El papa Francisco ha presidido, hoy jueves 29 de junio, la eucaristía en la solemnidad de los apóstoles Pedro y Pablo, patronos de Roma, en la Plaza de san Pedro en el Vaticano. Una celebración que reúne a muchos miembros de la Curia y a los nuevos, y antiguos, cardenales, a los que Francisco ha recordado que Jesús “acompañó el camino de los Apóstoles y os acompañará también a vosotros, queridos hermanos cardenales, aquí reunidos en la caridad de los Apóstoles que confesaron la fe con su sangre”.
La celebración ha comenzado con un instante de oración ante la tumba de san Pedro, en las grutas vaticanas, junto a una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla presidida por Su Eminencia Job, arzobispo de Telmesoss, enviado del Patriarca Bartolomé, que también ha acompañado al Papa en la procesión de entrada por la Basílica hacia la Plaza de san Pedro.
El Pontífice ha agradecido esta presencia diciendo que “el mismo Señor, que desea ardientemente ver a todo su rebaño reunido, bendiga y custodie también a la Delegación del Patriarcado Ecuménico que el Patriarca Bartolomé ha enviado como señal de comunión apostólica”.
Entrega del palio a los nuevos arzobispos
El Papa ha bendecido los palios para los 36 arzobispos metropolitanos nombrados en el último año. Esta prenda litúrgica de lana que se coloca en torno al cuello de los prelados será impuesta a cada arzobispo posteriormente en su sede por un delegado pontificio, según la costumbre introducida por el propio Francisco.
El arzobispo Jorge Eduardo Lozano, de la diócesis argentina de San Juan de Cayo y antiguo colaborador de Bergoglio, en nombre de los nuevos arzobispos, ha resaltado el palio como signo de comunión con las iglesias locales y la romana. Tras lo que todos han hecho un juramento público de fidelidad.
A ellos, el Pontífice les ha asegurado que el Señor estará cerca de ellos, ya que con el palio, “seréis confirmados en vuestro vivir para el rebaño, imitando al Buen Pastor, que os sostiene llevándoos sobre sus hombros”.
Entre los nuevos arzobispos están Mariano José Parra Sandoval, de Coro (Venezuela); Carlos Garfias Merlos, de Morelia (México); Wilfredo Pino Estévez, de Camagüey (Cuba); o Ignacio Francisco Ducasse Medina, de Antofagasta (Chile). Este año no hay ningún español.
¿Cristianos de salón o apóstoles en camino?
A partir de la lecturas bíblicas del día, en su homilía el Papa ha reflexionado en torno a “tres palabras fundamentales para la vida del apóstol: confesión, persecución, oración”.
Para el Pontífice, ante la pregunta de quién es el Señor “no valen respuestas circunstanciales, porque se trata de la vida, y la pregunta sobre la vida exige una respuesta de vida”; como tampoco “sirve conocer los artículos de la fe si no se confiesa a Jesús como Señor de la propia vida”.
“Nosotros renovamos hoy nuestra opción de vida como discípulos y apóstoles”, ha dicho Francisco, haciendo referencia especialmente a los sacerdotes. “Preguntémonos si somos cristianos de salón, de esos que comentan cómo van las cosas en la Iglesia y en el mundo, o si somos apóstoles en camino, que confiesan a Jesús con la vida porque lo llevan en el corazón”, ha advertido, a la vez que ha hecho una llamada a “arder por amor”, a no conformarse con “vivir al día” o “acomodarse en el bienestar”.
“Sin la cruz no hay cristiano”
Recordando la persecución vivida por los primeros apóstoles, Bergoglio ha recordado que “en varias partes del mundo, a veces en un clima de silencio —un silencio con frecuencia cómplice—, muchos cristianos son marginados, calumniados, discriminados, víctimas de una violencia incluso mortal, a menudo sin que los que podrían hacer que se respetaran sus sacrosantos derechos hagan nada para impedirlo”.
“Sin la cruz no hay Cristo, pero sin la cruz no puede haber tampoco un cristiano”, recordaba el Papa, que ha señalado que “soportar es saber vencer con Jesús, a la manera de Jesús, no a la manera del mundo”. “En el misterio del sufrimiento ofrecido por amor, en este misterio que muchos hermanos perseguidos, pobres y enfermos encarnan también hoy, brilla el poder salvador de la cruz de Jesús”, ha concluido.
“La oración es el agua indispensable que alimenta la esperanza y hace crecer la confianza. La oración nos hace sentir amados y nos permite amar”, ha subrayado Francisco, hablando de algunas de las escenas de la iglesia primitiva, a la vez que ha señalado la urgencia de que la Iglesia tenga “maestros de oración”. “La oración es la que nos sostiene a todos y nos ayuda a superar las pruebas”, ha indicado el Papa. Además, “es el remedio contra el aislamiento y la autosuficiencia que llevan a la muerte espiritual”.
Francisco ha pedido para todos “un corazón” como el de los apóstoles, “cansado porque pide, toca e intercede, lleno de muchas personas y situaciones para encomendar; pero al mismo tiempo pacificado, porque el Espíritu trae consuelo y fortaleza cuando se ora”.
En el ángelus: “El Señor nunca nos abandona”
Al término de la celebración, el Papa se ha dirigido a los apartamentos pontificios para, desde el balcón, rezar con los fieles la oración mariana del ángelus en este día festivo: “A todos los fieles de Roma, un gran aplauso”. Francisco ha presentado a Pedro y a Pablo como dos “liberados” por Jesús. Ambos, “con sus vivencias personales y eclesiales, demuestran y nos dicen hoy en día, que el Señor está siempre a nuestro lado, camina con nosotros, nunca nos abandona. Especialmente en tiempos de prueba, Dios nos tiende su mano, viene en nuestra ayuda y nos libera de las amenazas de los enemigos”, ha señalado.
Además de desear a los romanos un buen día de fiesta patronal, Francisco ha saludado a quienes han acompañado a los nuevos cardenales creados ayer y a los arzobispos que hoy han recibido el palio bendecido. “Los animo a continuar su misión con alegría al servicio del Evangelio, en comunión con toda la Iglesia”, ha señalado el Papa, volviendo a hablar de nuevo de la delegación del Patriarcado de Constantinopla: “Esta presencia es un signo de los lazos de hermandad entre nuestras Iglesias”.