El Papa Francisco ha convocado a la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se celebrará en el mes de octubre de 2018, y cuyo tema es “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. Ya hay documento preparatorio, y algunas Iglesias han comenzado a trabajar en él.
En México, recientemente, alrededor de 160 personas, entre religiosas, religiosos y sacerdotes diocesanos se reunieron en Mérida, Yucatán, para celebrar su Asamblea Nacional de Pastoral Vocacional 2017, y prepararse así para asumir el reto que ha lanzado el Santo Padre a la Iglesia universal.
Vida Nueva Digital platicó al respecto con el obispo mexicano Jorge Carlos Patrón Wong, Secretario para los Seminarios Congregación Pontificia para el Clero, quien, en primer lugar, se refirió a los principales medios para el crecimiento de las vocaciones en cualquier Iglesia particular.
Aseguró que algo que nos debe quedar claro es que la mayor parte la pone el Señor, quien toca el corazón de las personas, suscitando una vida discipular y misionera, y después las llama a servir a la comunidad cristiana.
“Las vocaciones no se pueden ‘producir’ –dijo– pero sí se deben poner las condiciones para que la voz de Dios que llama, se haga audible, sea reconocida y bien interpretada”.
Se refirió a la verdadera espiritualidad juvenil como el campo precioso para suscitar las vocaciones. Aseguró que todo joven que vive su fe, tarde o temprano se hará un cuestionamiento inaplazable: ‘¿Qué debo hacer yo para corresponder a tanto don recibido? ¿Cómo puedo unirme más definitivamente a Cristo? ¿Cuáles son las necesidades de la comunidad a las que soy llamado a servir?’
Señaló que estas son preguntas que tienen a la vez un sentido profundamente personal y social-comunitario; espiritual y humano. “Conviene observar que, desde su misma raíz, la vocación está marcada por la entrega gratuita y radical de sí mismo. La vocación puede surgir en cualquier edad, pero ocurre sobre todo en la adolescencia y la juventud”.
Una vez suscitada la vocación se hace necesario acompañarla. “Al principio –continuó monseñor Patrón Wong– se experimenta como una inquietud que toca el corazón, pero hablando de ello con un buen orientador, los jóvenes descubren caminos más concretos. Es conveniente que se les abra un abanico suficiente de posibilidades para que sepan distinguir en qué sintonía vocacional los coloca el Espíritu Santo”.
Sobre el papel que juegan las familias en la promoción de las vocaciones sacerdotales, aseguró que la familia es el primer ámbito evangelizador en el que los niños aprenden las virtudes humanas y los valores de la fe.
No obstante –añadió– si en la familia se encuentra la raíz de cada historia vocacional, ésta no basta porque la vocación se descubre, especialmente durante la adolescencia y juventud, en ámbitos más amplios, como son los de la parroquia, la Pastoral Juvenil o un movimiento eclesial, aunque “la familia permanecerá siempre como un referente necesario”.
–Hay familias abiertas a promover las vocaciones, ¿qué ocurrió en ellas?
–La familia también experimenta un cambio significativo cuando surge en su seno una vocación. Podríamos decir que se beneficia de este don, porque todos los dones de Dios se comunican y multiplican el bien. Así, la familia es evangelizada a partir de la vocación de sus hijos. Un ejemplo de este intercambio fecundo es el de la Sagrada Familia. María es la madre de Jesús, y junto con San José, educaron a su hijo en unos valores y una cultura abierta a Dios. De ellos aprendió el Señor a llamar a Dios “padre”. Pero al mismo tiempo reconocemos a María como la primera discípula de Jesús, que escuchó su Palabra, la conservó en su corazón y la puso en práctica.
Sobre la misión de las familias en la actualidad, monseñor Patrón Wong aseguró que ésta tiene la misión de acompañar durante toda la vida a sus hijos que han sido llamados por Dios.
Recordó que María fue quien permaneció al lado de Jesús al pie de la cruz, hasta el final, e incluso siguió acompañando a la comunidad de los discípulos. “Esto ocurre con mucha frecuencia entre las familias de los sacerdotes y religiosos. Sus padres y sus hogares son un ámbito de referencia, que acompaña, donde los lazos de la paternidad, la fraternidad y la filiación se amplían desde la fe”.
Con relación al papel que debe asumir la Iglesia en el fomento y cuidado de las vocaciones, el Secretario para los Seminarios de la Congregación Pontificia para el Clero desde el 2013, explicó que a los agricultores les lleva mucho más tiempo la siembra y el cuidado de las plantas que la cosecha. De modo similar –dijo– la Pastoral de las Vocaciones es más una tarea de siembra que de cosecha.
Agregó: “Por ello, la pregunta fundamental no gira en torno al número de vocaciones, sino a la preparación del terreno, a la cuidadosa siembra y a la paciente y orante espera que exige la maduración de una persona y de un don del Espíritu Santo. Es una pastoral que se debe hacer en un clima de profunda confianza en Dios”.
Reconoció la labor de los animadores vocacionales que, desde el principio, realizan una tarea formativa, que exige altos niveles de gratuidad y de generosidad, y recordó que el motivo para hacer Pastoral Vocacional es el bien de los jóvenes.
“Es así como Jesús llamó a sus discípulos, mirándolos con amor. Esta mirada amorosa, que es un reflejo del corazón del Padre, exige a la Iglesia que ponga todos los medios para la maduración personal, humana y espiritual, de los jóvenes. Evidentemente, donde se hace el bien a los jóvenes y se posibilita su crecimiento en la fe, surgen las vocaciones”, añadió.
Por último, señaló que la Iglesia también tiene la responsabilidad de seleccionar las vocaciones, garantizando que los jóvenes que ingresan al Seminario o a una Casa de formación realmente hayan sido llamados por Dios y en esto conviene ser exigentes.
Concluyó: “La experiencia demuestra que cuando se hace una buena selección, las vocaciones perseveran más e incluso se multiplican. La clave fundamental para esta selección es que exista una auténtica disponibilidad para el humilde servicio, rasgo esencial de la identidad de Jesús y de la misión de sus discípulos: ‘el que quiera ser grande entre ustedes, que sea su servidor, y el que quiera ser el primero sea esclavo de todos’, a ejemplo del Hijo del hombre, que no ha venido a que le sirvan, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos (Mt 20, 27-28)”.