Horas antes del fallo del jurado, se la daba por favorita. Poco antes de las doce de la mañana se confirmaba. La escritora británica especializada en religión comparada Karen Armstrong ha sido galardonada con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2017, imponiéndose a otros candidatos como Ramón Tamames o Edward Osborne Wilson.
Si hay un término que define a esta teóloga es “compassion”, que hay quien traduce como compasión, pero cuyo significado se identifica con el concepto de misericordia. Así pues, la teóloga de la misericordia -o de la compasión- recibe un galardón que reconoce su apuesta por el entendimiento entre credos y culturas, por el diálogo interreligioso y su eco en la sociedad.
“Sin excepción, en todas y cada una de las religiones aparece la misericordia. La capacidad de tratar al prójimo desde ahí no es solo la prueba de una religiosidad verdadera, sino que encamina a judíos, cristianos y musulmanes a la presencia de lo divino. También para Buda la misericordia conduce al Nirvana”, detalla Armstrong en una charla TED, que le valió el premio a la mejor ponencia en 2008. ¿La máxima de esta misericordia común? “Lo que no desees para ti mismo, no se lo hagas al otro”, explica en la pensadora remitiéndose a Confucio.
“Con la misericordia nos quitamos del centro de nuestro mundo y colocamos al otro. Una vez liberados de nuestro ego, estaremos listos para ver a Dios”, asegura la teóloga que fue monja en su juventud.
Fue tras una crisis de fe, cuando durante 13 años se mantuvo alejada de la religión y dirigió todos sus esfuerzos en ser catedrática de Literatura inglesa. Sin embargo, problemas económicos le llevaron a convertirse en tertuliana en programas religiosos de televisión.
“De repente me enviaron a Tierra Santa a hacer una película sobre las primeras comunidades cristianas y por primera vez me topé con el judaísmo y el islam, religiones hermanas del cristianismo. No sabía nada y me di cuenta de la profunda conexión entre ellas“, confiesa.
Fue entonces cuando comenzó a estudiar a fondo las tradiciones religiosas. Y se despojó de inercias para redescubrir la esencia. “Creer originalmente significaba amar, valorar. Significaba: me entrego, me comprometo”. Así, Armstrong se pregunta : “Si la religión no se basa en creer en cosas, ¿en qué consiste? He descubierto que, en general, la religión consiste en actuar de otra manera, comprometerse. Y en esta práctica, la misericordia ocupa un lugar preferencial”.
Por este motivo, la teóloga considera que la religión lejos de ser un problema o tener que reducirla al ámbito privado, puede convertirse “en motor para la armonía”. De ahí que haya puesto en marcha la llamada “Carta por la Compasión”, una iniciativa que ha promovido a lo largo y ancho del planeta.