“Un homenaje al papa Francisco, víctima de tantas críticas, pero que es admirable en su modo de presentar y vivir el amor al prójimo”. Así se refiere el cardenal Jaime Ortega y Alamino a Encuentro, diálogo y acuerdo. El papa Francisco, Cuba y Estados Unidos (San Pablo), su testimonio personal del restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre ambos países, gracias a la “estrategia dialogal” trazada por Bergoglio.
Durante su presentación en la madrileña Casa de América, en la tarde del miércoles 10 de mayo, el arzobispo emérito de La Habana rememoró cómo los dos jefes de Estado –Raúl Castro y Barack Obama– “pidieron expresamente que el Papa les ayudara” a posibilitar un acercamiento. Y aprovechó para agradecer públicamente al Pontífice (“un hacedor de puentes, que cree en la fuerza aglutinadora del amor”) que se hubiera fijado en él para propiciar el encuentro entre ambos mandatarios, como portador de sendas cartas personales en nombre de Francisco, que “abrieron un puente de comunicación entre los dos receptores”.
Aunque ni en su libro ni ante el auditorio congregado para el acto desveló el contenido de las mismas, el purpurado cubano sí quiso dejar claro que, “sin estos tres hombres, no se habría dado nunca este acuerdo”. Una buena nueva anunciada el 17 de diciembre de 2014, y que él recuerda como “uno de los grandes momentos de mi vida sacerdotal”.
Ortega alabó reiteradamente el talante de este Papa, “empeñado en promover el diálogo entre las personas para alcanzar el encuentro entre los pueblos”, al tiempo que reivindicó “el camino de la esperanza” trazado por él mismo durante su visita al país en septiembre de 2015; o su “sentido de la amistad social”, que no es otra cosa –insistió– que “creer en el amor”.
“Hay un camino, antiguo y nuevo, de diálogo para superar las crisis y los conflictos”, defendió el cardenal habanero. Y en la senda de Francisco, que “busca la reconciliación y el triunfo del amor entre los seres humanos”, reclamó la condición de “abanderados” de los cristianos, porque “nosotros hemos conocido el Amor y hemos creído en él”.
Compartieron mesa con el autor Felipe González Abad, consultor internacional, en calidad de anfitrión y presentador del acto; el cardenal Carlos Amigo Vallejo, arzobispo emérito de Sevilla; Miguel Ángel Moratinos, exministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación; y el P. Lázaro García Caso, presidente de la editorial San Pablo.
Fue justamente el religioso paulino quien había abierto el acto destacando lo que supone este título para su editorial: “Una apuesta clara por los caminos del diálogo y el encuentro”. “Un relato trepidante” –advirtió– para cuantos estén interesados en procesos de diálogo que, como Cuba, Colombia o Venezuela, “quieran la mediación de la Iglesia”.
“Tender puentes, deshacer prejuicios y facilitar caminos de comprensión” es el triple objetivo que, según Lázaro García, se proponen ofrecer este libro y su autor a los lectores que se acerquen a sus páginas.
A continuación, Miguel Ángel Moratinos puso de relieve lo que supone una obra de estas características en lo que respecta al “compromiso de la Iglesia, del Papa y de ciertas personas con la diplomacia”, y que –en su opinión– “nos sirven de guía para cuantos hemos apostado como el cardenal Ortega por el diálogo y la mediación en la resolución de conflictos”.
El ex ministro socialista hizo memoria de cómo España mostró en su momento a Estados Unidos que “el diálogo, el respeto y la cooperación eran la única política posible con Cuba”. Y se felicitó por la complicidad entre el purpurado cubano y la diplomacia española que él lideraba entonces para “ayudar a cambiar la mentalidad de bloqueo”. Porque “el bloqueo no aporta nada, solo distancia”, añadió, a modo de mensaje para el actual presidente estadounidense, Donald Trump.
Finalmente, tras reconocer “la valentía del Papa al encomendar esta misión al cardenal Ortega”, el veterano político remitió al título del libro presentado para sintetizar “la esencia de la diplomacia: del encuentro sale el diálogo; y de este, el acuerdo”. Aunque “solo hay una gran Diplomacia (con mayúscula), la que enseñó y practicó el cardenal Ortega”, concluyó Moratinos.
“Las naves eran de frágil madera; los marineros, de hierro”. Con esta metáfora sobre el episodio diplomático protagonizado por el autor arrancó su intervención el cardenal Carlos Amigo, y con ella admitió que podría cerrarla. Antes, sin embargo, el purpurado franciscano desgranó algunos rasgos de la personalidad de Jaime Ortega, “hombre libre” y “signo de contradicción”; con “vocación de testigo, no de víctima de las agresiones exteriores”.
Y, tras elogiar su sencillez, su audacia y su credibilidad, animó a descubrirlas entre los episodios narrados en esta obra. Un puñado de “vivencias que hablan de un pasado sin nostalgia, de un presente con responsabilidades y de un futuro con esperanza”. Porque así es también, de algún modo, su autor: “Un cardenal tan cubano como universal –concluyó Amigo–, que apostó siempre por el encuentro, el diálogo y el acuerdo”.