En el sur de El Cairo se encuentra el Seminario Patriarcal Copto-Católico de Maadi, lugar donde se forman el clero católico de Egipto. Y ahí es donde ha tenido lugar el último gran acto del viaje de Francisco al paísa, en la tarde de hoy sábado 29 de abril.
Como es habitual en sus visitas apostólicas, Francisco reserva un hueco para encontrarse con sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas del país. Hoy, unas 1.500 personas se han reunido para ver y escuchar al Papa. En los exteriores del recinto, el rector del Seminario dio la bienvenida al Pontífice, “el consagrado por excelencia”. “Pedimos su oración por la cotidinidad de nuestra vida consagrada, que tiene sus desafíos”.
El discurso quería ser un llamamiento de ánimo para los pastores de una comunidad minoritaria y sufriente. Así, primero les dio las gracias por su testimonio y “por todo el bien que hacéis cada día, trabajando en medio de numerosos retos y, a menudo, con pocos consuelos”, y después quiso animarles: “No tengáis miedo al peso de cada día, al peso de las circunstancias difíciles por las que algunos de vosotros tenéis que atravesar. Nosotros veneramos la Santa Cruz, que es signo e instrumento de nuestra salvación. Quien huye de la Cruz, escapa de la resurrección”.
Y añadió: “En medio de tantos motivos para desanimarse, de numerosos profetas de destrucción y de condena, de tantas voces negativas y desesperadas, sed una fuerza positiva, sed la luz y la sal de esta sociedad, la locomotora que empuja el tren hacia adelante, llevándolo hacia la meta, sed sembradores de esperanza, constructores de puentes y artífices de diálogo y de concordia”.
El Papa advirtió al clero contra siete tentaciones que pueden ser fatales para las personas consagradas:
“Queridos consagrados –terminaba el Pontífice–, hacer frente a estas tentaciones no es fácil, pero es posible si estamos injertados en Jesús (…). La calidad de nuestra consagración depende de cómo sea nuestra vida espiritual”.
Recordando el “inestimable tesoro de la vida monástica” egipcia, que ha contribuido a enriquecer a la Iglesia, invitó a rememorar a san Pablo el eremita, san Antonio Abad y los santos Padres del desierto, “que con su vida y ejemplo han abierto las puertas del cielo a muchos hermanos y hermanas. También vosotros seréis sal y luz, es decir, motivo de salvación para vosotros mismos y para todos los demás, creyentes y no creyentes y, especialmente, para los últimos, los necesitados, los abandonados y los descartados”.
La ceremonia continuó con una bendición de las ropas de tres seminaristas –representantes de todos los presentes–, la renovación la consagración y el rezo conjunto de una oración en común.
Y sin más, Francisco y todo su séquito se dirigieron al aeropuerto de El Cairo, donde el mismo presidente de la República, Abdelfatah Al-Sisi, fue a despedirle. La llegada del avión papal está prevista para las 20:30 h.
El análisis de esta histórica visita, en el próximo número de la revista Vida Nueva.