Nada más concluir el consistorio de ayer miércoles 28 de junio, el Papa y los cinco nuevos cardenales desaparecieron de la Basílica de San Pedro. “¿Dónde están?”, preguntaban algunos. La próxima cita era en el Aula Pablo VI, donde los purpurados recibirían el abrazo y los buenos deseos de amigos y conocidos en el tradicional ‘calore’.
Pero hasta llegar a ese momento, Francisco y sus nuevos “consejeros” pusieron rumbo al monasterio Mater Ecclesiae, la residencia de Benedicto XVI, situada dentro de los muros vaticanos. El Papa emérito les esperaba en la capilla de la casa, acompañado de su secretario, Georg Gänswein.
“Hemos ido a saludarle, ha sido un momento muy entrañable y allí he podido comprobar que la relación entre los dos es buena”, explicó a Vida Nueva el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella. “Nos ha acogido con una solicitud paternal y se ha alegrado mucho de vernos”.
Francisco, con Benedicto XVI, el 28 de junio de 2017, tras el consistorio/CNS
Los cinco cardenales pudieron hablar con él personalmente. De hecho, Ratzinger conversó en francés con los purpurados de Malí y Laos, mientras que se comunicó en español con Rosa Chávez y Omella. En las imágenes distribuidas por la Santa Sede, se puede ver, además, que el Papa alemán hace uso de audífonos.
Omella le ha recordado su viaje a Barcelona en 2010 para consagrar la Basílica de la Sagrada Familia. “Le he explicado que todos los años celebramos el aniversario de la consagración y le he comentado que el próximo 9 de julio comenzamos con la celebración de las eucaristías dominicales allí, y se ha alegrado muchísimo”, detalló el nuevo purpurado.
El encuentro terminó con una bendición a los cardenales simultáneamente por parte de Francisco y de Benedicto XVI. “El Señor vence al final. Gracias a todos”, se despidió el Papa emérito.
