Vaticano

Hace falta viento fresco. El de los nuevos cardenales





Hace calor. Mucho calor. La tormenta que ha caído en Roma deja un bochorno todavía más insoportable. También dentro de la Basílica de San Pedro. La humedad abruma. Tanto que no hay margen de duda para utilizar el librito ceremonial para abanicarse.

El ‘miniconsistorio’ de cinco cardenales hace que el templo no esté desbordado como cuando se crean de una tacada al menos a una decena de purpurados. Más cercanía. Solemnidad coloquial. Esa que se ajusta, al menos, al perfil de Rosa Chávez y Omella.

‘Miniconsistorio’ en número, pero no en simbolismo. Ningún italiano en la lista, con lo que esto implica. Y las periferias, presentes. Las existenciales, como las suecas de Arborelius. O las físicas de Laos y Bamako. Las fronteras del hombre de adviento que es el auxiliar de San Salvador. La mirada a la vera del camino de lo social que el arzobispo de Barcelona cultivó como párroco, misionero y pastor de Zaragoza, Barbastro y Logroño.

No a una Iglesia autorreferencial

El ya cardenal Omella, atendiendo a los medios hoy en Roma

Reflexión con gotas de sudor jugando a hacer camino en la frente mientras arranca la celebración. Entonces, llega la sorpresa. Juan José Omella toma la palabra para pronunciar el saludo de los cinco nuevos purpurados. En principio, estaba previsto que fuera el cardenal de Malí quien diera este discurso.

Sin embargo, el anuncio de su ausencia por enfermedad, tal y como recogió Vida Nueva, llevó a la Santa Sede a decantarse finalmente por el arzobispo español.

“No queremos ser una Iglesia autorreferencial”, expone Omella antes de recibir, para corresponder con esta mirada periférica que busca el Papa. “Queremos ser una Iglesia que peregrina por las calles del mundo secando las lágrimas de tantos…”, exhorta el cardenal arzobispo de Barcelona, como confesó el credo minutos después.

Francisco le respalda. No solo con un abrazo, sino con una homilía en la que subraya por enésima vez que no les crea cardenales para ser “príncipes”. No se cansa de repetirlo. Quizá porque es necesario que más de uno lo integre. “Os llama a servir como Él y con Él”. Con birrete y anillo. Con el purpurado de la caridad. Con el abrazo que reciben del resto del colegio cardenalicio.

Termina la ceremonia. Levanto la mirada. Se multiplican los librillos reconvertidos en abanico. Que corra el aire. Hace falta viento fresco. El de los nuevos cardenales.

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