienzo de su vida hasta su fin natural”.
La nota episcopal recuerda más adelante que “una sociedad viva se basa necesariamente en la búsqueda del bien común y la puesta en práctica de medios de solidaridad eficaces”, que deberían traducirse en la preocupación del Estado por “los más pobres, los ancianos, los discapacitados, los parados”. “Despreciar a los más frágiles –advierte la Iglesia–conduce a dividir la sociedad”. Y añade: “El Estado debe gestionar positivamente la tensión entre el liberalismo sin control y la protección de los mecanismos de protección social”.
Respecto a los inmigrantes –“fenómeno que es un hecho, no un combate”, los obispos franceses sostienen que, en la acogida a miles y miles de refugiados, “nuestro compromiso de solidaridad no puede reducirse al estrecho marco de nuestro país”. En su opinión, “Europa debe comprometerse con valentía en las políticas de acogida”, al mismo tiempo que “pone en práctica programas de apoyo a los países de origen de las migraciones”.
En la línea de la encíclica del papa Francisco Laudato si’ y de lo acordado por los estados participantes en la Cumbre de París sobre el Clima (diciembre de 2015), no falta tampoco una palabra sobre “la responsabilidad común para con la humanidad y las generaciones futuras” desde un punto de vista ecológico. Circunstancia que invita a “revisar nuestros modelos de consumo y a inventar un mundo menos destructivo y más justo”.
“Hoy –concluyen los obispos en este tiempo electoral– el principal riesgo sería renunciar a luchar por el futuro y ceder a la tentación del fatalismo. Nuestra fe cristiana nos llama a la esperanza: las dificultades que nos encontramos no son una llamada a la renuncia. Al contrario, nos invitan a invertir todas nuestras capacidades para construir una sociedad más justa, más fraterna en su diversidad y más respetuosa con cada uno”.