Cultura

Vivaldi: el sacerdote que mejor suena en Venecia

  • El Museo Diocesano de Venecia se abre a la gran propuesta cultural de la turística laguna a través de su obra
  • El músico, que llevó al culmen la música barroca, revive gracias a las tecnologías expositivas más innovadoras





La música, como la creación del mundo en el libro del Génesis, comienza con un suspiro. Esa fue la experiencia de Antonio Vivaldi, el sacerdote y compositor veneciano que, debido a sus graves problemas de asma apenas podía hacer entera una predicación en la misa. La enfermad le hizo orientar su tarea pastoral a través del violín. Así, durante años, el conocido como “cura pelirrojo”, que vivió entre el siglo XVII y XVIII, fue violinista en la basílica de San Marcos y maestro de música durante casi cuarenta años en una casa para jóvenes pobres de la ciudad, el “Hospital de La Piedad”. De esa experiencia, con las desheredadas de su tiempo, surgirá la obra de este maestro de la música barroca.

Esta es la vivencia que quiere transmitir al visitante el Museo Diocesano de Venecia, a pocos pasos de la mismísima plaza de San Marcos y visible desde el Puente de los Suspiros, con un embarcadero de góndolas en la propia puerta. Su nueva propuesta expositiva, ‘Viva Vivaldi, el misterio de las cuatro estaciones’, expresa la fuerza de la música y la belleza para llegar a Dios, a través de la historia de este veneciano universal.

Algunos datos de la vida del músico

El recorrido de la muestra comienza en el corazón del museo, el claustro de santa Apolonia, un antiguo monasterio benedictino que sería con los años transformado en residencia de los canónigos de la Catedral. El mismo patio que tantas veces cruzó Vivaldi como violinista de la catedral es el lugar idóneo para entrar en contacto con algunos datos esenciales de la vida de este veneciano universal.

Allí se puede descubrir la fuerza de la música que a Vivaldi le transmite su padre, el exilio tras un gran período como sacerdote y músico en la ciudad de los canales, sus conciertos ante papas, reyes y nobles, sus fracasos en la dirección de espectáculos, su muerte en Viena en la soledad más absoluta…

Experiencia sensorial

Y del olvido total en el momento de su fallecimiento, a la recuperación sublime de su memoria a través de las técnicas museísticas más vanguardistas que proponen la plasticidad de la música como algo que se puede ver, sentir, oler, emocionar, inquietar…

En tres espacios, ‘Viva Vivaldi’ pone imagen y sensaciones a la vida y obra del músico. La primera confrontación con Vivaldi se desenvuelve entre proyecciones y un camino lleno de vericuetos en los que salen al encuentro los nombres y algunos de los detalles que han trufado la vida del genio veneciano: el soplo del Espíritu creador que aletea sobre las aguas y penetra hasta dentro como el asma del cura pelirrojo, la experiencia familiar, los protectores y los detractores… son las pinceladas que conforman este “retrato de un genio”.

Tras este itinerario, gracias a 33 pantallas, se entra propiamente en las experiencias vitales que hacen de Vivaldi un genio que entra en contacto con el misterio de sí mismo y con el Misterio al que se abre su alma. El itinerario humano y musical de Vivaldi se conforma entre el ambiente cosmopolita de Venecia, las mujeres de La Piedad, el descubrimiento de la música barroca y la expresividad del baile clásico…

El alma musical del mundo

Este acercamiento a las experiencias fundamentales que componen la vida y la partitura de Vivaldi encuentra su culmen en la obra de ‘Las cuatro estaciones’. La antigua iglesia benedictina, que un tiempo fue transformada en taller para el célebre cristal de Murano, se convierte en un espacio nuevo para sentir la brisa del espíritu y el aroma de la primavera o la humedad del otoño. ‘Las cuatro estaciones’ se transforman, a través de la proyección de imágenes y la selección musical, en las fases de la vida del propio Vivaldi.

Contemplar, sentir, escuchar, oler… la música lleva a comprender el misterio: la grandeza y la soledad, la vocación por componer y enseñar, el silencio y el renacimiento, la brisa sobre las espigas del campo…

Todo esto, y más, se experimenta con Vivaldi que, al mismo tiempo, con su música se apropia de las vivencias del espectador. Un espectáculo de luz y diseños clásicos y modernos que se conjugan armónicamente con la música en su sentido más puro y variado. La primavera se representa como el don para el mundo y para la Iglesia que supone la música de Vivaldi. El invierno refleja la guerra que llega a Venecia y que obliga al exilio del ya famoso organizador de conciertos. Un drama que se expresa hasta con una versión rock de la obra barroca más difundida hoy en día, mientras el visitante puede sentir que Nulla in mundo pax sincera –“No hay paz sincera en el mundo”, título de uno de los motetes del propio Vivaldi–.

La experiencia finaliza con algunas estampas venecianas. Las góndolas acercándose a la basílica de San Marcos o los relojes marcando irremediablemente las horas, mientras la obra de Vivaldi contagia al visitante a estremecerse y a pensar como el tiempo que miden esos relojes nunca será arrebatado, si se ha compartido con aquellos a los que se ama verdaderamente.

Experiencia pop con lo mejor de la música barroca

Los creativos del Museo Diocesano de Venecia se han reinterpretando, proponiendo uno de los mayores espectáculos de ‘videomapping’, una moderna técnica expositiva que combina las proyecciones, la música y otro tipo de efectos.

Es la primera vez que se emplea en un espacio cerrado, como es la antigua iglesia del monasterio de Santa Apolonia, desde hace años secularizada. Así ofrecen al visitante un espectáculo a través de 12 proyectores, sonido envolvente ‘dolby surround’ y otros efectos especiales, como el uso de perfume o de brisas de aire.

Para la realización de este espectáculo se ha contado con dos de los máximos expertos internacionales en este tipo de tecnología, los franceses Jean-François Touillaud y Gilles Ledos.

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