El papa Francisco, como cada domingo, ha rezado hace unos minutos con los fieles congregados en la Plaza de san Pedro el ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico. La novedad es que este ha sido su primer acto público desde que ayer inaugurara sus vacaciones (como es habitual en él, no saldrá del Vaticano y pasará estas semanas trabajando en distintos documentos y discursos).
Tras la oración mariana y la bendición, el Papa ha querido recordar a Venezuela, país que celebra el 5 de julio la fiesta de su independencia. “Aseguro mi oración por esta querida nación y expreso mi cercanía a las familias que han perdido a sus hijos en las manifestaciones”, ha afirmado Bergoglio. Además, ha hecho un llamamiento “para que se ponga fin a la violencia y se encuentre una solución pacífica y democrática a la crisis”. Intención que el Pontífice ha encomendado a la patrona de Venezuela, Nuestra Señora de Coromoto, y ha invitado a todos los presentes a rezar un Ave María por esta situación.
En su reflexión previa, Francisco, en sintonía con la liturgia del domingo, ha comentado las indicaciones de Jesús en el discurso misionero del Evangelio de Mateo. A partir de este texto, ha señala que “la unión con Jesús es más fuerte que cualquier otra unión” y que “el misionero no se anuncia a sí mismo, sino a Jesús, y mediante Él, el amor del Padre celestial”. “Cuanto más en el centro del corazón y la vida del discípulo está Jesús, más este discípulo es trasparencia de su presencia”, ha profundizado.
Siguiendo el texto bíblico, el Papa ha señalado que “el afecto de un padre, la ternura de una madre, una bonita amistad entre hermanos y hermanas, siendo muy buena y legítima, no se puede anteponer a Cristo. No porque Él nos quiera sin corazón e ingratos; todo lo contrario, sino porque el discipulado exige una relación prioritaria con el maestro, ya sea un laico, una laica, un obispo o un sacerdote”.
Y quien vive esta unión, ha señalado Bergoglio, “se convierte en su embajador sobre todo con la forma de ser, de vivir”, del propio Cristo. Por ello, apunta Francisco, “es necesario que la gente pueda percibir que para el discípulo Jesús es verdaderamente el Señor, es verdaderamente el centro, el toda de la vida”. A pesar de la limitaciones y errores, lo importante, para Francisco, “es que no tenga un doble corazón –¡esto es peligroso!–, sino uno sencillo, unido”, “honesto consigo mismo y con los demás”. “La doble vida no es cristiana, o estás con el Espíritu de Jesús o con el espíritu del mundo”, ha advertido el Pontífice.
“Si tú dejas todo por Jesús, la gente reconoce en ti al Señor; y, al mismo tiempo, te ayuda a convertirte cada día a Él, a renovarte y purificarte de las ataduras y a superar las tentaciones”; esta es la “reciprocidad de la misión” para el papa Francisco, que ha recomendado especialmente a los sacerdotes estar cercanos al Pueblo de Dios.