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Sacerdote mexicano encabeza movimiento por agua limpia y vida digna para los campesinos

  • El padre Zesati no se ha cansado de denunciar la contaminación del agua en la Cuenca de la Independencia, Guanajuato; ante la negación de las autoridades, ha comenzado a explotar otras alternativas para llevar vida digna a la comunidad





Fue hace cinco años cuando el sacerdote Juan Carlos Zesati Ibargüengoitia, perteneciente a la Diócesis de Celaya, llegó a atender pastoralmente a la comunidad de San Luis de la Paz, en Guanajuato; no tardó mucho tiempo en darse cuenta que en la localidad las personas enfermaban gravemente a causa del agua contaminada que extraían de los pozos para beber. La causa: flúor y arsénico en el vital líquido.

Tras una rápida investigación, se percató que el problema no era insignificante, sino que se extendía más allá de la comunidad de San Luis de la Paz a toda la Cuenca de la Independencia, que abarca otros municipios como San Miguel de Allende, Doctor Mora, Dolores Hidalgo, San Felipe, San Diego de la Unión y San José Iturbide.

Desde entonces, el sacerdote –originario del estado de Zacatecas–, comenzó a trabajar junto con la comunidad, denunciando por todas las vías posibles esta dramática realidad que hasta la fecha es negada por las autoridades, pese a que científicos de diferentes instituciones, entre ellas la Universidad Nacional Autónoma de México, han avalado la existencia de contaminantes en el agua.

En entrevista para Vida Nueva Digital México, el padre Zesati explicó que han denunciado este problema a nivel municipal, estatal y federal, pero no se ha logrado que las autoridades acepten la existencia del problema, pese a las pruebas científicas que se les han entregado.

Agua, el nuevo oro

“Vemos que hay muchos intereses en el tema del agua; que hay mucha corrupción, pues el agua es el nuevo ‘petróleo’, el nuevo oro”, consideró.

También lamentó que ante el problema, las autoridades no se preocupen por la salud de las personas, que se están enfermando de insuficiencia renal, cáncer, diabetes y a nivel neurológico, ya que el flúor y el arsénico –dijo– repercuten gravemente en la salud, “siendo los niños los más perjudicados”.

De acuerdo con el padre Zesati, incluso una doctora egresada de la Universidad de Harvard ha comprobado científicamente la contaminación del agua, pero los estudios tampoco han sido considerados por las autoridades para tomar medidas en beneficio de la población.

Señaló que otras organizaciones que han apoyado con la denuncia de esta situación son el Charco del Ingenio y  la Colisión para la Defensa de la Cuenca de la Independencia, así como una red de organizaciones de base que tienen un trabajo de producción sustentable.

A oídos sordos, trabajo y organización

El padre Zesati, quien desde hace tres años también es el responsable de la Pastoral Campesina en la Diócesis de Celaya, explicó que ante el problema y la falta de respuesta del gobierno, ha decidido ayudar a la comunidad desde diferentes ámbitos: “por un lado, trabajar en la formación, conciencia y organización de la comunidad, así como en el acompañamiento y denuncia para afrontar el problema del agua que está relacionado con la tierra; lo segundo es trabajar en un sistema de vida con los pequeños campesinos y, por último, buscar alternativas desde la capacidad de las comunidades”.

Aseguró que los “golpes que recibe la gente del campo son muy fuertes, por lo que hay que generar alternativas de vida que los lleven a tener una vida digna”.

Fue así que, a mediados de 2016, organizó a más de 40 comunidades del municipio para realizar la construcción de cisternas para captación de agua pluvial: “debido a que el agua de los pozos está contaminada, una alternativa es captar el agua de la lluvia, a través de un trabajo solidario y de unión de las comunidades; las cisternas familiares se han ido construyendo poco a poco, con el apoyo de todos”.

Tres años antes, en 2013, también inició la construcción de un Centro Comunitario en la localidad de San Cayetano, en el mismo municipio de San Luis de la Paz, como un espacio de atención social, dispensario y servicios para que las personas de la comunidad pudieran investigar o hacer sus tareas.

“Este centro –dice– ha facilitado puentes de solidaridad, pues ha permitido crear vínculos con personas que vienen a compartir sus talentos por la vía del servicio social; por lo general son jóvenes con un gran espíritu de solidaridad, especializados en Veterinaria, Sicología, Derecho y Administración. Se quedan varios meses viviendo aquí, apoyando en la consolidación de las cooperativas”.

Por la dignidad del campesinado

“Dios es un Dios de la vida, quiere la vida de sus hijos, quiere vida digna”, aseguró el sacerdote, quien durante estos años ha sido apoyado por su obispo, monseñor Benjamín Castillo Plascencia, en su trabajo pastoral.

Explicó: “Lo que intentamos promover es la vida digna en el campo, buscando alternativas con los campesinos para que no emigren, sino que se queden en su comunidad. Debemos hacerlos conscientes del valor del gran servicio que prestan al país. En este sentido, estamos promoviendo el trabajo en cooperativas con una dimensión social, pero también de fe”.

Refirió que hace unos meses se intentó instalar una planta de cianuro en la comunidad, pero gracias a las protestas organizadas de la gente, fue posible detener su construcción. “Estas acciones revelan una tendencia hacia un tipo de desarrollo que está muy ligado a la extracción; creen que los bienes de la tierra nunca se van a acabar y que se puede disponer arbitrariamente de ellos sin pensar en las futuras generaciones. Es una amenaza basada en una visión individualista que deja fuera a nuestros campesinos”.

En defensa de la casa común

Para el padre Zesati el problema de la contaminación del agua también tiene un sentido espiritual: “El espíritu de Dios nos anima a todos, todo merece un respeto y una visión de fe. Considerar que todo se puede convertir en mercancía, y no ver la creación como algo sagrado, es precisamente lo que ha llevado a la devastación que estamos viendo, a los peligros y amenazas a la vida humana y a la casa común”.

Como sacerdote –dijo– es importante estar abiertos a la voluntad de Dios para ver en qué se puede colaborar con estas comunidades: “Dios nos va diciendo por dónde debe ir nuestro compromiso, y en este momento, una parte importante es fortalecer la cohesión de la comunidad a través de la fe, pues sólo de esta manera la gente va respondiendo a los retos que debe enfrentar”.

Evangelizar y humanizar

Finalmente, al hablar de los retos de los sacerdotes frente a la violencia y la inseguridad en el país, el padre Zesati consideró fundamental “hacer un examen de conciencia que nos lleve a entender por qué, en un país que se dice católico y en el que la mayoría se bautizan, hay una realidad tan grave de violencia. En asesinatos estamos a la cabeza, en los primeros lugares a nivel mundial, compitiendo con países que están en guerra abierta”.

“Para nosotros, como sacerdotes, es un desafió arriesgarnos a ser buena noticia en aquellos espacios que se están quedando fuera del Evangelio; hay personas comprometidas que están abriendo brecha; tenemos que salir de los templos para buscar a Cristo en el hermano; es un reto desde la formación del seminario”, agregó.

Y concluyó: “como sacerdotes debemos tener claro que evangelizar va muy de la mano con humanizar; evangelizar es convertirnos en buena noticia, y para ello, debemos buscar cómo humanizar este mundo. El abastecimiento de agua limpia, en particular, está ligado a una justicia social a la que también nos llama el Evangelio”.

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