Transformado en un moderno centro de convenciones, el antiguo noviciado jesuita, en Padre Hurtado, localidad cercana a Santiago que lleva el nombre de san Alberto Hurtado, ha sido la sede del Congreso Internacional de Educación Escolapia que reunió a casi 200 participantes de los 40 países donde está presente la familia calasancia.
En un ambiente alegre y fraterno, la espiritualidad calasancia fue reiteradamente mencionada. Marcada por la opción primigenia de su fundador, san José de Calasanz, al crear la primera escuela popular pública gratuita en 1597 y proclamar, al mismo tiempo, el derecho de todos los niños a la educación.
PREGUNTA.- Calasanz, ¿tenía una cierta opción por los pobres?
RESPUESTA.- No cierta, sino clara, meridiana, absoluta -responde enfático Aguado-. Es decir, engendra la Escuela Popular Cristiana desde la óptica de la escuela para todos, en un contexto en el cual casi nadie tenía escuela, sólo aquellos que la podían pagar. Su intuición es que la educación para todos, y preferentemente para aquellos que más la necesiten, es la llave del cambio en el mundo. Y esto lo impulsa a fundar la Orden. Y sigue siendo iniciativa permanente para la orden y para cualquier acción educativa: cómo hacer educación para todos, teniendo en cuenta siempre la óptica de aquellos que tienen menos posibilidades.
P.- Este Congreso ¿responde a esa búsqueda?
R.- Lo que me gustaría es, primero, que nos diéramos cuenta del tesoro que llevamos entre manos; segundo, que compartamos unos con otros todo lo bueno que hacemos; y, tercero, que abramos las ventanas: escuchar otras alternativas, otras ideas, otras aportaciones que nos ayuden a pensar cómo podemos seguir siendo fieles al origen y a lo que el mundo de hoy, los jóvenes y los niños, nos piden.
P.- ¿Cómo lo han preparado?
R.- Desde hace un año y medio todos los congresistas están en relación entre ellos, porque uno de los problemas de los congresos es que son hechos aislados, y eso no es bueno. Entonces, hemos querido que los meses previos se encuentren los que aquí se reúnen de forma on line, y que después puedan continuar porque un congreso tiene que dar frutos. Sé que no son frutos inmediatos, pero uno de los frutos que puede dar es la comunión. Trabajando juntos personas que están en el Senegal, en Estados Unidos, en Colombia, pueden encontrar muchos puntos comunes en los cuales avanzar.
P.- ¿Qué significado le da a la conmemoración de los 400 años de la Escuela Pía?
R.- Un don de Dios. Es la razón del Jubileo que hacemos conmemorando que hace cuatro siglos en las calles de Roma un hombre funda la primera congregación religiosa con el ministerio específico de la educación popular cristiana. Reconocido por la iglesia como un ministerio, se crea la orden de las Escuelas Pías. Además, coincide con los 250 años que la Iglesia canoniza al fundador. Nos pareció una ocasión fabulosa para celebrar, para agradecer y para mirar al futuro. Por eso pedí al Papa que nos concediera un Año Jubilar y lo concedió con mucha aceptación y alegría. Recuerdo muy bien sus palabras, cuando nos despedíamos: ‘Celebren el Jubileo siempre mirando a los niños y jóvenes, siempre mirándoles a ellos’. Nos alegró mucho escuchar eso porque define lo que queremos hacer.
P.- ¿Qué espera de todo esto?
R.- Aprovecho la oportunidad que me ofrece Vida Nueva para expresar que yo estoy seguro que la educación es el mejor camino para tener una vida nueva. Creando y trabajando por los jóvenes y por los niños, podemos esperar un mundo distinto.En un mundo en que hay tantas dificultades, tantas tensiones, a veces tanta desesperanza, poder dedicar la vida a crear esperanza entre los niños y jóvenes que son los que van a llevar adelante el mundo del futuro es una profunda alegría. Por eso yo quiero animar a todos a creer en la vida, a creer en los jóvenes y a trabajar por la educación.