El papa Francisco ha sorprendido con un nuevo vídeo, en esta ocasión dirigido a los participantes del TED (Technology Entertainment Design) de Vancouver, en Canadá, emitido en la madrugada de ayer martes 25 de abril. TED es el evento principal de la The Sapling Foundation, una organización no gubernamental que desde 1990 organiza ciclos de conferencias sobre cuestiones científicas, culturales y educativas.
En su intervención, de 17 minutos, Francisco reflexiona sobre el futuro. Y es que, para el Papa, “el futuro se hace con los otros, se hace con los encuentros … no es el tiempo el que pasa, si no es tiempo de encuentros”.
En este sentido, ha aludido a sus encuentros con los inmigrantes que sufren, los presos o los jóvenes sin trabajo, ante quienes a menudo les viene a la mente la pregunta “¿Por qué ellos y no yo?”. Y Francisco ha recordado su propia experiencia personal: “Nací en una familia de inmigrantes: mi padre, mis abuelos, al igual que muchos otros italianos, partieron hacia Argentina y han conocido el destino de los que se quedan sin nada. Yo también habría sido uno de los ‘descartados’ en la actualidad. Por tanto, en mi corazón está siempre a esa pregunta: ¿Por qué ellos y no yo?”.
A partir de su historia personal, el Papa ha recordado a los participantes del TED que los encuentros “nos ayudan a recordar que nos necesitamos los unos a los otros, que ninguno de nosotros es una isla, un ser autónomo e independiente de los demás, solo podemos construir el futuro juntos, sin excluir ninguno”.
Esta “inclusión social” el Papa la reclama también para las innovaciones científicas y tecnológicas. “Qué bonito sería que la fraternidad, esa palabra tan hermosa y, a veces torpe, no se redujera únicamente a la asistencia social, sino que se convirtiera en la actitud básica –política, económica y científicamente– en las relaciones entre personas, entre personas y países”, ha deseado. “¡Qué bonito sería que mientras descubrimos nuevos planetas lejanos, redescubrimos las necesidades del hermano y de la hermana que orbitan a nuestro lado”.
Francisco reivindica en su vídeo también la fuerza de la solidaridad, “una palabra que tantos quieren eliminar del diccionario”, considera. Una solidaridad auténtica, y no “para apaciguar la conciencia”, sino una forma concreta de curar las heridas de los demás al estilo del buen samaritano, “la historia de la humanidad de hoy”.
Solo con estas actitudes “el futuro tiene un nombre, y ese nombre es esperanza”, asegura Bergoglio, si se produce la auténtica “revolución de la ternura”. “La ternura es usar los ojos para ver al otro, usar los oídos para escuchar a los demás, al oír los gritos de los niños, los pobres, de los que temen el futuro; también escuchar el grito silencioso de nuestra casa común, la tierra contaminada y enferma”, ha asegurado.
Frente a esta actitud, están quienes buscan el poder. “En Argentina –ha contado Bergoglio–, se decía que el poder es como la ginebra si se toma con el estómago vacío: hace que la cabeza te de vueltas, te emborracha, se pierde el equilibrio y te hace querer hacer daño a ti mismo y a los demás; si, en cambio, lo pones con la humildad y ternura… se convierte en servicio y difusión del bien”.
Por otra parte, hoy miércoles 26 de abril, el Papa ha celebrado su audiencia general semanal en una animada plaza de san Pedro con motivo del día internacional de la danza. Francisco, que ha subido al papamóvil algunos niños, ha continuado su ciclo de reflexiones sobre la esperanza a partir de las palabras finales de Jesús en el evangelio de san Mateo.
“Las palabras del evangelio (…) nos aseguran que nuestro Dios es un Dios cercano, que camina a nuestro lado. No es un Dios lejano e indiferente, sino lleno de amor y de ternura por cada hombre y mujer”, ha señalado, en contraste con “nosotros, hábiles en arruinar vínculos y derribar puentes, Dios permanece fiel, nunca nos deja solos, sino que camina siempre a nuestro lado, aun cuando nos olvidáramos de él”.
También ha recordado uno de los símbolos de la esperanza: el ancla, “que evidencia cómo la esperanza cristiana no sea un sentimiento indefinido que quisiera mejorar el mundo con la propia fuerza de voluntad, sino la seguridad en lo que Dios nos ha prometido y realizado en Jesús”.