La organización defensora de derechos humanos que lleva su nombre rindió homenaje al joven boyacense
A través de un círculo de memoria, la Corporación Claretiana Norman Pérez Bello rindió homenaje el pasado fin de semana a la persona de la cual proviene su nombre, un joven boyacense asesinado hace 25 años en hechos que permanecen en la impunidad.
La actividad, llevada a cabo en Bosa, donde Norman Pérez desarrolló su compromiso cristiano de la mano de los misioneros claretianos, reunió a un nutrido grupo de personas vinculadas históricamente al proceso de las comunidades eclesiales de base. Entre ellas: Fernando Torres y Mario Guevara, de la corporación KairEd, y la hermana Maritze Trigos, dominica de La Presentación.
Con el tiempo, la movilización creció, hasta constituir una organización a nivel de toda la ciudad: la Asociación Estudiantil Sogamoseña (ASES). Como una forma de dar continuidad a dicho proceso, Norman entró al Movimiento Juvenil Kigüe-Yacta (Tierra de hermanos), una expresión de la pastoral juvenil de los claretianos en aquellos años.
En junio de 1988, ingresó a la Universidad Nacional y se trasladó a Bogotá. El padre Miguel Ángel Calderón recuerda: “Todo el mundo le tenía mucho cariño porque él se hacía querer; llevaba alegría a todas partes”.
El papá de Norman tenía un apartamento en la ciudad, donde el joven vivió durante algún tiempo, subsistiendo de su trabajo como vendedor de chance y celador. Más adelante se trasladó al barrio José Antonio Galán, de Bosa, donde conformó junto a un grupo de claretianos una comunidad eclesial de base. Se unió como catequista a la pastoral de la parroquia San Bernardino y, entre otras de sus actividades, se comprometió a fomentar estrategias de economía solidaria, codo a codo junto a otros jóvenes.
A inicios de la década de 1990 el genocidio de la Unión Patriótica avanzaba impunemente. A la manera de una cacería de brujas, se estigmatizaba formas de organización popular como una manera de perseguir a las agrupaciones guerrilleras en campos y ciudades. Las tesis de la doctrina de seguridad nacional legitimaron desapariciones, torturas y asesinatos a manos de la Fuerza Pública, en contra de la población civil. En la década anterior, el Movimiento de la Iglesia de los pobres ya había sumado a sus listas de mártires varios nombres, hombres y mujeres comprometidos con la denuncia de las injusticias y con el anuncio de la posibilidad de una sociedad colombiana diferente. En Neiva, Santa Martha y Bogotá se les seguía la pista a los claretianos. Los allanamientos se sucedían en las casas de formación y en las obras de los misioneros. El ambiente no había mejorado en 1992, cuando las comunidades eclesiales de base programaron una asamblea nacional para finales de junio, que se llevó a cabo en Cali. Norman fue elegido representante regional por parte de los grupos de Bogotá, pero no alcanzó a asistir a la actividad. El crimen que le quitó la vida ocurrió el 10 de junio.