ETA secuestró a Miguel Ángel Blanco el 10 de julio de 1997. En torno a las 15:30 horas lo interceptaron. Casi al tiempo, la banda terrorista lanzaba un órdago al Gobierno: o hay un acercamiento de presos al País Vasco o el concejal del Partido Popular sería ejecutado en 48 horas. Dicho y hecho. ETA cumplió su amenaza. No obstante, se vivieron dos días de honda desesperación para la familia y para toda España, que veía en el joven a un hijo al que intentaban arrebatarle la vida.
Los obispos del País Vasco y Navarra estuvieron cerca de la familia y en un comunicado conjunto del obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez; su auxiliar, Carmelo Echenagusía; el de San Sebastián, José María Setién; el de Vitoria, Miguel Azurmendi; y el arzobispo de Pamplona, Fernando Sebastián, condenaron el “inhumano y cruel” secuestro y rechazaban las “amenazas, coacciones y chantajes” de la banda.
“Nuestras primeras palabras son de solidaridad y afecto para su familia, con quien en estos momentos nos sentimos muy cercanos”, rezaba el escrito hecho público el 11 de julio. En el mismo, condenaban “enérgicamente este secuestro; exigimos la inmediata e incondicional liberación de Miguel Ángel Blanco y pedimos a ETA que, en ningún caso, el asesinato sea el fin del secuestro”.
Asimismo, “a las autoridades competentes pedimos que, dentro de la firmeza y el rigor necesarios con los que han de actuar frente a las amenazas y coacciones de ETA, traten también de buscar las vías eficaces que, en la medida de lo posible, aseguren la vida de Miguel Ángel Blanco”.
Los obispos también ofrecieron su disposición para “realizar cualquier acción, en conformidad con nuestro ministerio episcopal, que pueda ser eficaz para encontrar una salida a esta situación tan dramática”. Al mismo tiempo, invitaban a “todas las personas de buena voluntad, y especialmente a los cristianos, a que actúen con responsabilidad y solidaridad ante la urgencia de este momento”.
El pronunciamiento, que no fue el primero ni el último en este caso que sacudió conciencias, finalizaba así: “Ponemos nuestra confianza en Dios, a quien pedimos fortaleza para Miguel Ángel Blanco y su familia; también pedimos para que sus secuestradores descubran toda la inhumanidad y crueldad de este hecho”.
Este domingo, 16 de julio, Ermua recordará a Miguel Ángel Blanco en una misa “sencilla”. Así lo explica en conversación con Vida Nueva el actual párroco del pueblo, Alex Alonso. “Es una eucaristía para la comunidad cristiana, a la que vendrán quienes vivieron ese momento”, indica el sacerdote. La familia no asistirá, puesto que desde hace años residen en Galicia.
Así, tampoco se espera la asistencia de representantes institucionales, puesto que “se trata más de un reconocimiento en este 20 aniversario del pueblo que vivió y sufrió su muerte”. El párroco, que recuerda que el asesinato de Miguel Ángel Blanco le cogió recién ordenado diácono en Portugalete, lleva ocho años en el pueblo, tiempo en el que ha tratado de “sanar, reconciliar, unir y sumar”.