Hace dos años, los obispos españoles hicieron pública la instrucción pastoral ‘Iglesia, servidora de los pobres’, considerada como la hoja de ruta de la Conferencia Episcopal Española CEE) en esta nueva etapa eclesial que se está viviendo en España.
Desde entonces, los prelados han mantenido, deliberadamente, un perfil bajo en su manifestaciones públicas, de ahí que algunos hayan echado en falta alguna palabra sobre un tema que hoy está en el segundo lugar de las preocupaciones de los españoles, según el barómetro de mayo del CIS: la corrupción.
“En la Conferencia Episcopal hacemos seguimiento de estos temas, y claro que nos preocupan. Lo que sucede es que tenemos voces en el Episcopado que piden también que nos pronunciamiento sobre otras cuestiones, como todo lo referente a la vida, las leyes LGTB, las elecciones… y entonces aparecemos retratados con mucha dureza. Por eso, después de un tiempo donde la Iglesia ha estado excesivamente presente en la vida pública, hemos decidido optar por un tiempo de más silencio y contención”, señala un obispo a Vida Nueva.
Esta es la razón por la que este mismo prelado remite a lo que se dice en la citada instrucción pastoral, y en cuyas páginas iniciales los obispos ya advertían hace ya dos años de que “los procesos de corrupción que se han hecho públicos, derivados de la codicia financiera y la avaricia personal, provocan alarma social y despiertan gran preocupación entre los ciudadanos”.
Un grave pecado
“El enriquecimiento ilícito –añadían a continuación los obispos en su documento aprobado en Asamblea Plenaria– que supone constituye una seria afrenta para los que están sufriendo las estrecheces derivadas de la crisis; esos abusos quiebran gravemente la solidaridad y siembran la desconfianza social. Es una conducta éticamente reprobable, y un grave pecado”.
Los obispos reconocen la “dedicación y honradez” de “la mayoría de nuestros políticos”, por lo que les instan de manera “urgente” a poner fin “a esas prácticas lesivas de la armonía social”. Y subrayan que “la falta de energía en su erradicación puede abrir las puertas a indeseadas perturbaciones políticas y sociales”.
Pero han sido los obispos catalanes los que, de nuevo colegiadamente, han vuelto a referirse al tema de la corrupción en la nota que hicieron pública el pasado viernes 12 de mayo, tras la reunión de la Conferencia Episcopal Tarraconense.
“Es absolutamente prioritario y justo que en todos los ámbitos públicos del conjunto del Estado se combata la corrupción que tanto daño hace a la sociedad”, afirman, en un momento en que el llamado caso Pujol cuestiona gravemente la forma de hacer política en aquella comunidad en las últimas décadas. “Nos duele y nos avergüenza que la corrupción se haya podido convertir en algo natural”, añaden.
Una gangrena para la sociedad
Pero la corrupción no sabe de denominaciones geográficas y es un fenómeno que está aflorando en muchas comunidades autónomas. Tal vez por ello comienzan a aflorar también pronunciamientos pastorales al respeto. Entre ellos, el de Ricardo Blázquez, que, como arzobispo de Valladolid, acaba de hacer pública una carta en la que califica a la corrupción como “la gangrena de la confianza de los ciudadanos y de la sociedad en quienes se han aprovechado sin miramientos desde el poder”.
La carta del también presidente de la Conferencia Episcopal Española lleva por título ‘Reconciliare’, el mismo de la XXII edición de Las Edades del Hombre, inaugurada el pasado 24 de abril en la localidad segoviana de Cuéllar, y que le sirve al prelado de hilo argumental para reclamar también él “reconciliación”. Es este, añade, “un mensaje que siempre y particularmente hoy necesitamos escuchar”.
Para ello, Blázquez reclama “una regeneración democrática y ética”. “Una sociedad democrática digna del hombre –escribe el purpurado abulense– requiere el fundamento y la compañía de la moral. Es preciso robustecer la dimensión ética en la vida social. La corrupción es bochorno para los causantes, y provoca comprensiblemente irritación en todos; es caldo de cultivo para empujar a los ciudadanos a salidas falsas de futuro”.
Reconocer los abusos y pedir disculpas
“La “catarsis” y “purificación” de la vida social debe, en su opinión, realizarse “pronto y eficazmente para detener el deterioro de nuestra convivencia social”. “La curación –añade–empieza con el reconocimiento sincero y público de los abusos cometidos pidiendo disculpas por ellos”.
A estas manifestaciones públicas se ha sumado también la voz del cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, quien señalaba el pasado 17 de mayo, en la presentación de la Cátedra Santo Tomás Moro de Estudios Sociales y Políticos, en la Universidad Católica de Valencia, que “estamos muy polarizados por la corrupción económica y moral”.