Para una mujer, a menudo la soledad es una causa y al mismo tiempo una consecuencia del aborto, porque la experiencia de un embarazo es una experiencia a la vez íntima y en cierto sentido, solitaria. La pareja, aunque también está, no participa directamente. Íntimamente, el descubrimiento por parte de una mujer de los primeros signos de un embarazo es a menudo motivo de alegría, también cuando hay dificultades.
Es una experiencia muy personal, como siempre cuando se trata de vida y de muerte, y por tanto a menudo vivida de forma solitaria. Así lo comenta, en esta entrevista a Donne Chiesa Mondo, Tugdual Derville, fundador de Alliance VITA, una asociación que acompaña a las mujeres que han abortado.
PREGUNTA.- ¿Qué tipo de soledad debe afrontar la mujer antes del aborto?
RESPUESTA.- En lo que se refiere al aborto, no hay duda de que las mujeres se encuentran solas. Las razones son diferentes: por un lado porque la maternidad es una experiencia femenina y por otro porque la ley en Francia ha reservado la decisión a las mujeres. Desde el punto de vista legal, la decisión última concierne a las mujeres. Los hombres no son responsables porque no conocen el problema, pero a veces también porque son excluidos por la ley o por la idea de que el aborto es una cuestión que se refiere solo a las mujeres. Sin embargo, detrás de cada embarazo hay un hombre. Y por tanto detrás de cada decisión de abortar hay una inmensa soledad. (…)
P.- Aislamiento y soledad: ¿qué dificultades debe enfrentar la mujer en esta situación?
R.- El aspecto más doloroso para la mujer es que debe hacer una elección imposible. Porque la elección entre la vida y la muerte del niño que lleva en su vientre (sea cual sea el grado de conciencia que tiene de su existencia), el hecho de cortar ese destino humano, es inhumano. Es lo más difícil. El gran sufrimiento que siente (del que el aislamiento forma parte) depende del hecho de que está prisionera en una elección imposible. No es el poder del hombre decidir sobre la cuestión de la vida y menos todavía sobre la vida del propio hijo, pero la sociedad pide a la mujer decir sí o no. (…)
P.- ¿Cómo se puede acompañar a una mujer que acaba de abortar?
R.- En nuestra escucha en Alliance VITA he notado que sin duda hay un sentido de alivio: en efecto, el “problema” que tenía ha sido “cancelado” por el aborto, si bien en condiciones nunca sencillas y a veces muy dolorosas para las mujeres. Pero después, en la vida de esas mujeres se crea un gravísimo secreto de familia. En Francia, tres de cada diez mujeres, al menos una vez en su vida, pasa por la experiencia del aborto. Pero es sintomático que solo unas pocas hablen de ello. Algunas han creado una página donde dicen que su aborto ha ido bien y que están bien, todo para confutar a las que sostienen que han sufrido después del aborto. De hecho, en Francia el Gobierno ha llevado a cabo una investigación de la que resulta que la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) no deja consecuencias psicológicas a largo plazo; y, sin embargo, la realidad más evidente es la del silencio. Quien grita más fuerte la soledad de las mujeres después de un aborto es su silencio. Así, cuando el silencio apaga a la mujer, ella se autocensura y elimina el hecho en una historia que pertenece solo a ella. Cuando siente dentro de sí diferentes síntomas, como la angustia, el dolor físico, la pesadilla, un sentido de indignidad, vive todo eso en el gran silencio de la sociedad que la ha dejado sola con su decisión. (…)