En un territorio en donde abundan la pobreza, la corrupción y el aislamiento, ejercen un ministerio pastoral religiosos y religiosas que ponen en práctica la consigna de “ir al encuentro” de una Iglesia en salida.
Se trata de una región fronteriza con Venezuela y, en su mayor parte, desértica, en donde luchan por sobrevivir miembros de la tribu wayuu y mestizos que han llegado como colonos y que han creado pequeñas empresas.
Llama la atención la diversidad de las congregaciones religiosas que se han asentado en la región con el ánimo de hacerse wayuu con los wayuu para llevarles a todos la buena nueva.
Lourdes Cecilia Chicora es Sierva de Jesús de la Caridad, y está en Punta Tabaco con una religiosa Esclava del Sagrado Corazón, Doris Santiago Díaz.
En otro caserío, Matitos, evangeliza Dioselina Tabares, Carmelita de San José, la acompaña una Sierva de la Madre de Dios, Jessica Patricia Romero; en Paraguachón es María Rosa Reyes, carmelita misionera, la que hace equipo misionero con Fabián Manemo, religioso misionero Cavanis; una religiosa misionera del Sagrado Corazón, Alette Latorre, vela por los habitantes de Choles con María Fernanda Niño, de la Compañía de María.
La diversidad de comunidades de donde proceden es un asunto secundario frente a la unidad del propósito: son una Iglesia en salida, que hace florecer la fe en medio del desierto de La Guajira colombiana. Están creando la frontera viva de la fe en la alejada región.