El Nuncio Apostólico en México, Mons. Franco Coppola compartió a través de su cuenta en Facebook el mensaje que dirigió al Episcopado Mexicano durante la primera jornada de trabajos de la CIII Asamblea Plenaria que se desarrolla en estos días en Casa Lago, en el municipio de Cuautitlán Izcalli, Estado de México.
El diplomático hizo eco de las palabras del Santo Padre, de salir a las periferias, y fue muy claro al plantearles a los obispos de México uno de los grandes retos que tiene la Iglesia: salir al encuentro de los jóvenes, lo cual consideró no sólo necesario, sino también urgente: “hay que salir de nuestras oficinas, de nuestros salones parroquiales, de nuestros templos y hasta de nuestros mismos automóviles, para ir a los jóvenes”, dijo Coppola, y recordó que el Santo Padre ha insistido mucho en tal necesidad “por fidelidad a nuestro ser Iglesia-Madre”.
Ante cardenales, arzobispos y obispos mexicanos, así como algunos sacerdotes y religiosos, dijo que también es “necesario y urgente” la formación integral y el acompañamiento humano-espiritual, tanto de los aspirantes al sacerdocio en los seminarios, como de los mismos sacerdotes en sus respectivas iglesias particulares.
Añadió: “hoy no se puede formar a los jóvenes seminaristas sirviéndonos de los mismos esquemas, modos y métodos que fueron útiles hace 40, 30 ó 10 años. La gente ha cambiado; los jóvenes han cambiado, y la misión se encuentra cara a cara ante nuevos retos y desafíos, ante lenguajes y modos de comprensión nuevos, ante horizontes antes ni siquiera imaginados”.
Respecto a la formación de los seminaristas y el crecimiento “formativo permanente” del clero, el Nuncio consideró que “la persona consagrada, tanto secular como religiosa, debe ser y aparecer ¡enamorada del Señor Jesús!”.
Atención específica a los jóvenes
Mons. Coppola refirió que existe una “realidad multicultural” y ante ello “en este nuestro ‘hoy’ está faltando una adecuada atención y un verdadero acompañamiento a los jóvenes. Acompañamiento de los seminaristas –para que ellos aprendan a ser capaces de hacer otro tanto–, y acompañamiento a los jóvenes de este tiempo”.
Advirtió que la Iglesia en México “parece no haber logrado elaborar aún una propuesta específica como camino de vida cristiana para los adolescentes, los jóvenes y los jóvenes-adultos. Hay iniciativas –dijo– muchas de ellas originadas por institutos religiosos o movimientos, pero son particulares. Y eso está bien: mucho se puede aprender de ellas. Pero falta una propuesta, un camino nacional. Algo que la Iglesia, en cuanto Madre, proponga a sus jóvenes”.
Concluyó diciendo que la Iglesia no puede conformarse con seguir esperando que sean los jóvenes los que vengan, para ofrecerles libros y catecismos destinados a ellos, pues “un padre y una madre no esperan a que el hijo venga a ellos; si no regresa a tiempo a casa, dejan todo, ¡dejan todo!, y van a buscarlo”.
