El Papa emérito escribe un caluroso epílogo para el último libro del prefecto de Culto Divino, donde le califica de “maestro espiritual”
“Con el cardenal Sarah, un maestro del silencio y de la oración interior, la liturgia está en buenas manos”. Así de entusiasta se muestra Benedicto XVI en el epílogo para el último libro publicado por el prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, “La fuerza del silencio. Contra la dictadura del ruido”. Publicado recientemente por Ignatius Press, en su próxima edición en inglés ya llevará el comentario añadido del papa emérito.
Joseph Ratzinger destaca que la lectura de la obra del Robert Sarah le ha retrotraído a “la primera vez que leí las cartas de san Ignacio de Antioquía, en la década de 1950”, donde este reivindicaba la indudable fuerza espiritual de saber “escuchar el silencio de Jesús” y poder llegar a “conocerlo” a través de este. “Sabemos por los Evangelios –ilustra– que Jesús con frecuencia pasaba las noches solo en la montaña en oración, en conversación con su Padre. Sabemos que su discurso, su palabra, proviene del silencio y podía madurar solo allí. Así que es lógico pensar que su palabra puede entenderse correctamente solo si nosotros, también, entramos en su silencio, si aprendemos a escucharlo desde su silencio”.
Benedicto XVI reconoce que, “para interpretar las palabras de Jesús, es necesario el conocimiento histórico, que nos enseña a entender el tiempo y el lenguaje en ese momento”. Pero insiste en que “solo eso no es suficiente si queremos realmente comprender el mensaje del Señor en profundidad”. A su juicio, los comentarios, “cada vez más gruesos”, de los Evangelios están hoy en su mayor parte marcados por “el exceso de palabras”, denotándose que “falta algo esencial: la entrada en el silencio de Jesús, de donde nace su palabra. Si no podemos entrar en este silencio, siempre vamos a escuchar la palabra solo en su superficie y, en consecuencia, no la entenderemos realmente”.
“Sarah –proclama Ratzinger– nos enseña el silencio, a estar en silencio con Jesús”. Algo que ha testimoniado con su propia vida, donde siempre busca “días de soledad, silencio y ayuno absoluto” que, como recoge el propio cardenal en el libro, han supuesto para él “una gracia sin precedentes” en la que se ha cimentado “sobre lo esencial.”
Fruto de esta honda vivencia, Benedicto XVI señala a Sarah como un “maestro” que es capaz de “ver los peligros que continuamente amenazan la vida espiritual, de sacerdotes y obispos también, y, en consecuencia, que ponen en peligro a la misma Iglesia, también, en la que no es poco común que la Palabra sea sustituida por una verbosidad que diluye la grandeza de la Palabra”.
Así, el papa emérito cita una frase de la obra que en su opinión “puede convertirse en un examen de conciencia para cada obispo: ‘Puede ocurrir que un sacerdote bueno y piadoso, una vez elevado a la dignidad episcopal, caiga rápidamente en la mediocridad y en la preocupación por el éxito en los asuntos mundanos. Abrumado por el peso de las obligaciones que le incumben, preocupado por su poder, su autoridad y las necesidades materiales de su oficina, se va ahogando poco a poco’”.
Ratzinger concluye su comentario dando las gracias expresamente al papa Francisco “por el nombramiento de semejante maestro espiritual como cabeza de la congregación que es responsable de la celebración de la liturgia en la Iglesia”.