La agenda pastoral manda. Por encima de cualquier nombramiento. Aunque te nombren cardenal. El arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, no bajó ayer el ritmo ni tuvo margen de maniobra para alterar el día, a pesar de que a las doce de la mañana el Papa anunciara que el próximo 28 de junio le creará cardenal.
“No he tenido tiempo para reaccionar”, comentaba ayer el nuevo purpurado a cuantos le llamaban para felicitarle. Entre otras cosas, porque mientras Francisco comunicaba el anuncio al mundo, él se encontraba en la parroquia de la Mare de Déu dels Desamparats, en L’Hospitalet de Llobregat, donde había acudido para bendecir un nuevo local de Cáritas. Dicho de otro modo, la birreta le cogió trabajando. A pie de obra. A pie de calle.
Allí recibió la llamada de un obispo amigo que se encontraba en ese momento en la plaza de San Pedro. Y al colgar la llamada, continuó con su visita pastoral. No detuvo ahí el ritmo en toda la jornada, ya que por la tarde se desplazó hasta el centro penitenciario Brians-1, donde el arzobispado de Barcelona organizó, junto a otras entidades un concierto para los presos de la mano de la Jove Orquestra Simfònica de Barcelona-JOSB.
Resulta significativo que el día en que se le presentaba como nuevo purpurado, un local de la ong caritativa de la Iglesia y una cárcel se situaran como foco de acción. Sobre todo, teniendo en cuenta que en su trayectoria Juan José Omella, además de cómo pastor en Zaragoza, Barbastro y Logroño, se ha destacado como presidente de la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Epicopal y como consiliario de Manos Unidas, la otra ong eclesial de referencia en materia de cooperación y desarrollo exterior.
“Voy de sorpresa en sorpresa”, explicaba a unos y otros algo sorprendido por el acontecimiento. Y aunque es colaborador estrecho de Francisco, no esperaba que pudiera otorgarle una birreta cuando apenas lleva un año al frente de una de las archidiócesis más relevantes de nuestro país. Una confianza que el arzobispo siempre ha llevado con suma discreción. Hasta tal punto que pocos –incluso entre el clero- habían reparado en este tiempo en ello, pensando que el único puente aéreo existente con Roma era vía Madrid.
De ahí que los dardos de aquellos que desde nuestro país miraban con recelo el Pontificado de Jorge Mario Bergoglio afinaran su puntería hacia el cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, ignorando a Omella. Así es Omella, el neocardenal que ayer se dirigía en su carta dominical a los barceloneses citando un cuento de José Carlos Bermejo, el gurú de la humanización de la salud, para invitar a sus feligreses que busquen “proteger el corazón para no dejarnos llevar por la amargura o el deseo de venganza frente a quienes nos tratan mal”.
Hoy la nueva vida del cardenal se estrena con una rueda de prensa a las diez de la mañana.