Colombia

Creer en la reconciliación

Un proyecto de los menonitas y la Iglesia Protestante de Holanda





Acercarse al otro, caminar a su lado, interesarse por lo que le ha ocurrido y buscar colectivamente, desde el seno de la realidad, una orientación para la vida, en trato con las Escrituras.

Acciones de este tipo caracterizan el proyecto Creer en la reconciliación, una iniciativa de los menonitas, que, en asocio con la Iglesia Protestante de Holanda, se desarrolla desde hace algunos años en solidaridad con varias comunidades cristianas tocadas por el conflicto armado en Colombia.

En tiempos en que se multiplican las comprensiones sobre la reconciliación, hacía falta plantear una vez más la pregunta por el significado de esta aspiración desde una perspectiva de fe. A ello ha buscado responder el proyecto, primero en Trujillo (Valle), y, ahora, en El Garzal (sur de Bolívar); en Basurú, (Chocó); y en el barrio San Nicolás, de Soacha (Cundinamarca).

Inge Landman, teóloga a cargo de la experiencia

A cargo de Inge Landman, la iniciativa recurre a la lectura contextual de la Biblia, un método de acercamiento al texto de tradición que inicia con un análisis de las condiciones de vida de las comunidades, para luego vincularlas a los anhelos de liberación expresados en las Escrituras. Como explica la pastora holandesa, muchas historias bíblicas refieren a la situación de un pueblo oprimido y hablan de relaciones asociadas al poder, los conflictos y la corrupción. En ellas se reconocen las comunidades que han sufrido los efectos de la injusticia que se vive en campos y ciudades.

En alguna oportunidad, las mujeres de la comunidad cristiana de El Garzal se reunieron para hablar de los estragos causados por la ola invernal en su territorio y de cómo, en medio de la calamidad, se sintieron abandonadas por el Estado. Volvieron comunitariamente a un texto del Evangelio de Lucas que hace mención de una viuda que, sin desfallecer, acudía ante un juez, una vez tras otra, en busca de justicia. Hicieron una dramatización moderna del episodio y terminaron concluyendo que debían organizar a la comunidad, para que ésta, en su conjunto, reclamara al alcalde municipal de Simití atención oportuna frente a la situación que estaban viviendo.

La fe para esta comunidad, así como para otras en diversas partes de país, se ha convertido en una ocasión para alentar formas de resistencia pacífica en los territorios.

Sobreponiéndose a la falta de oportunidades de trabajo, a las amenazas en el marco de sus luchas por la tierra o en medio de violencias de todo tipo que viven como parte de la población civil en zonas vulnerables, los cristianos de estas iglesias aportan una reflexión colectiva sobre la reconciliación en el marco de su análisis de situación y de su estudio bíblico. Lo hacen primero de puertas para adentro, revisando sus relaciones, como quien quiere arreglar la propia casa antes de salir a arreglar el mundo.

En el marco de este proceso descubren que la reconciliación se gesta a su ritmo y que el perdón precisa de condiciones de posibilidad.  Inge reflexiona al respecto, al señalar que comunidades como las de Chocó le exigen al país transformaciones estructurales para salir dignamente del estado al cual han sido sometidas.

La tentación de la vía armada prevalece allí donde no están resueltas las necesidades bá- sicas del pueblo. En Soacha la teóloga ha conocido un nuevo rostro femenino de la pobreza en las mujeres que deben sacar adelante a sus hijos solas, en medio de la criminalidad de las bandas que trafican con drogas e imponen su control. ¿Es posible avanzar hacia el perdón en estas condiciones, cuando la victimización se acumula un día tras otro? A la exigencia de la justicia se suma la de la verdad, un reclamo de quienes para perdonar piden claridad absoluta sobre los hechos victimizantes. Pero hay otra verdad que falta: la verdad de quienes no pueden elevar su voz de denuncia, porque no cuentan con los mecanismos de protección para preservar su vida, frente a quienes la amenazan.

“A pesar de todo lo que están viviendo estas comunidades siguen dispuestas a pensar en el futuro y a transformar su realidad”, manifiesta admirada la misionera. Piensa particularmente en la apertura que tienen los miembros de estas iglesias para encontrarse, incluso, con quienes en el pasado les hicieron daño y admitir eventos de diálogo.

Uno de estos eventos se desarrolló el 2 de mayo en la Universidad Javeriana, cuando pastores e integrantes de comunidades alcanzadas por el conflicto armado se sentaron a hablar de reconciliación con Marcos Calarcá, integrante del Estado Mayor Central de las FARC. “Solo la confianza rompe el silencio”, afirmó Inge en dicha oportunidad. La actividad se constituyó en un verdadero encuentro “improbable”, pero posible. Según Juan Pablo Lederach, autor de La imaginación moral, acontecimientos así son los que pueden generar las condiciones de posibilidad para que Colombia avance.

Mientras tanto, Inge considera que las iglesias pueden poner de su parte para profundizar temas claves, como el perdón, y evitar malos entendidos. “Perdonar no es olvidar”, señala. “El perdón es un regalo, que puede ayudar a las víctimas a sanar; no es algo que podamos usar para presionar a nadie”.

 

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