Por PABLO GALIMBERTI DI VIETRI. Obispo de Salto (Uruguay)
Recientemente, en un periódico capitalino, otro padre quebró otra lanza a favor del derecho de los padres. Dice: “En la legislación familiar los hombres no tienen voz ni voto, pero sí billetera. La maternidad es mejor que la paternidad y el que visita a los hijos es el padre y no la madre. Y la custodia de los niños, por naturaleza, es de las madres”.
El trato es desigual: “Una llamada de una mujer a una comisaría diciendo que está siendo amenazada verbalmente (aunque sea falsa) basta para que lo lleven del jopo a dormir a la seccional, sin explicar nada al detenido, mucho menos verificar o investigar. Los padres tienen derechos, pero no se los dan, o quedan presos antes, entre denuncias y redes judiciales”.
En algunos países del hemisferio norte se observa un giro desde el padre marginal y “eliminable” al padre responsable. “El problema más grande que veo en este país no es vencer la guerra contra el terrorismo; es el de los hombres que no tienen más la responsabilidad hacia los hijos que han engendrado”(senador Oliver North, Estados Unidos). Otro político afirmaba que el plan más eficaz contra la pobreza es una familia completa. La voz de algunas feministas a ultranza, moderadas con los años, ha llegado a denunciar la humillación del “varón atacado” (“male bashing”).
En Italia la intolerancia de la ideología de la familia “eliminable” ha sido grande, afirma un psicólogo. Pero los efectos del divorcio y el aborto, “los dos cañones que han destruido en estos años en Occidente la figura del padre y su legitimidad”, está hoy fuertemente en discusión (Claudio Risé, El padre, ausente inaceptable, Milán 2003).
El debate que explotó en febrero en Uruguay, en Italia lleva años. La cuestión no es tanto entre la mujer embarazada y su legítimo padre. El asunto central es la criatura concebida, que encarna el derecho primario, a vivir. Este es el compromiso del “movimiento de los hombres” en Italia, que ha propuesto modificaciones legales.
Con las técnicas de reproducción artificial el panorama se ha complejizado. Esta práctica podría llegar a eliminar toda responsabilidad paterna en el proceso reproductivo. El avance de la biología puede convertirse en una injusticia afectiva y devastadora desde una perspectiva simbólica, afirma el mismo psicólogo italiano. Es necesario fomentar una reflexión colectiva que equipare la dignidad de la mujer y del hombre en la transmisión de la vida humana.
Recuperar la figura del padre no significa desvalorizar la misión de la madre. En la tradición de Israel corresponde al padre iniciar al hijo en el trabajo, que no es sólo adquirir las habilidades de un oficio. El trabajo encauza la agresividad, calma la ansiedad que pretende todo aquí y ahora. El desarrollo de una persona requiere maduración y tiempo. Hoy será aplicándose a una tarea en un taller, oficina, etc., mañana acompañando a la esposa o los hijos. Necesitamos adquirir la virtud de la laboriosidad, que acepta el aprendizaje gradual y el ritmo de fatigas y descansos. Así el joven experimenta también el impacto con un aspecto de la realidad, que no es sólo el mundo virtual.