Menos de un mes después de la oleada de violencia sufrida en la Diócesis de Bangassou (al este de República Centroafricana) y que obligó a 7.000 personas a abandonar sus casas, el obispo local, Juan José Aguirre, denuncia que “las cosas siguen igual: el Gobierno, ausente; los cascos azules marroquíes, ineficaces”.
El enfrentamiento entre las milicias antibalakas y los musulmanes extremistas de la Seleka se recrudecen y afectan a toda la población, tanto cristianos como musulmanes. En concreto, según Aguirre, “hay 2.500 musulmanes, la mayoría mujeres y niños, y los antibalakas están presionando para matarlos. Si llevas a uno en el coche al hospital y lo encuentran, le pegan un tiro”.
El comboniano español relata dos ejemplos que muestran la gravedad de la situación: “Han llegado 29 alumnos de la ciudad de Bakouma para hacer exámenes, y hay un chaval musulmán. ¿No sabían que Bangassou arde? Lo llevamos enseguida a una parroquia para que se esconda allí hasta el examen, si algún día tiene lugar”.
“Anoche –sigue contando– dieron a luz dos mujeres en el seminario. En medio de la multitud, dos cabecillas asomaron a la vida en un lugar donde mañana podrían ser sacrificados. Viven hacinados. Pero no podemos darles nada mejor”.
Desde los ataques acaecidos en las primeras semanas de mayo, el obispo acoge a miles de personas en la misión católica de Bangassou, muchas de ellas en su propia casa. Él mismo se vio inmerso en un tiroteo, del que salió ileso. Aguirre relataba entonces a Vida Nueva: “Las balas pasaron muy cerca, a mí nunca me apuntaron. Cuando me acercaba, bajaban las armas”. Y ahora explica: “Me ven con fiebre, pero me dicen que ni se me ocurra curarme fuera de Bangassou, no vaya a ser que ataquen el seminario y los [cascos azules] marroquíes se escaqueen”.
¿Tiene algo que ver este recrudecimiento de la violencia en República Centroafricana con la sucesión de ataques que se están repitiendo en Europa? En opinión del obispo, no: “Estos musulmanes no tienen nada que ver con los bestias que atacaron Londres hace tres días. Estos criminales en Europa y Oriente, en Nigeria y Malí, han sido financiados por petrodólares y ya habéis leído que siete países han roto relaciones diplomáticas con Qatar”.
Y la denuncia va todavía más lejos: “Pienso que alguno de esos que se hacen pasar por inocentes están dentro hasta el cuello, sin excluir ni al Tío Sam [Estados Unidos] ni a las compañías que financian el terrorismo desde el corazón de Europa, para nuestra desgracia. Recordad cuando escribí hace algunos años que el mismo talonario que pagó los mejores jugadores del Fútbol Club Barcelona sirvió para financiar el terrorismo. Los dirigentes de ese histórico y honorable club se lo pasaron por el arco del triunfo. El dinero lo compra todo, incluso el honor y la bandera de un club que ha dado al fútbol español tantas alegrías. De hecho, el nombre de Qatar y la bandera del club se hermanan en la misma camiseta. ¡¡Es de vergüenza!!”.
“Miro por la ventana y viene una fila de rayos en el horizonte cargados de agua –describe Juan José Aguirre–. La lluvia refrescará el ambiente bochornoso de hoy y regará las cosechas que ninguna de las mujeres del campo de desplazados podrá recoger dentro de un mes, si todo aquí sigue igual. De un grano de cacahuete en la tierra buena de Bangassou, brotarán 15 o 20 al final de junio, pero solo para algunos”, se apena, y culpa a “1.000 tozudos antibalakas que se lo quieren impedir. De libertadores se han convertido en criminales y bandidos. Y esta vez no son musulmanes radicales. Esta vez los asesinos son no-musulmanes, todas las posibilidades juntas…”.
“Que la bondad de Dios Padre nos libere de libertadores sin escrúpulos, jóvenes de 15 a 25 años teledirigidos para hacer daño”. Y el obispo termina su escrito con un inquietante “Dormid bien, hasta mañana”.