Si hay un obispo en México que conoce sobre procesos de construcción de paz es monseñor Carlos Garfias Merlos, actual Arzobispo de Morelia, y quien en su trayectoria episcopal ha estado al frente de tres diócesis marcadas por la violencia: Ciudad Altamirano y Acapulco (Guerrero), y Nezahualcóyotl (Estado de México).
La semana pasada tuvo lugar, en las instalaciones de la Conferencia del Episcopado Mexicano, en el Estado de México, un encuentro con Vicarios de Pastoral, es decir, los encargados de coordinar los planes y proyectos en las diócesis.
A ellos, Carlos Garfias Merlos les recordó que si bien en nuestro país la violencia ha sido un mal omnipresente desde siempre, ha sido durante los últimos siete años que ésta ha adquirido un “rostro nuevo, cruel y despiadado, que raya en lo demencial”, y que ha provocado una parálisis, individual, comunitaria e institucional.
Ante esta situación, les pidió trabajar en sus diócesis en proyectos concretos comprometidos con la construcción de la paz, basados en los tres ejes fundamentales que propone la Exhortación Pastoral del Episcopado Mexicano “Que en Cristo Nuestra Paz, México tenga vida digna”, publicada en el 2010.
Comunidades parroquiales de paz
El primero de ellos –detalló– tiene que ser un proyecto surgido desde las parroquias, cuyo objetivo sea animar a los fieles a sumarse a las tareas de la construcción de la paz, ofreciendo herramientas y subsidios para organizar acciones que se traduzcan en un cambio social.
Y es que –dijo– es urgente que los procesos pastorales parroquiales asuman con “generosidad y responsabilidad el tema de la construcción de la paz”, y para ello es necesario crear en cada parroquia una comisión que anime e impulse este tema, haciendo conciencia de que la paz es un asunto de todos: niños, jóvenes y adultos. “Cada comunidad habrá de buscar los mejores caminos, con creatividad y empeño”.
Conciencia social sobre la paz
Monseñor Garfias Merlos propuso también una Jornada Diocesana por la Paz; básicamente se trata de una actividad anual o periódica comunitaria y multitudinaria, cuya finalidad debe ser posicionar el tema de la construcción de la paz en las agendas eclesiales y civiles.
Explicó que dicha jornada debe ofrecer tiempos para la reflexión, para la manifestación pública y para la celebración, dando también un lugar especial a las víctimas de la violencia, para promover la conciencia y el compromiso de la construcción de la paz en la iglesia y en la sociedad.
Acompañamiento a las víctimas
Y como tercer eje, propuso la creación de programas específicos de acompañamiento integral a las víctimas de la violencia, el cual –señaló– es indispensable que se desarrolle con una colaboración interinstitucional: Iglesia, Estado, sociedad, empresas, universidades, asociaciones civiles, entre otros.
Refirió que el objetivo del proyecto de atención a víctimas no es otro que el de ofrecer apoyo profesional multidisciplinario a las personas que han sido víctimas de la violencia en sus diferentes formas (muertes, desapariciones, secuestros, intrafamiliar) para facilitarles un proceso de recuperación y sanación psicológica y espiritual.
“Es necesario ofrecerles a estas personas la oportunidad de encontrar nuevamente el rumbo en su vida, producir un cambio es fundamental, pues están atoradas en los sentimientos de impotencia, enojo, frustración y tristeza”.
Claves para construir la paz
El Arzobispo también explicó a los Vicarios de Pastoral la importancia de la formación permanente del presbiterio en la construcción de la paz. Dijo que los sacerdotes deben ser conscientes de que tienen un papel relevante en las comunidades, y que por ello tienen una responsabilidad pastoral y social que cumplir en torno a los sufrimientos y las aspiraciones de la gente.
“Tenemos la tarea de alentar la esperanza que se desprende del encuentro con Dios, para que la gente no se aísle ni se resigne a la violencia, sino más bien se incorpore activamente a proyectos y acciones de construcción de la paz. Sigamos haciendo nuestro llamado a quienes optan por la violencia y se han convertido en victimarios de sus hermanos, para que reconsideren su situación y dejen de hacer daño”.
Explicó que algunas de las acciones que los sacerdotes pueden implementar en este eje de construcción de paz son: Cursos y Talleres de Capacitación en Intervención en Crisis y Acompañamiento integral a Víctimas de la Violencia; Ejercicios Espirituales de Sanación y Reconciliación; La Pastoral del Consuelo y de la Esperanza; participación en Diplomado para la Paz y Resolución de Conflictos, entre otras.
Construir la paz es humanizarnos
A manera de conclusión, Garfias Merlos llamó a que el Proyecto de Construcción de la Paz del Episcopado se replique en todas las diócesis del país, pues “construir la paz es humanizarnos y vencer la cultura de la muerte”.
“Espero que todos, al volver a sus respectivas diócesis, lleven muchas ideas que les ayuden a replantear la manera de hacer pastoral, y hacer caso a la invitación del papa Francisco, de ir a las periferias y acercarnos a quienes sufren, víctimas de la violencia”.
Insistió en la importancia de que la Iglesia sea sensible al dolor de las víctimas de las violencia, sobre todo las víctimas del crimen organizado, que ha provocado miles de asesinatos, secuestros, desapariciones forzadas, extorsiones y desplazamientos en el país.
“No se puede pensar en construir la paz habiendo tantas personas afectadas por la violencia. Atender a las víctimas es también una cuestión preventiva, ya que ser víctima es la ruta más corta para ser victimario”, concluyó.