El papa Francisco ha presidido, a las cuatro de la tarde de hoy miércoles 28 de junio, el Consistorio Ordinario Público para la creación de cinco nuevos cardenales anunciados tras la oración del Regina Coeli el pasado 21 de mayo. En una liturgia de la Palabra en la Basílica vaticana, el Papa ha impuesto la birreta roja cardenalicia, ha entregado el anillo y ha asignado una de las iglesias romanas a: Jean Zerbo (Malí), Juan José Omella (España), Arders Arborelius, ocd (Suecia), Louis-Marie Ling Mangkhanekhoun (Laos) y Gregorio Rosa Chávez (El Salvador).
El nuevo cardenal Omella, en nombre de los demás nuevos purpurados, ha recordado la llegada de Ignacio de Loyola y los primeros jesuitas a Roma a presentarse ante el papa para ponerse a su disposición, hasta entregar la vida como refleja el color rojo de las vestimentas cardenalicias.
El arzobispo de Barcelona ha señalado que los nuevos cardenales han sido “convocados de iglesias geográficamente distantes, pero fieles al evangelio en circunstancias no siempre fáciles y, en algunos casos, incluso dramáticas”.
“No queremos ser una Iglesia autorreferencial –ha dicho–. Queremos ser una Iglesia que peregrina por las calles del mundo a la búsqueda de todos, llevando a sus corazones el bálsamo de la alegría y de la paz, enjugando las lágrimas de tantos y sosteniendo su esperanza”.
Después, a partir de un fragmento del evangelio, el Papa ha reflexionado sobre cómo “a lo largo del camino los discípulos están distraídos por intereses que no son coherentes con la ‘dirección’ de Jesús, con su voluntad, que es una con la voluntad del Padre”. Los discípulos, en ese pasaje, ha subrayado el Papa, “no miran la realidad. Creen que ven pero no ven, que saben pero no saben, que entienden mejor que los otros pero no entienden…”.
Frente a esta distancia entre Jesús y los suyos, Francisco ha propuesto la “realidad de la cruz” y la realidad de “los inocentes que sufren y mueren a causa de las guerras y el terrorismo; es la esclavitud que no cesa de pisar la dignidad también en la época de los derechos humanos”, la de los “campos de refugiados que a veces se asemejan más a un infierno que a un purgatorio”, “el descarte sistemático de todo lo que ya no sirve, incluidas las personas”.
Francisco ha recordado a los nuevos cardenales que “Jesús camina delante de vosotros y os pide de seguirlo con decisión en su camino. Os llama a mirar la realidad, a no distraeros por otros intereses, por otras perspectivas”. Así, Bergoglio ha señalado a los nuevos purpurados que Jesús “no os ha llamado para que os convirtáis en ‘príncipes’ en la Iglesia (…). Os llama a servir como él y con él. A servir al Padre y a los hermanos”.
En este sentido, el Papa les ha recalcado que el Señor les “llama a afrontar con su misma actitud el pecado del mundo y sus consecuencias en la humanidad de hoy. Siguiéndolo, también vosotros camináis delante del pueblo santo de Dios, teniendo fija la mirada en la Cruz y en la Resurrección del Señor”.
Tras la homilía, el Pontífice ha pronunciado la fórmula en latín con la que los nuevos cardenales son asignados, en este caso, al orden de los presbíteros, uno de los tres órdenes en los que se organiza el Colegio cardenalicio –junto con el de los obispos y el de los diáconos–. Ellos han realizado la profesión de fe y el juramento de fidelidad al Papa con una parte común y otra personal. Luego, cada uno ha ido pasando ante el Santo Padre y, de rodillas, han recibido el solideo y la birreta rojos, el anillo de cardenal y la Bula de nombramiento en la que se le asigna una de las históricas iglesias romanas.
En cuanto a la asignación a a un templo romano, el cardenal Zerbo ha sido asignado a San Antonio de Padua de la Via Tuscolana; Omella, a la iglesia de Santa Cruz de Jerusalén; a Arborelius se le ha asignado la iglesia Santa María de los Ángeles y los Mártires, conocida como “in Thermis”, por encontrarse al lado de las Termas de Diocleciano; a Louis-Marie Ling Mangkhanekhoun, el templo de San Silvestre “in capite”; y Rosa Chávez ha recibido el título de la iglesia del Santísimo Sacramento de Tor de’Schiavi, en la periferia de Roma.
Ya con los paramentos cardenalicios, los prelados han recibido el abrazo de Francisco y de los demás miembros del Colegio presentes en la basílica. La oración del Padrenuestro, la bendición papal y la oración de la Salve ante la Virgen han puesto fin a la celebración, mientras los cinco nuevos purpurados se dirigían para visitar y saludar, en privado, al papa emérito Benedicto XVI.