Sudán del Sur se borra de la agenda del papa Francisco. Al menos de momento. Según ya adelantó Il Messaggero, Bergoglio se ha visto obligado a renunciar a su viaje conjunto con el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, al no poderse garantizar las condiciones mínimas de seguridad.
No lo hace por voluntad propia. Pero no hay alternativas. El Vaticano ha tomado la decisión recientemente y así lo ha confirmado en la mañana de hoy, 30 de mayo, Greg Burke, portavoz de la Santa Sede. Una comitiva vaticana ya había viajado al país para estudiar en detalle el despliegue de seguridad. Sin embargo, los informes no son favorables y, pese a que se lleva meses trabajando en esta visita, no se hará efectiva, de momento.
La idea inicial era ir entre octubre y noviembre, pero la situación actual, con la ruptura del alto el fuego hace inviable la visita papal. El sueño de la visita papal se ha desvanecido para los obispos sudaneses, que hace seis meses fueron a Roma para instar al Papa a llevar una palabra de aliento en esa tierra olvidada, donde viven cuatro millones de católicos.
El Vaticano estudia la posibilidad de incardinar a los sacerdotes en los movimientos laicos. Es decir, que Comunión y Liberación, el Camino Neocatecumenal o el resto de realidades eclesiales puedan tener sacerdotes dependientes de ellos y no de los obispos diocesanos.
El tema fue afrontado ayer por la mañana en la reunión que el papa Francisco mantuvo con los responsables de los dicasterios vaticanos, según recoge Vatican Insider.
Hasta ahora, solamente las prelaturas personales (como el Opus Dei) y los ordinariatos (militares, o los creados para favorecer el regreso de los anglicanos) tenían la posibilidad de incardinar sacerdotes.
Un total de 29 personas perdieron la vida el pasado 26 de mayo en el ataque contra un autobús en el que viajaban cristianos coptos para ir al monasterio de San Samuel, en la provincia de Minia (Egipto). “Se les pidió que renunciaran a su fe, pero todos se negaron, incluso los niños”, según publica France Soir haciéndose eco de las declaraciones a AFP del P. Rashed, que se reunió con los heridos el día siguiente al atentado.
La hermana de una de las víctimas –George– indicó que el joven se iba a casar en un mes e iba al monasterio para rezar y meditar. Otro de los asesinados era un estudiante de 18 años, que quería ser médico e iba a pedir a los monjes que rezaran por él.
Los terroristas del autodenominado Estado Islámico mataron a sangre fría (con un disparo en la boca, la garganta o el cráneo) a los peregrinos uno a uno, tras negarse a renunciar a su fe.