Los obispos de Cataluña asisten con cierta perplejidad a la situación política que se está viviendo en aquella comunidad, con un proceso soberanista en marcha que contempla un referéndum –se dice que en septiembre– para votar la independencia del resto de España, pero también ante una actitud que se considera poco dialogante por parte del Gobierno central.
“Vamos hacia un callejón sin salida”, señala a Vida Nueva uno de los miembros de la Conferencia Episcopal Tarraconense (CET), la cual, en su reunión del 10 y 11 de mayo, reflexionó sobre la conveniencia de elaborar una nota sobre la cuestión, que finalmente fue aprobada –en vez de posponerla hasta su próxima reunión de julio, más cerca del referéndum– y hecha pública el día 12. (…)
Sin embargo, la novedad, y de ahí la preocupación de los obispos, es el clima político y social que rodea hora la elaboración de esta nota. (…)
“Necesitamos un diálogo que lleve a concesiones”, confiesa a esta revista uno de los pastores de Cataluña. “Pero un diálogo inclusivo, a la manera en el que lo entiende Europa, que supone sentarse a hablar, dejar este juego que destruye y hace daño, y hacerse concesiones mutuas, en donde pueda haber una salida. Y el trabajo es convencer a los propios, cada uno a los suyos”, añade.
Este diálogo, en su opinión, habría de girar sobre tres aspectos fundamentales: identitario, cultural y económico. Lo primero, “la aceptación de Cataluña como nación, lo que no significa la independencia, repito, no significa independizarse [de España]”, subraya. Pero considera que, 40 años después de aprobarse la Constitución, “¿alguien quiere explicarle a los catalanes qué entendieron los españoles cuando distinguieron en un artículo entre regiones y nacionalidades?”.
