¡Jamás cambiaría mi trabajo!: fotógrafa de Guadalupe

  • Tenía una carrera prometedora, pero Paola Torres decidió ofrecer sus dones a la Virgen Morena y a Dios tras vivir una conversión

¡Jamás cambiaría mi trabajo!: fotógrafa de Guadalupe

“Un día soñé con Santa María de Guadalupe. Ella salía de unos cerros, y al verla, me daba mucho consuelo. Fue ella quien me impulsó a reconciliarme con Dios y a dejarlo todo para seguirla”.

Paola Torres es la fotógrafa oficial de la Insigne y Nacional Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. Fue la Virgen Morena –asegura– quien la llamó a trabajar a sus pies.

Con una carrera profesional prometedora en el ámbito de las artes y la cultura, durante siete años la joven sufrió una crisis espiritual que la llevó a implorar el auxilio divino, y éste no tardó en llegar. Un sueño en el que la Madre de Dios la consolaba, vino de la mano de una invitación a ser Ministro Extraordinario de la Comunión en el Tepeyac; “algo me decía que ese era el camino correcto”, asegura.

Fue justo al año de colaborar en la distribución del Cuerpo y la Sangre de Cristo cuando se enteró de la convocatoria para trabajar como fotógrafa en la Casita del Tepeyac. “El reto no era menor, pues había muchas personas que querían la plaza, pero gracia a la oración de muchos conocidos, y a mi trabajo, que les gustó, lo conseguí”, cuenta.

Asegura que jamás imaginó vivir lo que le está pasando en este momento. Ahora comprende claramente que su llegada a uno de los santuarios marianos más visitados del mundo es un gran regalo; y utilizar sus dones y talentos para gloria de Dios, “quien me los ha dado”, y al servicio de la Iglesia, “es algo maravilloso”.

A sus 30 años, la joven originaria del Estado de México considera que servirle a la Virgen de Guadalupe es un honor muy grande: “A ella le pido siempre su intercesión para que mi trabajo sea agradable a su Hijo. No sólo es estar tomando fotos, sino que quiero que mi trabajo sea oración, una ofrenda a Dios”.

Su Santidad no es intocable

A Paola Torres le ha tocado cubrir, en los últimos años, eventos muy importantes en la Basílica de Guadalupe, como el Encuentro y Peregrinación “Nuestra Señora de Guadalupe Estrella de la Nueva Evangelización”, en el 2013, al que asistieron cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y laicos de distintas partes del mundo; el encuentro de Taize en México, un sinfín de peregrinaciones, tanto nacionales como extranjeras, y por supuesto, la visita del Papa Francisco en febrero del 2016; “esta última ­–recuerda– fue una experiencia inolvidable, pues ver tan de cerca al sucesor de San Pedro marcó mi vida para siempre; fotografiar a Su Santidad al lado del fotógrafo Francesco Sforza, fue algo muy grande, profesionalmente hablando”.

–¿Pudiste hablar con el Papa?

–En algunos momentos pude estar muy cerca de él haciendo tomas. Como fotógrafa, yo tengo que realizar mi trabajo; sobre todo, tratándose de alguien tan importante tenía que cumplir con ciertos lineamientos, por lo tanto, no debía acercarme a saludarlo, pero al final, cuando Su Santidad se despedía de la Basílica, sentí que debía verlo con mis propios ojos, no sólo con el lente, así que bajé mi cámara y lo miré; ahí estaba, frente a él, y sin pensarlo, salió de mi boca un sincero “¡Gracias!”; recordé que no debía hacerlo, pero ya lo había hecho. Entonces, el Papa Francisco me miró tiernamente, y en ese momento me presentaron con él como la fotógrafa de Basílica; él me miraba, movía la cabeza y escuchaba lo que le decían de mí. No recuerdo nada de lo que le explicaban, pues era como un sueño. Entonces, conmovida, le dije al Santo Padre: ‘es que me dijeron que no debía tocarlo’. Él, sonriendo, respondió: ‘Pues no soy intocable’. Eso lo tomé como un  “sí”, por lo que me lancé a besar su mano. El seguía comentando cosas y haciéndonos reír a quienes  estábamos ahí. Yo no le soltaba su mano… y al final, me dio su bendición.

México guadalupano

Paola Torres ha disparado el obturador miles y miles de veces en la Basílica de Guadalupe, lo que le ha permitido obtener un gran y valioso acervo fotográfico; sin embargo, hay imágenes que para ella tienen un valor especial.

Explica: “Hay una fotografía de un niño que venía con la peregrinación de la Diócesis de Querétaro, esa imagen me gusta mucho porque el pequeño está viendo a la Virgen de Guadalupe, pero con una gran sonrisa y una mirada llena de luz que refleja cómo es para millones de personas el encuentro con ella. La fotografía transmite la emoción de un niño que se encuentra con su tierna madre”.

Otras de las fotografías que más le impactan son las de los “antorchistas”, grupos de personas provenientes de diferentes partes del país, que encienden en la Basílica de Guadalupe sus antorchas para después llevarlas caminando durante varios días hasta sus comunidades, algunas muy lejanas como en el estado de Chiapas.

“La primera vez que me dijeron que fuera a retratarlos quedé impactada; su oración me llegaba al corazón, aunque no entendía lo que rezaban, pues lo hacían en su propia lengua, me conmovieron mucho. No me quedó duda que ellos nos sostienen con sus rezos y oraciones, pues no sólo piden para ellos, sino por todo el mundo”.

–¿Qué ves a través de lente un 12 de diciembre?

–Sin duda es un acontecimiento impresionante; son ríos de gente por todos lados que vienen a rendirle honor a Santa María de Guadalupe. Quisiera estar en todo el Tepeyac al mismo tiempo, porque hay mucho qué documentar. Es un gran encuentro entre distintas culturas, cada una con su propia ofrenda a nuestra Madre: unos rezan, otros cantan, danzan, traen flores, todos rindiéndole honor a la Madre de Dios. Me encanta ver todo ese movimiento que, en punto de la media noche, se detiene para cantarle sus mañanitas; se me enchina la piel.

Para Paola Torres, su trabajo como fotógrafa de Guadalupe ha cambiado su vida rotundamente: “Mis papás me cuentan que, cuando nací –de hecho nací en Tulpetlac, lugar de la quinta aparición de la Virgen– saliendo del hospital el primer lugar al que me trajeron fue a la Basílica de Guadalupe a presentarme a la Virgen, y a darle gracias por mí. Así que esta fue la primera casa a la que llegué, y ahora prácticamente vivo aquí.

Una muestra de su trabajo

Actualmente, en el pasaje al estacionamiento de Plaza Mariana, se exhibe un mural en el que la joven artista muestra 70 de sus mejores fotografías sobre la fe de los peregrinos que llegan a visitar a Santa María de Guadalupe: “me inspiré en el Magnificat, pues a diario veo en este recinto sagrado cómo se viven las palabras de María, cuando dice: “Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí”. Así lo veo aquí: las personas vienen de generación en generación, de todas partes del mundo, de distintas culturas, creyentes y no creyentes, pero vienen a visitarla y a rendirle honor”.

Asegura que jamás cambiaría su trabajo, pues la Virgen María es la causa de su alegría. En un futuro se ve sirviéndole, haciendo, a través del arte de la fotografía, que más personas la conozcan, por lo que no pierde la esperanza de exponer en otras partes lo que sucede en el Tepeyac, donde la fe de los hijos de Dios hacia su Madre del cielo se manifiesta de una manera extraordinaria.

–¿Te ha hablado la Virgen a través de tu trabajo?

–Aquí llega gente con muchas necesidades, penas, enfermedades, angustias, y encuentran consuelo y auxilio en nuestra Madre. Yo soy fotógrafa, pero a veces llegan personas con situaciones muy difíciles, y yo pienso que ella quiere, no sólo de mí, sino de todas las personas que trabajamos en la Basílica, que reflejemos su imagen de amor.

Hoy, Paola  se dice bendecida. Recuerda a lo lejos aquella crisis donde quería encontrar su raíces, su identidad, y cómo la Virgen de Guadalupe, –de quien llegó a pensar que era sólo un cuento– salió a su encuentro cuando se estaba perdiendo; “marcó mi vida llenándola de amor y llevándome a su amado Hijo Jesús, así que la llevo en mi alma”.

Señala: “Me siento muy amada por Dios y por nuestra Madre, porque su misericordia conmigo ha sido grande. Su amor no se compara con nada en el mundo ni los viajes ni la fama, ni todo lo que pude haber tenido. Realmente estar con Dios y con la Virgen es como vivir el cielo en la tierra. Aquí en la Basílica cada uno realiza un trabajo distinto, pero necesario para dar un buen servicio a los peregrinos que nos visitan, pues aquí todos somos conscientes de que estamos bajo la mirada y el manto de nuestra Madre.

–¿Has fotografiado a la Virgen de Guadalupe de cerca?

–Sí, la primera vez que tuve la oportunidad de entrar al camarín de la Virgen me quedé en shock; se me olvidó que tenía que tomar fotografías, pues para ello había entrado… de pronto reaccioné. Al final me atreví a acercarme y le di un beso en su mejilla. No tenía palabras ni peticiones para ella, sólo un beso de amor. Al salir me pasó lo que a Zacarías, me quedé sin habla; eso es sin duda lo más maravilloso que me ha pasado en la vida.

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