La apuesta de los escolapios no se detiene en medio de la crisis provocada por Maduro
“Mantener nuestras escuelas abiertas es nuestra manera de cooperar con la reconstrucción del tejido social”. Tal es la convicción que mueve por estos días a los escolapios de Venezuela. En medio de la crisis, los religiosos han reafirmado su convencimiento en la posibilidad transformadora de la misión educativa.
Un convenio firmado en 1990 entre el Estado y la Asociación Venezolana de Educación Católica les permitió recobrar el carácter popular de su trabajo y dirigir sus acciones en beneficio de comunidades particularmente vulnerables. Hoy, cuando la situación de convulsión social se ha hecho presente en el escenario escolar, la Orden de las Escuelas Pías, fundada por san José de Calasanz hace 400 años, reflexiona sobre su identidad en el contexto venezolano y estimula el pensamiento de quienes han hecho de la educación el centro de su labor pastoral.
“Nuestra escuela está llamada a ser espacio de reconciliación y de siembra de la fe, para descubrir el sentido auténtico de la vida humana”, señala el padre Willians Costa. Según el escolapio, reconstruir el tejido social implica generar espacios de diálogo en medio de la politización y división de la sociedad venezolana; propiciar “pequeños oasis de esperanza y vida”.
Con 17 años de edad, Kevin Silva, estudiante de último año del Colegio Calasanz de Caracas, ha encontrado en el centro cultural animado por la institución la ocasión de servir a los demás. A su parecer, acciones de solidaridad como las que se promueven en su colegio son también una forma de contribuir al advenimiento de un futuro distinto. Lo mismo cree Katty Merchán, egresada y actualmente docente del plantel, quien afirma que, en medio de la violencia que cobra espacios entre la juventud, las actividades artísticas y deportivas pueden favorecer el surgimiento de mejores relaciones entre las nuevas generaciones.
“Se trata de discernir y soñar la escuela de Calasanz, desde la realidad que vivimos, reconstruimos y proyectamos”, agrega el padre Costa. En el siglo XVI, José de Calasanz encontró en los barrios pobres de Roma la mejor forma de asegurarle a la niñez marginada de su tiempo condiciones dignas de vida. Fundó la primera escuela popular, cristiana y gratuita de Europa en la sacristía de la iglesia de Santa Dorotea (Trastévere). En la actualidad, la mayoría de las escuelas de los escolapios de Venezuela están ubicadas en sectores necesitados. Según el padre Costa, esto ayuda a ubicarse en “los nuevos trastéveres del mundo moderno”, a acercarse a las intuiciones de Calasanz y a vivir en coherencia la opción preferencial por los pobres característica del carisma.
La situación de Venezuela ha irrumpido entre las paredes de los centros educativos y ha tomado parte en las conversaciones que tienen lugar en aulas y pasillos. La escasez, la inseguridad y la incertidumbre forman parte del diario vivir de quienes desarrollan buena parte de su vida en el escenario escolar. La decisión de los escolapios de hacer de sus escuelas ambientes de paz y lugares de protección en medio de la crisis es su forma de aportar en la búsqueda de nuevos caminos.