“La Red Eclesial Pan-amazónica (REPAM) expresa su total apoyo al pueblo Gamela”. Así comienza el comunicado publicado por la REPAM el 5 de mayo, a la luz de los deplorables actos de violencia que se registraron en el estado brasileño de Maranhão, el 30 de abril, en los que 13 personas fueron heridas.
Las agresiones, promovidas por hacendados congregados en torno a un grupo que se hace llamar ‘Movimiento por la Paz’, dejaron dos indígenas con las manos amputadas y varios más con proyectiles en el cuerpo.
El pueblo Gamela, compuesto por cerca de 1.200 personas, habita en los alrededores de los municipios de Viana, Martinha y Penalva, en el estado de Maranhão. Desde 2015 ha venido luchando, como muchos otros grupos de la panamazonía, la demarcación de sus tierras por parte del gobierno.
La REPAM ha exigido “que sean oídos los clamores de estos pueblos que hace siglos cultivan las tierras, respetando la biodiversidad y que muestran, por sus propias prácticas, que existen alternativas sustentables”.
El comunicado de la REPAM se suma a otras voces de la Iglesia en Brasil, como el Consejo Indígena Misionero (CIMI) y la Comisión de la Pastoral de la Tierra (CPT) que han condenado el incremento de los conflictos en el campo y sus consecuencias sobre los pueblos originarios. También la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB), al concluir la 55ª Asamblea General, en su mensaje “ante el grave momento nacional”, expresó su preocupación por el ataque sufrido por los indígenas Gamela.
Por su parte, los obispos del estado de Maranhão –Regional Nordeste 5 de la CNBB– manifestaron su indignación “con la violencia, el irrespeto y la barbarie” contra los indígenas Gamela, señalando que “este acontecimiento no es un hecho aislado, pues asistimos a un aumento alarmante de conflictos en el campo en todo el país”.
A través de una nota firmada por el arzobispo de São Luis do Maranhão, José Belisario da Silva, el obispo diocesano de Pinheiro, Elio Rama, y el obispo de Coroatá, Sebastião Bandeira Coelho, los representantes de la Regional Nordeste 5 de la CNBB apelan al diálogo y al respeto mutuo y se oponen a toda violencia “que genera más violencia”.
“Como pastores, defensores de la vida, exigimos que los hechos sean debidamente esclarecidos, que las víctimas sean socorridas dignamente, que los culpables sean identificados y punidos y que se tomen medidas inmediatas y duraderas, asegurando la integridad física de este pueblo y el derecho sagrado a la posesión de su territorio”.
Recientemente, la Iglesia católica ha denunciado los atropellos contra la dignidad y los derechos de las poblaciones indígenas en la región Pan-amazónica, en el marco del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en Washington.
Ante la relatora especial de la ONU para los derechos de los pueblos indígenas, Victoria Tauli-Corpuz, el 1 de mayo la Iglesia se pronunció a favor de la defensa de los territorios ancestrales y del legítimo derecho de los pueblos indígenas a participar en las decisiones que tienen que ver con su futuro.
En el acto intervinieron el representante de la Santa Sede, el arzobispo Bernardito Auza; el delegado de Cáritas Internacional, Joseph Cornelius Donnelly; el presidente del Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM, el obispo Gustavo Rodríguez; el secretario ejecutivo de la REPAM, Mauricio López; y el cacique Juárez Munduruku, del pueblo Gamela, quien se encuentra amenazado de muerte.
“Mi país enfrenta uno de los peores momentos en su historia”, señaló el cacique Juárez, refiriéndose específicamente a las propuestas de reforma que buscan “cambiar las leyes para eliminar muchos de nuestros derechos”. “Hoy la vida y la supervivencia de los pueblos indígenas en Brasil están bajo un gran riesgo”, agregó el líder Gamela, denunciando que grandes compañías, con el pretexto del ‘desarrollo’, están construyendo hidroeléctricas e impulsando el extractivismo –en pos de minerales preciosos como oro y diamantes– a costa del envenenamiento del “hogar” de los pueblos indígenas: las selvas y los ríos con sus ecosistemas.
Consultado por Vida Nueva Digital, el padre Oscar Lozano, secretario ejecutivo del Departamento de Cultura y Educación del CELAM, concluye que la difícil situación que afrontan los pueblos originarios “es una ola que recorre el mundo. La constante de los relatos que hemos escuchado en la ONU es la misma: apropiación de la tierra sin consulta con los pueblos, actividad extractiva, amenazas, persecuciones y asesinatos de sus líderes”.