La tercera edición de la “Caminata por la Paz” rompió récord de asistencia al convocar el pasado sábado a más de 50 mil personas para caminar pacíficamente por las calles de Cuernavaca con un solo objetivo: vivir en paz.
Encabezados por el obispo de la diócesis, Mons. Ramón Castro, quien ha sido hostigado por el gobierno local debido al impulso que le ha dado desde hace tres años a esta demanda ciudadana, los manifestantes partieron desde cuatro puntos de la ciudad para reunirse en la iglesia Catedral.
Ahí, Mons. Castro pronunció un amplio mensaje dirigido a todos los sectores de la sociedad morelense para hacerles ver su responsabilidad particular en la búsqueda del don de la paz:
“No dejemos que esta oportunidad se nos esfume o se evapore, porque tenemos una gran responsabilidad con las generaciones emergentes y con nuestras propias familias”, dijo.
Caín se ha multiplicado
En un primer momento, el Obispo de Cuernavaca lamentó y describió la situación de violencia e inseguridad que vive el país, especialmente su diócesis, y aseguró que el ser humano ha llegado y traspasado límites inauditos de violencia y criminalidad. “Caín se ha multiplicado, y Abel sigue siendo asesinado”.
Dejó en claro que en Morelos se vive una realidad realmente angustiante, lo cual se refleja en el hecho de que la entidad ha ocupado en los últimos años uno de los primeros lugares en delitos de alto impacto a nivel nacional.
Dijo que la radiografía que se tiene no proviene ni del escritorio ni de las encuestas, sino del acompañamiento que la Iglesia ha dado al pueblo de Dios:
“Esto nos permite verificar que la mayoría de los morelenses deben enfrentar el dolor, la angustia, la impotencia ante el crimen organizado, la violencia, la inseguridad, la impunidad, el desempleo, la corrupción, los homicidios, la extorsión, el abuso de autoridad, secuestros, tortura, asaltos a sus domicilios y abusos de autoridad. ¡Y qué decir de las fosas clandestinas donde muchos cadáveres son echados como basura!”.
Ante esta situación –añadió– “yo debo decir a voz en cuello que veo un Morelos herido, con hambre y sed de justicia, con miedo, ofendido y burlado por aquellos que deberían encargarse de su seguridad y de la impartición de justicia”.
Citando al papa Francisco, aseguró que hoy más que nunca México necesita de servidores públicos “con el corazón grande y los bolsillos pequeños”.
La paciencia se agota
El Obispo advirtió que ve con preocupación cómo la paciencia del pueblo está llegando a su límite, a causa de la desilusión, “pues está resultando evidente que ya no es suficiente el ‘pan y circo’ para entretenernos y enajenarnos”.
En diferentes momentos, ha dado cuenta de este hartazgo de la sociedad morelense, siendo la extorsión uno de los principales flagelos: “el pueblo –insistió en esa ocasión– está cansado de ser víctima del derecho de piso, de tener que trabajar para darle el fruto de su trabajo a los delincuentes”.
“Dios permita que el reclamo nunca vaya a ser violento”, dijo .
Ante esta realidad, Mons. Castro llamó a vencer el mal con el bien, y a atreverse a soñar con un estado educado, fraterno, con valores y unido en las legítimas diversidades.
“Soñemos con un estado donde la política y los servidores públicos sean apreciados… Soñemos pensando que la delincuencia organizada no nos seguirá aterrorizando para saquearnos. Soñemos que la mayoría de los partidos políticos y los gobiernos no excluirán la participación ciudadana independiente para manejar sin estorbos el presupuesto. Soñemos que para nuestras autoridades un buen ciudadano dejará de ser aquel que vota, calla y aplaude”.
Acciones concretas
Finalmente, tras recordar la bienaventuranza de Jesús a quienes construyen la paz, señaló que un país vive en paz sólo cuando en él se trabaja por dar a cada persona el goce de sus derechos humanos, y dijo que constructores de paz son quienes hacen leyes más justas y quienes las cumplen, pero también quienes buscan el bienestar del empleado más que aumentar el capital a como dé lugar, quienes viven su profesión como un servicio y no como un medio de obtener ganancias, y quienes dan su tiempo y saben aliviar los efectos de la desigualdad.
En este contexto, propuso a los morelenses superar la violencia con cuatro “herramientas” clave: el testimonio, la fuerza moral, la razón y la palabra. “Si queremos responder al mal con la fuerza del bien –agregó– tenemos que educarnos para la paz; esto significa sacar desde lo más íntimo, desde nuestra mente y desde nuestro corazón, pensamientos y sentimientos de paz que se expresen a través de un lenguaje y de gestos de paz”.
Entre las acciones concretas pidió difundir pensamientos de paz, fomentar sentimientos de paz, impulsar gestos de paz, promover un lenguaje de paz, educar para la legalidad, impulsar el desarrollo humano integra, promover los derechos y deberes humanos y orar por la paz, de manera particular a través del Ángelus. “Todos los morelenses, todos los días, tenemos una cita a mediodía para orar por la paz”.