“Cuanto más transparentes seamos en lo económico, más se animarán los ciudadanos a colaborar con la Iglesia”. Así se expresó Fernando Giménez Barriocanal, vicesecretario general para Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal Española, en la apertura de los IV Diálogos de Yuste, organizados por la Universidad Pontificia de Salamanca.
En el marco del monasterio en el que pasó sus últimos días el emperador Carlos V, se celebran hoy 26 de junio este encuentro que en esta edición se centra en ‘La financiación de la Iglesia en el estado moderno’.
“La Iglesia tiene que contar mejor las cosas”, enfatizó el también presidente de Cope, que repasó toda la labor social y caritativa de la Iglesia, así como los diferentes mecanismos de financiación directa (aportaciones de los fieles, asignación tributaria, prestación de servicios….) e indirecta (exenciones fiscales, voluntariado, uso de instalaciones propias, gestión presupuestaria o implantación de buenas prácticas).
Impuestos, asignaciones y necesaria transparencia
Entre ellas, se detuvo en la asignación tributaria, para poner de manifiesto que hay una “manifestación expresa del contribuyente” y recordar una vez más que “no se recibe con cargo a los Presupuestos Generales del Estado ninguna cantidad para su sostenimiento”.
“Pagamos el mismo IBI que cualquier otra entidad de similares características, tenemos el mismo régimen fiscal que cualquier otra confesión que tengan acuerdo con el Estado”, insistió, para concluir que “la Iglesia no mantiene privilegios fiscales”.
“Cerca del 50% de mis alumnos en la universidad no han pisado una iglesia en su vida. La realidad es que no la conocen ni para bien ni para mal”, explicó Giménez Barriocanal, que a la par denunció que “todavía quedan algunos tics anticlericales, lo vivo personalmente y lo he visto la semana pasada con el ataque a la capilla de la Universidad Autónoma de Madrid. Son minoría, pero pasan”.
“Decir a los obispos hace 25 años que hoy iban a ser auditados era impensable”, comentó, en referencia a las diferentes iniciativas a favor de la trasparencia en las que está inmersa la Conferencia Episcopal Española. “En tiempos anteriores hemos sido poco transparentes. Mal hecho. Tenemos que rendir cuentas”, confesó, a la vez que puso en valor que “en noviembre, por primera vez la Iglesia aprobó un Plan Contable de aplicación obligatorio en las diócesis con los mismos estándares de cualquier fundación de nuestro país. En un par de años estará a pleno rendimiento en toda España”.
Inmatriculaciones y registros
Sobre la polémica de las inmatriculaciones, apuntó que “la Iglesia no se ha apropiado de nada”. A renglón seguido, explicó que “el que un bien sea de la Iglesia o no, no depende de un registro. Hay miles de propiedades que no están registradas y nadie piensa que sea necesario porque se puede demostrar. Los registros tienen un papel para proteger lo que es tuyo, pero no es el título habilitante del bien”.
Dicho esto, comentó que, “con buen criterio, la mayoría de las diócesis han inmatriculado sus bienes. Si una finca no es tuya, aunque la hayas inmatriculado, la tendrás que devolver”.
“No suele haber problema con las parroquias, sino más bien con una ermita o un terreno. Hay alguien que dice: esto es del pueblo. Pues bien, es del pueblo de Dios y la Iglesia lo pone a su servicio”, matizó.
“El diálogo es la nueva relación de la Iglesia con el mundo”
Los Diálogos de Yuste han sido inaugurados por la rectora de la Universidad Pontifica de Salamanca, Myriam Cortés Diéguez, que estuvo acompañada del director de la Fundación Academia Europea de Yuste, Juan Carlos Moreno Piñero, y del prior del monasterio, Pawel Stepkowski.
La rectora se remitió a Pablo VI y a ‘Ecclesiam Suam’ para reclamar que “el diálogo es el nuevo formato de relación de la Iglesia con este mundo de hoy”.
El prior, por su parte, apuntó que “las campanas del monasterio de Yuste son lugar de encuentro y diálogo que merecen de nosotros todo lo mejor, cada esfuerzo físico e intelectual”. Por eso, instó a los presentes a ser “constructores espirituales” para favorecer una cultura del encuentro.