No hay boato. Lo cambia por sensata curiosidad y por una inteligencia pragmática de la que da muestras nada más entrar en la sala de estar en la casa de los claretianos, donde acaba de almorzar. “Entonces, ¿dónde está El Retiro?”, pregunta mientras se detiene en un mapa del Madrid de los Austrias. A partir de ahí, intenta ubicar la estación de Atocha, imaginarse el aeropuerto de Barajas… Incluso busca Pozuelo de Alarcón. El cardenal arzobispo de Lyon, Philippe Barbarin, no pisa terreno desconocido.
Tanto es así que, antes de poner la grabadora a funcionar, me pregunta por la realidad eclesial de nuestro país. “Es un arzobispo majo”, se me escapa con coloquialidad sobre uno de los nombres que se ponen sobre la mesa. “¿Pero todavía quedan arzobispos buenos?”, bromea el prelado, que ha reservado algo más de un cuarto de hora para citarse con Vida Nueva, la única entrevista concedida en su viaje exprés a Madrid, para participar en la 46ª Semana Nacional para Institutos de Vida Consagrada.
Hablamos de la primera vuelta de las elecciones francesas antes de que se celebren [el domingo 23 de abril], pero aun así, a la pregunta de si están en peligro los principios democráticos, él tiene un diagnóstico claro: “Lo que ocurre –explica– es que estamos un poco perdidos, en tanto que estamos ante una manera de pensar y de vivir la política que se acaba. Hay algo en la democracia que se ha vuelto loco. La democracia es un sistema bueno y sano, pero cuando se vuelve loca puede convertirse en sí misma en algo peligroso. Por ejemplo, ahora se habla de que tiene que primar el principio de transparencia. Así tiene que ser, pero si se lleva a lo absoluto, esa transparencia puede convertirse en terrorismo voyerista. Hay que decir la verdad, hay que contar esa verdad, pero sin quebrantar otros derechos”.
Y considera que “hay que poner en marcha todos los medios y leyes que estén a nuestro alcance para mejorar el sistema, pero la solución no pasa por desacreditarlo, como hace el populismo. Necesitamos una Francia con una presidencia fuerte, con respeto, y equilibrio y no esta tiranía populista o de los medios. Lamentablemente solo parece contar el ruido”.
Hablamos también de los escándalos por abusos sexuales del clero, y el cardenal reflexiona: “Es una humillación enorme para la Iglesia que este tipo de hechos provengan de sacerdotes. Por eso es tan importante decir la verdad tal como es. Mi esperanza es que todos estos sucesos sirvan a toda la sociedad. Que nos ataquen a los cristianos a partir de estos casos le diré que me parece bueno y útil. Espero que nos ayude a cambiar de verdad”.