Alianza ecuménica entre católicos y evangélicos para hacer recapacitar al G-20. El presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, el cardenal Reinhard Marx, y el presidente del Consejo de la Iglesia Evangélica, el obispo Heinrich Bedford-Strohm, han escrito un mensaje conjunto dirigido a los grandes líderes mundiales que se reunirán en Hamburgo entre el 7 y el 8 de julio.
A unas horas de la cumbre mundial, los cristianos les reclaman que asuman responsabilidades en la lucha contra la pobreza, la injusticia, el terrorismo, la guerra y el cuidado del medio ambiente. Así, apelan a los políticos a “servir a bien común, actuando con honestidad para a favor de la protección de la tierra y para reforzar la capacidad de los pobres de tener una vida digna”. Para ello, les instan a tomar “medidas audaces y de gran alcance para hacer frente a los grandes problemas del mundo”.
Tanto el cardenal como el obispo, subrayan que el objetivo del G-20 pasa por el desarrollo sostenible, para cumplir así la Agenda 2030 de Naciones Unidas. Para ello consideran necesario abandonar actitudes egoístas en los Estados como “el unilateralismo, el aislamiento y el nacionalismo” frente a lo que proponen una “solidaridad global”. Estas actitudes deben traducirse, según Marx y Bedford-Strohm, en “una nueva política de seguridad y paz cooperativa”.
Finaliza la 70ª Semana Española de Misionología en Burgos. Y lo hace después de radiografiar la realidad de las familias que deciden dejarlo todo para dar un salto y anunciar el Evangelio en iglesias jóvenes. Con los desafíos que supone una mudanza de padres e hijos. Y con la desnudez laboral que esto implica a la vuelta.
No es de extrañar que en la última jornada, Agustín Domingo Moratalla, profesor de la Universidad de Valencia y director de la sección UIMP en Valencia, haya definido a la misionera cristiana misionera como un fenómeno “contracultural”.
Hace veinte años esta definición costaría algo más encajarla. Sin embargo, el auge del secularismo, del consumismo y de otros tantos “ismos” presentan el modelo de vida del misionero con algo más que un fenómeno alternativo.
Así lo ha constatado Moratalla en su ponencia, en la que analizó “las grietas” de nuestra sociedad, donde priman “el deseo y la liquidez”. No se detuvo ahí, sino que lanzó una sana provocación: “Aunque la perspectiva de la familia cristiana misionera es contracultural, hay muchas grietas morales por las que la familia puede ser subversiva. No nos debe preocupar que descienda la ‘acción cristiana’, sino la ‘pasión cristiana’”.
El Mediterráneo como cementerio. De tal repetida, lamentablemente la imagen metafórica se nos hace superficial. Tanto que solo da el salto a los titulares cuando los fallecidos en las pateras se multiplican por decenas. Como hoy. Se dan por muertos a 49 de los 52 migrantes que naufragaron en una barcaza frente a las costas de Almería. A ellos otro centenar que tuvieron que se rescatados en las últimas horas, afortunadamente con vida.
En declaraciones a Cope, el obispo responsable de migraciones, Juan Antonio Menéndez, ha compartido su “profundo dolor por las víctimas”, tanto el de los fallecidos como el de los tres supervivientes. Además, el obispo de Astorga quiso hacer llegar “mi aliento y agradecimiento a todos los que trabajan por rescatar los cadáveres y atender a los supervivientes”.
Con este punto de partida, Menéndez ha hecho un llamamiento para “trabajar para alcanzar un acuerdo mínimo entre los países que garantice una inmigración segura, sin riesgo para las vidas humanas”. Esta denuncia del prelado se une a su petición para “promover un orden económico internacional justo y equitativo de modo que toda persona pueda desarrollar su vida dignamente en su país o en otro”. Es lo que esconde cada patera hundida, pero también cada patera que sale de las costas africanas.