Entrevistas

Emili Turú: “La escuela católica tiene más actualidad que nunca”

  • Hablamos con el superior general de los Hermanos Maristas en el bicentenario de la institución
  • “Sueño con que podamos construir un mundo a la altura de los niños”, dice el hermano al suplemento Carisma





“Construir un mundo a su altura”. Ese es el sueño de Emili Turú, superior general del Instituto de los Hermanos Maristas. Y que ese mundo sea construido entre todos. El hermano catalán repasa la actualidad eclesial y de su instituto sin pasar por alto la escuela católica, a la que considera más actual que nunca. Turú hace hincapié en que los jóvenes de hoy siguen teniendo sed de espiritualidad, y esto es “una puerta de entrada excelente para acompañar a los jóvenes en su crecimiento integral”.

PREGUNTA.- En una sociedad cada vez más secularizada, ¿tiene más sentido hoy si cabe la escuela católica?

RESPUESTA.- Creo que la escuela católica, una escuela que quiere educar en valores y para la vida, tiene más actualidad que nunca. Hay que pensar que, para muchos niños y jóvenes, la escuela católica va a ser su único contacto con la Iglesia. De ahí la importancia de que sea una experiencia positiva y que les abra a la posibilidad de otros contactos posteriores, en vez de “vacunarles” contra la Iglesia. Se dice que a los jóvenes cada vez les interesa menos la religión, no obstante, sí sigue habiendo sed de espiritualidad… Por el solo hecho de ser personas tienen sed de espiritualidad; no creo que la religión institucional les interese ni atraiga mucho. Esa sed de espiritualidad (que frecuentemente hay que ayudar a reconocer) es una puerta de entrada excelente para acompañar a los jóvenes en su crecimiento integral. La educación para la interioridad tiene aquí un rol muy importante, así como la oferta de una pastoral juvenil que les ayude a descubrir un rostro de Iglesia cercana a su vida y comprometida con la transformación de la sociedad. (…)

P.- ¿Por qué lucha Emili Turú?, ¿cuál es su sueño?

R.- Mi sueño es que podamos construir entre todos un mundo a la altura de los niños. Me gusta recordar al polaco Janusz Korczak, extraordinario defensor de los derechos de los niños. Murió en el campo de exterminio de Treblinka (1942), donde fue deportado con los niños de su orfelinato, a quienes no quiso abandonar. Le cito: “Me decís: cansa mucho ocuparse de los niños. Y tenéis razón. Añadís: porque tenemos que ponernos a su nivel. Hemos de abajarnos, inclinarnos, encorvarnos, hacernos pequeños. Y en eso os equivocáis. No es eso lo que cansa, sino el hecho de tenernos que elevar hasta la altura de sus sentimientos. Elevarse, estirarse, ponerse de puntillas, acercarse. Para no herirlos”. Sí, un mundo a la altura de los niños. Y sé que es un sueño posible, porque en mis viajes por todo el mundo me he encontrado con miles de personas, de las culturas y creencias más diversas, que están comprometidas, día a día, para hacerlo realidad.

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