América

Francisco alienta a los obispos del CELAM a no tener miedo de ensuciarse por la gente

  • El Papa envía un mensaje a la inauguración hoy de la 36ª Asamblea Ordinaria en San Salvador
  • Bergoglio invita a “volver a lo esencial” con la mística de fondo de Aparecida





Con un mensaje del papa Francisco, “que tiene como mística de fondo la celebración de los 300 años de nuestra Señora de Aparecida”, fue inaugurada la 36ª Asamblea ordinaria del CELAM en San Salvador, hoy martes 9 de mayo.

Las palabras de Bergoglio, ‘hijo natural’ del CELAM, quien hace una década, siendo cardenal, presidiera la comisión de redacción de la V Conferencia General del episcopado latinoamericano en el Santuario Mariano Nacional de Brasil, y posteriormente, ya como Pontífice, volviera a Aparecida en 2013 durante la Jornada Mundial de la Juventud, se situó en consonancia con el discurso que pronunció ante el comité coordinador del CELAM en Río de Janeiro (28 de julio de 2013), centrando su atención en los aprendizajes que devienen del ‘acontecimiento de Aparecida’ para la Iglesia latinoamericana, aunque sin dejar de referirse al Documento emanado de la V Conferencia.

“Con ustedes me gustaría poder ‘visitar’ ese santuario –ha dicho el Papa–, una visita de hijos y de discípulos, una visita de hermanos que como Moisés quieren descalzarse en esa tierra santa que sabe albergar el encuentro de Dios con su pueblo”. “Sería como volver a casa” para “dejarse engendrar en la esperanza” a los pies de María, agregó, para referirse enseguida a tres elementos iluminadores de la historia del hallazgo de la imagen de Nuestra Señora de la Concepción, hace tres siglos: los pescadores, la madre y el encuentro.

De izq. a dcha., William Iraheta, José Luis Escobar, el cardenal Rubén Salazar y Juan Espinoza, durante la inauguración hoy de la reunión del CELAM

Aparecida: escuela de discipulado

“Aún hoy, 300 años después, Nuestra Señora de Aparecida nos hace crecer, nos sumerge en un camino discipular. Aparecida es toda ella una escuela de discipulado”.

Al referirse a la incertidumbre con la que vivían los pescadores que encontraron la imagen, quienes “conocen de primera mano la ambivalencia que se da entre la generosidad del río y la agresividad de sus desbordes”, Francisco evocó “rostros de personas que desde muy temprano y hasta bien entrada la noche salen a ganarse la vida. Y lo hacen con la inseguridad de no saber cuál será el resultado”.

“Lo que más duele es ver que –casi de ordinario– salen a enfrentar la inclemencia generada por uno de los pecados más graves que azota hoy a nuestro Continente: la corrupción”, lamentó el Papa, denunciando que “esa corrupción arrasa con vidas sumergiéndolas en la más extrema pobreza”.

Con relación a la madre, a quien Francisco se refirió ‘en criollo’ como “madraza”, destacó que en el relato de Aparecida es encontrada rodeada de fango en medio del río: “Ahí espera a sus hijos, ahí está con sus hijos en medio de sus luchas y búsquedas. No tiene miedo de sumergirse con ellos en los avatares de la historia y, si es necesario, ensuciarse para renovar la esperanza”.

Sobre el encuentro –el tercero de los aspectos señalados por el Papa en su mensaje–, destacó que “las redes no se llenaron de peces, sino de una presencia”, la de María que sale al encuentro de los pescadores. “Y esa presencia se hizo comunidad, Iglesia. Las redes se transformaron en comunidad”.

A la luz de este tríptico, el Papa pregunta: “¿Qué es lo que hoy, 300 años después, este acontecimiento nos sigue diciendo?”. Él mismo se anticipa a responder que Aparecida –el acontecimiento histórico, pero también la experiencia de la V Conferencia– no ofrece recetas, sino claves y criterios, “pequeñas grandes certezas para iluminar”.

Volver a las raíces, a lo esencial

Con Aparecida es posible “encender el deseo de quitarnos todo ropaje innecesario y volver a las raíces, a lo esencial, a la actitud que plantó la fe en los comienzos de la Iglesia y después hizo de nuestro continente la tierra de la esperanza”.

A continuación, Francisco se detuvo en algunas actitudes para mirar al Pueblo de Dios, como pastores, bajo la inspiración del icono de Aparecida.

“¡Cuánto tenemos que aprender de la fe de nuestra gente!”, ha dicho, destacando la necesidad de aprender a escuchar al Pueblo de Dios “descalzándonos de nuestros prejuicios y racionalismos, de nuestros esquemas funcionalistas”, y promoviendo la participación de los laicos, más allá de las esferas intraeclesiales, “para que permeen con la fuerza del Evangelio los ambientes sociales, políticos, económicos, universitarios”.

El Papa también ha sido enfático en su invitación a “no tener miedo del fango de la historia, con tal de rescatar y renovar la esperanza”, puesto que “solo pesca aquel que no tiene miedo de arriesgar y comprometerse con los suyos”. En este sentido, “no tengamos miedo de ensuciarnos por nuestra gente”, subrayó.

Coraje para ir a las periferias

Luchar contra la autorreferencialidad para re-centrarse con Cristo en su pueblo es, de esta manera, un imperativo para “tener el coraje de ir hacia las periferias del presente y del futuro”, apasionados por el Reino y no como “observadores asépticos e imparciales” ni como “colonizadores o dominadores”.

Francisco pide al CELAM creatividad y fuerza para gestar nuevos paradigmas, reiterando su preferencia por “una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades”, como ha escrito en Evangelii gaudium.

La conclusión del mensaje es particularmente provocadora: “En la medida en que nos involucremos con la vida de nuestro pueblo fiel y sintamos el hondón de sus heridas, podremos mirar sin ‘filtros clericales’ el rostro de Cristo, ir a su Evangelio para rezar, pensar, discernir y dejarnos transformar, desde Su rostro, en pastores de esperanza”.

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