La Congregación para el el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos del Vaticano ha hecho pública una carta a los obispos de todo el mundo sobre “el pan y el vino para la eucaristía”. Un texto fechado el 15 de junio de 2017, día del Corpus, y firmado, como es el caso de los documentos de mayor rango de cada departamento, por el prefecto de la congregación, el cardenal Robert Sarah, y el secretario, el arzobispo Arthur Roche.
El texto pretende “recordar” la función de los obispos de ser el “moderador, promotor y custodio de la vida litúrgica en la Iglesia a él confiada”, tal como pide el Derecho Canónico, algo que se concreta en “vigilar la calidad del pan y del vino destinados a la Eucaristía y, por tanto, a aquellos que los preparan”, dice la carta, que trata de recatar algunas “disposiciones vigentes” y sugerir “algunas indicaciones prácticas”.
De la artesanía a la industrialización
El texto recuerda la tradicional elaboración del pan y el vino en “algunas comunidades religiosas” y cómo se ha pasado a vender “también en los supermercados, en otros negocios y a través de Internet”. En este contexto, “para no dejar dudas acerca de la validez de la materia eucarística”, el documento propone algunas “indicaciones” para garantizar “la materia eucarística mediante certificados apropiados”.
Así, los encargados de comprar el pan y el vino deben “comprobar quién es la persona encargada de proveer el pan y el vino para la celebración, así como la idoneidad de la materia”, señala el documento, que pide, por otra parte, a los obispos “informar y recordar a los productores del vino y del pan para la Eucaristía el respeto absoluto de las normas”.
Esta legislación no es nueva. El documento acude al Derecho Canónico, al Misal o la instrucción de 2004 Redemptionis Sacramentum para recordar algunos principios: que el pan “debe ser ázimo, de solo trigo y hecho recientemente”, sin “otras sustancias como frutas, azúcar o miel”, preparado por personas “honestas”, “expertas en la elaboración y que dispongan de los instrumentos adecuados”.
Igualmente, se indica que el vino tiene que ser “natural, del fruto de la vid, puro y sin corromper, sin mezcla de sustancias extrañas”; recuerda las normas para los celíacos sobre la validez para la misa de “las hostias con la mínima cantidad de gluten necesaria para obtener la panificación”, frente a las que se hacen “sin nada de gluten”; o la autorización para utilizar “mosto” para quienes no pueden tomar “vino normalmente fermentado”. También se ha autorizado, en 2013, “que la eucarística preparada con organismos genéticamente modificados puede ser considerada materia válida”.
Control por parte de las conferencias episcopales
Para el cumplimiento de todas estas indicaciones, el documento “advierte la necesidad práctica que […] haya quien garantice efectivamente la genuinidad de la materia eucarística por parte de los fabricantes, como de su conveniente distribución y venta”, dejando la puerta abierta a que las conferencias episcopales y las congregaciones establezcan mecanismos de certificación de calidad no solo de “la producción, conservación y venta del pan y del vino”, sino también de lo que supone producirlos para la celebración litúrgica.
El documento de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos cierra pidiendo que se vigilen las exportaciones y que ambos elementos sean “convenientemente tratados en los lugares de venta”.