Cono Sur

A fondo – Evangelizar educando

Presentes en 40 países, los escolapios celebran 400 años llevando a la práctica la misión de educar y evangelizar; evangelizar y educar. Un hito significativo tuvo lugar en Santiago de Chile donde 200 participantes dieron vida al Congreso Internacional de Educación Escolapia,  sin dejar de lado a los principales actores de la educación: los niños y jóvenes.





Un fuerte temblor remeció la ciudad de Santiago mientras Vida Nueva conversaba con María Beatriz Yáñez, directora del Colegio Calazans de la capital chilena. Ella pidió disculpas y salió rauda a los patios donde se reunieron los 1.640 alumnos del colegio. Todos caminaban, nadie corría, hasta los lugares preestablecidos como zonas de seguridad. Una impresionante muestra de cómo se cumple el protocolo de prevención para estos casos. A los pocos minutos, vuelta la calma, todos volvieron con normalidad a sus clases y continuamos la conversación.

María Beatriz explica que el Colegio que dirige enfatiza dos de los diez rasgos identitarios de la educación calasancia: la centralidad en el alumno y el acompañamiento. “Al acentuar la centralidad en el alumno tenemos que mirar a este alumno que tenemos hoy, ver cómo llegar a él, porque no puede ser igual a como lo hacíamos hace 20 años”. Complementa señalando características de los jóvenes diciendo que “son muy virtuales, muy inmediatos, tienen mucha información, tienen claro que los adultos no les vamos a enseñar todo. Hay una serie de rasgos que a una le podrían parecer mejores o peores que los de antes, pero lo importante es que son distintos. Esto nos empuja a ir buscando, a innovar. Pensamos que el aprendizaje cooperativo, trabajar metodologías que apunten a inteligencias múltiples, tener clases más virtuales y menos expositivas, ayudan a una respuesta más apropiada para estos jóvenes”.

Casada, con dos hijos estudiantes universitarios, es profesora de educación primaria con magister en educación y gestión pedagógica. “Me he desarrollado completamente en este colegio, con 20 años en la sala de clase y después ocupando cargos que no esperaba tener. Nunca pensé llegar a este cargo en que estoy hace unos dos años: no sé en qué estaba pensando san José de Calasanz”, confiesa.

Los escolapios en Chile

Seis escolapios llegaron a Chile en febrero 1886 invitados por el obispo de Concepción, Fernando Blaitt Mariño, para colaborar en el Seminario de esa diócesis y en el Santuario diocesano ubicado en la parroquia de Yumbel que incluía una escuela. Esta presencia se fue incrementando: a los dos años asumieron tareas en el norte del país, en la diócesis de Copiapó. A Santiago llegaron en 1896 cuando el Presidente de la República, Jorge Montt, autorizó a los padres escolapios a hacerse cargo de los talleres de la Casa de Huérfanos que regían las religiosas de la Divina Providencia. En 1912 inician la construcción del primer establecimiento propio inaugurado en 1917: el Colegio Hispano Americano, que este año celebra su centenario en un hermoso y emotivo contexto de toda la orden: los 400 años de su fundación y los 250 de la canonización de su fundador.

La gigantesca labor educativa y pastoral escolapia, hoy tan extendida, llega a un aniversario significativo y su celebración es preparada muy en línea con el espíritu recibido de su fundador: buscar juntos nuevas respuestas al desafío siempre cambiante de la juventud. Además de las celebraciones locales que pudieran organizar los colegios en cada país, la congregación quiso apoyar a sus integrantes con la energía vitalizadora de un Congreso mundial.

Joszef Urban, sacerdote húngaro, es asistente general de la congregación y responsable para Asia. Del 18 al 22 de abril coordinó la realización del Congreso Internacional de Educación Escolapia. “Hicimos una encuesta preparatoria para saber qué preocupaciones, qué planteamientos y qué preguntas tienen para traer al Congreso”, señaló a Vida Nueva en los días del Congreso. “Con sus respuestas fuimos construyendo los temas, las formas, la estructura y los contenidos del Congreso. Hay cuatro conferencias que son estímulos, el resto son encuentros en pequeños grupos, talleres, comunicaciones de experiencias de los diferentes países en que estamos. El objetivo es doble: encontrarnos alrededor del carisma calasancio y también crear redes que después del Congreso sigan funcionando. El punto final está más allá del Congreso que es una herramienta para el futuro” expresó.

Como sede fue elegido Santiago de Chile para solidarizar con el centenario del Colegio Hispano Americano en esta ciudad. A este rincón del mundo llegaron unos 200 escolapios de los 40 países en donde tienen sus presencias y, durante cinco días, escucharon conferencias, participaron en conversatorios y dialogaron en mesas redondas haciendo de cada participante un protagonista que aporta su vivencia local de la espiritualidad escolapia.

“Fue una experiencia maravillosa –recuerda Yáñez–.Ver que todos tenemos un lenguaje común, con la misma inspiración. Quedamos muy motivados y felices. Para mí, fue volver a encantarme. Fue emocionante escuchar a exalumnos de distintos colegios en diferentes países decir lo mismo que una oiría en los exalumnos propios. Escuchar que tienen los mismos valores, interés por lo social, que son muy unidos entre ellos, que quieren ser transformadores de la sociedad, que son buenas personas, que miran al otro”.

La directora del Colegio Calazans afirma que para los 120 funcionarios del colegio que dirige fue un aporte motivador e importante: “Es el proyecto de fondo para todos nosotros, es potenciar lo que hacemos para mejorar nuestra llegada a los alumnos. Esto no es personal, es una vocación. Este es un trabajo vocacionado, no asalariado. La innovación es el gran desafío. Llevando toda la vida del colegio, lo académico, lo pastoral, lo deportivo, de manera integrada a una búsqueda siempre de más y de mejor”, concluye.

Comprender a los jóvenes

Cada día del Congreso tuvo una conferencia para nutrir la reflexión y el diálogo: Los desafíos de la educación de hoy, expuso el primer día Dennis Shirley; seguido por Jesús como maestro, de Arturo Bravo; y El mundo del joven de hoy, a cargo de José María Bautista.

En ellas se escucharon afirmaciones como las dichas por María Nieves Tapia en su conferencia del tercer día, Educar para construir la comunidad: “Nadie es demasiado pequeño, pobre o vulnerable como para no tener nada que dar a los demás”; y siguió: “cuando el papa Francisco dijo a los jóvenes ‘hagan lío’ puso a los educadores en un lío. Ahora la escuela es más viva”. En otro momento de su ponencia destacó que “el diálogo entre el saber popular y el saber científico aumenta la calidad de nuestra educación”, indicando que “hace falta saber mucho más para cambiar nuestro municipio que para aprobar un examen”. Apuntando a la visión integral de la educación sostuvo: “que la pastoral y las áreas curriculares vayan por separado nos lleva a un sinsentido”.

Por su parte, Dennis Shirley expresó: “el mayor regalo que se puede hacer a un ser humano es tratarlo de forma única”. Y agregó: “los seres humanos tienen que darle un significado a la vida, ¿qué hacen los colegios para ayudar en esto?”. A su vez, José María Bautista afirmó que “las nuevas generaciones requieren de una escuela personalizada, participativa y pegada a la realidad”. Y complementó su concepto diciendo que “el problema no está en nuestros muchachos sino en la forma que tenemos de verlos”; por lo que propuso: “no podemos amar algo que no comprendemos, necesitamos comprender a nuestros jóvenes”.

En su discurso de clausura, el Superior General escolapio, Pedro Aguado, luego de agradecer al equipo organizador del Congreso y de valorar su excelente realización y el gran aporte que entrega a todos, señaló que también fue una muestra de “una identidad que nos une, pero no nos hace idénticos”.

“Somos diversos –expresó–, respondemos a situaciones diversas, tratamos de dar lo mejor de nosotros mismos a los niños y jóvenes que tenemos delante, y por eso damos respuestas diversas y en todas ellas se reconoce a Calasanz”.

Otra de las participantes, la religiosa calasancia Carmen Pineda, oriunda de Quito, Ecuador, agregó que este Congreso ha sido “una llamada para nosotras a decir que el carisma de nuestro fundador Calasanz y del fundador de nuestra congregación que fue un escolapio, sigue vivo, vigente y muy necesario en la sociedad de hoy. Con este carisma, incidir en esta sociedad donde estamos en crisis de líderes, donde nos cuestionamos cuál es nuestro papel en esta sociedad”. En Figueras, Gerona, la religiosa española Paula Montal, inspirada en la obra de José de Calasanz, funda en 1847 las Religiosas de las Escuelas Pías. Hace 28 años que están presentes en Ecuador. Para Carmen, “este Congreso ha sido un momento de gracia para toda la familia Calasanz por esta invitación que tenemos a revitalizar, a reactualizar el carisma de nuestro fundador. Para los niños y jóvenes que son nuestro centro y con quienes celebramos el jubileo, seguimos diciendo que nuestro carisma tiene vigencia. Ellos hacen que esto siga teniendo vida, siga siendo dinámico, es un patrimonio espiritual que hoy más que nunca sigue vigente, nos actualiza y nos vuelve a lanzar con la misma pasión de ser educadores, con la visión humanista y trascendente como nos soñaron”.


Piedad y letras

José de Calasanz (1557-1648) nace en Peralta de la Sal, una pequeña ciudad aragonesa cercana a Cataluña. Después de varios años de estudios en Lérida, viaja a Roma. Mientras visitaba junto con otro compañero el barrio del Trastévere para ayudar a los pobres, quedó encantado con una escuelita para niños pequeños llevada por unos voluntarios en la iglesia de Santa Dorotea. Comenzó a colaborar en ella. En ese momento, encontró su misión: “Evangelizar educando”. Decía: “He encontrado en Roma el mejor modo de servir a Dios ayudando a estos pobres chiquillos, no lo dejaré por nada de este mundo”. Para que todos los niños pudieran asistir, quiso que la escuela fuera gratuita. Al comenzar el 1600, Calasanz decidió llevarla a un edificio anexo a la iglesia de san Pantaleón, para que pudiesen acudir más niños. Así nació la primera escuela popular, pública y gratuita de la Edad Moderna en Europa. Una forma de escuela que, desde entonces, ha promovido el derecho a la enseñanza de todos los niños del mundo sin ninguna discriminación, a través de una permanente expansión de la Orden.

La llegada creciente de colaboradores hizo que, en 1617, José de Calasanz fundara la Congregación Paulina de Clérigos Regulares Pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías. El papa Gregorio XV la elevó a Orden Religiosa en 1621, con el nombre actual. Pronto se extendió por toda Italia y Europa central fortaleciendo el reconocimiento al innovador y visionario aporte de su fundador, quien abrió un nuevo ámbito para la misión evangelizadora de la Iglesia. El 16 de julio de 1767, el papa Clemente XIII, canoniza a José de Calazans.

Más de 1.300 religiosos, en 222 casas en Europa, Asia, África y América continúan haciendo vida la espiritualidad y la acción educativa del fundador, cuyo aporte específico fue reconocido en 1948 por el papa Pío XII al declarar a este santo como Patrono Universal de todas las escuelas populares cristianas del mundo.

Al comienzo se les llamó Padres de las Escuelas Pías, lo que para el lenguaje popular resultaba demasiado largo y pronto se acuñó la expresión, juntando las dos palabras, escola y píos, formando el término escolapios, que se usa oficialmente en documentos reales desde el siglo XVIII.

La misión de evangelizar mediante la educación a los niños preferentemente pobres significa para los escolapios consagrados un cuarto voto especial: el de la educación cristiana de la juventud, con tres rasgos: dar prioridad a la educación desde la infancia, a los pobres y a la evangelización, expresada así por Calazans: “si desde la infancia el niño es imbuido diligentemente en la Piedad y las Letras, puede preverse, con fundamento, un feliz transcurso en toda su vida”. Piedad y letras o, como diríamos hoy: fe y cultura.

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Alicia Ruiz López de Soria, ODN







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