Es el rector de la Universidad Católica de Argentina, además de una de una de las personas de referencia para Jorge Mario Bergoglio. De ahí que nunca esté de más leer y escuchar al arzobispo Víctor Fernández. Como en esta ocasión, en la que ha escrito un artículo para el diario argentino Perfil en el que viene a rebatir a cuantos consideran que la “insistencia de Francisco en incluir a los pobres y débiles es propia de un populista”.
“Como se nota que no lo conocen y no lo leen. Nada más lejos de su pensamiento”, lamenta Fernández que echa mano de la encíclica Laudato si’ para defender la presencia de empresarios que generen riqueza y un Estado con un “papel activo” y así argumentar que “para este papa es indigno que alguien no desarrolle sus capacidades, que viva “de arriba” cuando tiene posibilidades de desarrollar los dones que ha recibido”.
Así, el rector de la UCA subraya el interés de Jorge Mario Bergoglio por buscar una “inclusión social” de los últimos para “ganarse el pan y de acceder a una vida mejor gracias al esfuerzo y al desarrollo personal”. En esta línea, aterriza en la realidad de Argentina para denunciar las “discriminaciones, maltratos y hasta abusos sexuales” sufridos por las empleadas domésticas, así como “la situación de semiesclavitud” de los agricultores.
Junto a esta idea, el que algunos denominan “el teólogo de Francisco”, también busca rebajar la polarización que vive el país a través de este artículo, con una apuesta por la “cultura del encuentro” que permita que “cualquiera pueda opinar distinto, ofrecer un matiz, mostrar otro aspecto de la realidad sin que le caiga encima una catarata de insultos y sospechas”.
Vuelven. Los cuatro cardenales que lograron cierta notoriedad al expresar en público su oposición a Amoris Laetitia y exigir al Papa una aclaración a través de cinco dubia, han escrito una nueva misiva a Bergoglio.
Aunque firma el texto Carlo Caffarra, lo hace en nombre de Walter Brandmüller, Raymond L. Burke y Joachim Meisner en el que piden ser recibidos en audiencia para hablar de lo que consideran “situación de confusión y de desconcierto” que según ellos reina en la Iglesia ante la exhortación apostólica sobre la familia y el acceso a la comunión de los divorciados. “¡Qué dolor es constatarlo!”, se lamentan los cuatro purpurados.
Al no recibir respuesta a esta carta que enviaron el 6 de mayo, ya han hecho llegar una copia de la misma a diversos medios. Seguro que habrán actuado con prudencia y habrán agotado todos los cauces de encuentro y diálogo de puertas para adentro, antes de filtrar la misiva… Retratados quedan. Ellos y su denuncia.
Hoy se celebra la Jornada Mundial del Refugiado y, afortunadamente, son muchos los que han alzado la voz para defender los derechos básicos de quienes se ven obligados a abandonar su tierra a causa de la guerra o de la persecución.
Sin embargo, estas voces reciben poco eco de quienes pueden mover los hilos para frenar esta tragedia. Sobre todo, cuando en este mismo día la ONU daba a conocer que en lo que va de año cerca de 2.000 migrantes han perdido la vida en aguas del Mediterráneo.
La cifra abre puertas a la esperanza, en tanto que el año pasado por estas mismas fechas habían fallecido 2.911 personas. Pero el drama continúa. No solo para las familias de los fallecidos sino para los 81.292 migrantes que entraron a Europa por mar en 2017, un 85% por la costa italiana.
Se corre el peligro de diferenciar refugiados de migrantes. Abrir las puertas a los primeros y levantar muros a los segundos. Como si la frontera entre unos y otros estuviera tan claro. Basta conocer la biografía de uno solo de los migrantes subsaharianos que han cruzado el Estrecho para constatar que su éxodo se inicia con circunstancias límite como las del refugiado. Que no hay dos carnés distintos de huida.