En el transcurso de la última década la ‘misión continental’ ha sido una de las principales y más ambiciosas apuestas de la Iglesia latinoamericana y caribeña. Reunidos en Aparecida (Brasil), en mayo de 2007, los obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) asumieron “el compromiso de una gran misión en todo el Continente”, con la exigencia de “profundizar y enriquecer todas las razones y motivaciones que permitan convertir a cada creyente en un discípulo misionero” (DA 362).
Benedicto XVI, por su parte, en la inauguración de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño advirtió que “la Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción”, y así lo ha reiterado Francisco en Evangelii Gaudium, su encíclica programática (cf. EG 14).
Los discípulos-misioneros no son ajenos a la evangelización de lo social, de las realidades de los pueblos que aspiran a tener vida digna, en especial los más pobres. Así lo exigieron los obispos en Aparecida: “la Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente” (DA 362).
Discernir ‘los signos de los tiempos’
Fue en la 34ª Asamblea ordinaria celebrada en Panamá, en 2013, cuando el CELAM propuso una nueva manera de discernir ‘los signos de los tiempos’ de la realidad latinoamericana, a la luz de la Palabra de Dios, del Magisterio de la Iglesia y, especialmente, de su doctrina social, con miras a la evangelización de las relaciones sociales.
Bajo la inspiración de la V Conferencia y en el marco del pontificado del primer Papa latinoamericano, la preocupación por la repercusión social del Evangelio ha sido una de las prioridades del CELAM, una decisión radical.
Como tal, esta tarea fue asumida por la Escuela Social a partir de mayo de 2015, cuando la 35ª Asamblea ordinaria del CELAM, reunida en Santo Domingo, confirmó la propuesta de crear un Centro de Estudios: el Centro Bíblico Teológico Pastoral para América Latina y el Caribe (CEBITEPAL), cuya identidad se nutriría de la rica trayectoria del Instituto Teológico Pastoral para América Latina (ITEPAL), con más de 40 años, del Centro Bíblico Pastoral para América Latina (CEBIPAL) y del Observatorio Pastoral para América Latina (OBSEPAL), con más de una década.
Esto quiere decir que, si antes existían tres entidades –hasta cierto punto independientes–, con el CEBITEPAL se asume que el Centro de Estudios del CELAM estará integrado por tres Escuelas que, indefectiblemente, deberán interactuar: la Escuela Bíblica, la Escuela teológica y la Escuela Social.
El presidente del CELAM, el cardenal colombiano Rubén Salazar Gómez, ha destacado que, en el caso de la Escuela Social “tiene que ver no solamente con la difusión de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), sino también con el análisis permanente de la realidad, para que podamos siempre responder a lo que el Señor y nuestros pueblos necesitan”.
El teólogo argentino Juan Carlos Scanonne, miembro de la comunidad académica de la Escuela Social, al referirse al imperativo de discernir los ‘signos de los tiempos’, explica que “Dios ya está actuando en la historia y hay que saber interpretar los signos de su presencia y de su paso, sin dejar de considerar la ‘crisis socio-ambiental’ a la que se refiere el papa Francisco en Laudato si’ (cf. LS 139)”.
No en vano el secretario general del CELAM y rector del CEBITEPAL, monseñor Juan Espinoza Jiménez, durante la presentación oficial de la Escuela Social –el 14 de marzo de 2016– recordó que si bien es cierto que la misión pastoral del CELAM se ha encaminado “a instaurar el Reino de Dios, transformar las realidades denigrantes, defender los derechos de todos, especialmente de los más débiles, fortalecer la dignidad humana, y potenciar los valores culturales de nuestros pueblos; es también un hecho que las labores sociales y la proyección concreta de la palabra reflexionada, meditada y celebrada, aún es muy poco vivida y compartida en el diario caminar”.
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