Al cumplirse dos años de la publicación de la encíclica, Vida Nueva entrevista al referente del programa de ecología integral del CELAM y Cáritas América Latina y el Caribe
En vísperas del segundo aniversario de la encíclica ‘Laudato si’’, Vida Nueva dialogó con el diácono colombiano Alirio Cáceres Aguirre, referente del programa de ecología integral del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y de Cáritas América Latina y el Caribe, en torno al impacto, los alcances y las tareas pendientes que representa el ‘cuidado de la casa común’.
Pregunta.- ¿Qué impacto ha tenido ‘Laudato si” en la Iglesia latinoamericana?
Respuesta.- El impacto ha sido diverso. En algunos casos nulo, pues sectores de Iglesia han desconocido la encíclica y han priorizado prácticas piadosas asociadas con un imaginario de misericordia muy convencional y superficial. En otros ámbitos, se ha divulgado una idea superficial del mensaje de la encíclica. Así como hay café ‘descafeinado’ y leche ‘deslactosada’, hay sectores de Iglesia que manejan una ‘Laudato si´’ ‘desevangelizada’. Hablan de la ecología como algo ‘verde’, decorativo, accesorio. Esa versión ‘cosmética’ de la encíclica dista mucho de la mirada de Ecología Integral que plantea Francisco.
Pero hay otros sectores donde la recepción ha sido muy entusiasta. Paradójicamente los ambientalistas, movimientos sociales, gremios científicos, entre otros, han estudiado a fondo la encíclica y la han valorado por sus aportes a la humanidad. También las comunidades afectadas por el deterioro del ambiente han asumido con esperanza su mensaje, pues justamente ellos y ellas anhelan transformaciones debido a la gravedad de su situación.
Además del surgimiento del programa de ecología integral que el Departamento de Justicia y Solidaridad (DEJUSOL) del CELAM y Cáritas América Latina y el Caribe están llevando a cabo –esto de por sí es histórico–. Otro impacto notable es el Movimiento Católico por el Clima (MCMC), pues estos jóvenes nos dicen #ViveLaudatoSi’ –no solo ‘leela’ o ‘estudiala’–. Es un proyecto de vida, de cambio… Por eso hablan de ecoparroquias, misericordia con la Tierra, acciones concretas de la Iglesia frente al cambio climático.
P.- ¿En qué consiste el programa de ecología integral?
R.- Básicamente, tenemos tres campos de implementación de la encíclica que deben entenderse articulados entre sí.
El primero, es el campo colectivo. Se trata del territorio, de promover una inteligencia territorial. En ese ámbito, una opción es el ‘modelo REPAM’, es decir evangelización en marcos geográficos específicos: biomas, cuencas hidrográficas… La gran inspiración es la Red Eclesial PanAmazonica (REPAM) y su ‘prima hermana’ la REBAC, en el Rio Congo. Este año nació la Red Ecológica Integral del Cono Sur alrededor del Acuifero Guaraní, y va en camino la REMAM (Red Eclesial Mesoamericana), sobre el corredor biológico mesoamericano. La Campaña de Cuaresma 2017 en Brasil fue sobre biomas y dignidad de la vida. En Colombia, una provincia eclesiástica de ocho diócesis coinciden con la cuenca del Río Bogotá, y hay el potencial de tejer una red eclesial en torno al agua.
Un segundo ámbito es el comunitario. En este nivel, se propone la adopción de la guía de ecoparroquias –del MCMC–, de manera que cada casa, convento, seminario, templo, tenga su plan de gestión ambiental. Es una cuestión de coherencia en el estilo de vida. Ya no basta ‘reciclar’ unos pocos materiales, hay que hacer una gestión integral de residuos. O cambiar los focos por bombillas ahorradoras que, cuando se dañan, se vuelven veneno, son residuos peligrosos. Hay que utilizar energías alternativas, optimizar el agua, sembrar alimentos, utilizar arquitectura sostenible. Cada casa en donde esté una comunidad cristiana debe ser demostrativa de ese nuevo estilo de vida que propone ‘Laudato si’’.
El tercer campo de trabajo es la conciencia. En este ámbito, hay un esfuerzo por poner en juego ecopedagogias experienciales que realmente contribuyan a una conversión ecológica y se entienda que lo ecológico es integral. La Escuela Social del CELAM tiene unos cursos y diplomados muy interesantes. No podemos olvidar que la mejor educación ambiental es la que nos permite adquirir no solo conocimientos ecológicos sino que nos conecta con el Misterio de Dios.
P.- ¿Qué ha aportado ‘Laudato si’’ a la reflexión ecoteológica en América Latina?
R.- Es un marco de referencia aún inexplotado. Falta mayor profundidad teológica desde una ecología integral. Todavía tenemos una racionalidad muy fragmentada. La ecoteologia de ‘Laudato si’’ se hace desde el paradigma de la complejidad. Ha de ser una teología del ‘hogar común’, una teología de las interrelaciones de la vida, una teología de diálogo cultural de saberes, una teología interpelada por la economía, la ecología y el ecumenismo –en su sentido más amplio–.
También es hora de valorar los rastros de la teología latinoamericana presentes en ‘Laudato Si’’. Releer ‘Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres’, de Leonardo Boff, es hacer arqueología de ‘Laudato si’’. Además, está el desafío de traducir la mirada que propone la encíclica a un lenguaje popular.
La REPAM, por ejemplo, tiene una hermosa serie radial que vale la pena ser divulgada. Por otra parte, el diálogo ecoteológico con los pueblos amazónicos es fuente de ecología cultural que, a su vez, enriquece la ecología integral –ambiental, económica, social, de la vida cotidiana, que integra la ética del bien común– e intergeracional, y se nutre de una espiritualidad ecológica.
P.- ¿Desde el punto de vista pastoral, qué se ha alcanzado, qué hace falta?
R.- Ya hay conferencias episcopales, diócesis y delegaciones de pastoral social, con áreas que asumen el cuidado de la Creación. Es un avance. Pero esto debe hacerse dentro de una pastoral de conjunto que aún no veo. Debe hacerse dentro de un criterio de pastoral planificada, y tampoco lo veo.
Hacemos cosas como Iglesia, pero de manera aislada, cada uno por su lado. Justamente si nos pensamos como actores frente al cambio climático, si nos empoderamos frente a las cuencas hidrográficas o biomas que sustentan nuestra vida, si nos miramos desde una lógica ‘eco-lógica’ más integral e integradora, como se propone en el capítulo 4 de ‘Laudato si’’, se va a ‘hacer lío’ pero eso posibilitará un giro en nuestras comprensiones y prácticas.
Pero algo más, tenemos que darle fuerza a la ecología ‘social’, a la ecología ‘humana’ para proteger la vida de los niños, los campesinos, los habitantes de la calle, los migrantes y los desplazados. Tierra, techo y trabajo se insertan en el mensaje de ‘Laudato si’’. Pero lo social es ambiental a la vez. No podemos seguir disociando esas dos aristas de la realidad. El planteo ecológico es un planteo social. No hay dos crisis separadas. Hay una única crisis socio-ambiental causada por la tecnocracia, la tecnología y la economía que convierten en ‘dios’ al capital y renuncian al proyecto del Reino, a la vida en abundancia que Jesús ofrece.
P.- ¿Por dónde pasan sus sueños de ecoteólogo?
R.- Sueño con que cada parroquia sea ecoparroquia, cada seminario sea un ‘green seminar’, las diócesis se junten para conocer y defender el territorio, tal como lo han hecho en Colombia los obispos del Chocó biogeográfico. Sueño que hagamos ecoteología en coherencia con un estilo de vida austero y solidario. Que motivados por el video “La historia de las cosas” erradiquemos la cultura del descarte y que nada ni nadie sea basura.