La catequesis de hoy miércoles 31 de mayo, el papa Francisco ha continuado su ciclo de reflexiones sobre la esperanza, en este caso en relación con el Espíritu Santo.
Además, la celebración de Pentecostés, el próximo domingo 4 de junio, “cumpleaños de la Iglesia”, en palabras del Papa, ha concentrado en Roma en estos días a muchos grupos de la Renovación Carismática que está celebrando sus bodas de oro. A estos grupos les ha invitado Francisco “a perseverar en la oración, junto con María, Nuestra Madre, pidiendo a Jesús que el don del Espíritu Santo nos haga sobreabundar en la esperanza”.
“Mientras haya esperanza, hay vida”
“El Espíritu Santo sopla y mueve la Iglesia, camina con ella, por eso, del mismo modo que la Escritura paragona la esperanza a un ancla, que asegura el barco en medio del oleaje, también podemos compararla con una vela que recoge ese viento del Espíritu para que empuje nuestra nave”, ha dicho el Papa, a la vez que ha invitado a la Iglesia a ponerse en camino y no a ser “un pueblo sedentario”.
El Espíritu Santo alimenta “la esperanza no solo del corazón de los hombres, sino de toda la creación”, porque “no se puede ensuciar un cuadro sin ofender al artista que lo ha creado”, ha dicho Bergoglio al expresar la relación del Espíritu con el Padre y con la creación.
A partir de la despedida de la carta de san Pablo a los romanos, el Papa ha señalado que “cuando decimos: ‘Dios de la esperanza’ no significa solamente que Dios es el objeto de nuestro anhelo, algo que deseamos alcanzar en la vida eterna; sino que Dios es quien nos colma hoy y en cualquier lugar de su alegría y de su paz”.
En este sentido, Francisco ha jugado con el dicho popular que dice “donde hay vida, hay esperanza”, para proponer también el refrán contrario: “mientras haya esperanza, hay vida”. “Los hombres necesitan esperanza para vivir y necesitan el Espíritu Santo para esperar”, ha sentenciado.
“Nuestra esperanza no quedará defraudada”
“Estemos seguros de que nuestra esperanza no quedará defraudada, porque el Espíritu ha derramado en nuestros corazones el amor de Dios y da testimonio de que somos sus hijos”, ha afirmado el Pontífice.
“Llenos de confianza, seremos capaces de afrontar cualquier tribulación y de ser sembradores de esperanza entre nuestros hermanos, consolando, defendiendo y asistiendo a todos, como el Paráclito nos enseña y nos guía”, concluye Francisco.