A cuatro días de la segunda vuelta electoral en las elecciones presidenciales en Francia, según informa Cathobel, una treintena de organizaciones católicas han publicado un mensaje conjunto advirtiendo contra el auge de “la extrema derecha” en el país, llamando a “una política más respetuosa con la diversidad y la cohesión entre las regiones” y “abierta al otro”, valorando “la riqueza de la diferencia” con los que no tienen “el mismo color de piel, origen social, sexo, idioma o cultura”. “El otro es un regalo”, concluyen entidades como Cáritas, Acción Católica, JOC o la Orden de Malta. Aunque no citan a Le Pen, parece claro que el mensaje reclama una movilización en su contra.
Por otro lado, anoche tuvo lugar el último debate televisivo entre los dos candidatos, Emmanuel Macron y Marine Le Pen. La Croix dedica un amplio espacio de análisis al coloquio, marcado por la dureza del tono y las acusaciones entre ambos, recogiendo los principales temas abordados.
En el artículo Lecciones de un diálogo imposible, el redactor François Ernenwein recoge cómo la candidata del Frente Nacional definió a su oponente como “el candidato de la globalización salvaje, la precariedad, el comunalismo, la guerra de todos contra todos”…, con “todos dirigidos por Hollande”, en referencia a que ha sido ministro de Economía del Ejecutivo saliente entre 2014 y 2016.
Macron echó en cara a Le Pen su “espíritu de derrota”, ajeno a la identidad histórica gala, por el que la líder nacionalista pretende hacer ver a sus ciudadanos que “es demasiado difícil para nosotros la globalización, es demasiado duro el proyecto de Europa”, por lo que optará por la “retirada”, el “cierre de las fronteras”. Algo que, añadió, se haría “fuera del euro”, dejando el mensaje pesimista de que “en Europa los demás pueden llegar, pero no nosotros”.
El punto más álgido del debate llegó al abordar el combate contra el Estado Islámico. Aquí, Le Pen llegó a acusar a Macron de “complacencia con el fundamentalismo islámico”, a lo que este respondió que esta quiere “llevar al país a la guerra civil”.
En una nota difundida por la agencia misionera Fides, la Conferencia Episcopal de Kenia denuncia “la incapacidad demostrada por la mayoría de los partidos políticos” para llevar a cabo, cada fuerza respectivamente a la hora de elegir a su candidato, “unas elecciones primarias limpias y transparentes”. Y es que, ante las presidenciales de agosto, no aprecian sino artimañas generalizadas que evidencian “la fragilidad del sistema político keniata”.
Caracterizado el proceso en la mayoría de partidos “por la manipulación, la tensión y la violencia”, temen que el ambiente en el país degenere en una “tensión” que se canalice en “disturbios y violencia”.
Los prelados lamentan que se haya desoído su invitación a la reflexión en la pasada Cuaresma, cuando invitaron a la clase política a apostar realmente por “unas elecciones libres y transparentes”. Por contra, deploran, “está surgiendo el peor lado de la política keniata: la corrupción, la manipulación de los grupos étnicos y el tribalismo, el recurso a escuadrones violentos de reclutamiento de jóvenes sin empleo”.
Todo ello en medio de una voraz sequía que sacude a todo el país y que amenaza al país con sufrir “la peor crisis humanitaria en décadas”. “Es una tragedia –concluyen– que los mismos líderes, que se supone deberían hacer frente a la sequía, son los primeros en desperdiciar los escasos recursos para comprar votos”.
Ayer, tras la audiencia general en la Plaza de San Pedro, hubo un encuentro muy especial. Como cuenta L’Osservatore Romano y reproduce Vatican Insider, Francisco quiso recibir y abrazar a Nadia Murad Basee Taha, una joven yazidí iraquí de 26 años que fue presa del Estado Islámico y que, tras conseguir huir, hoy es embajadora de la ONU para los derechos de las víctimas del tráfico humano.
La jovení relató al Pontífice cómo fue secuestrada en Kocho, en el norte de Irak, el 3 de agosto de 2014. Los terroristas mataron delante de ellas a seis de sus hermanos y a su madre. Después, tras ser llevada a Mosul junto a dos hermanas, sufrió todo tipo de abusos y fue finalmente vendida como esclava. Su pesadilla duró tres meses, cuando al fin pudo escapar de las manos de sus captores.
Bergoglio, muy comprometido en la denuncia del oscuro negocio de la trata de personas, valoró especialmente el que la de Nadia sea hoy una voz valiente y significativa en la lucha contra esta lacra.