La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) dio a conocer el estudio “Iglesia y VIHDA”, elaborado por su Observatorio Nacional, en el que describe el trabajo que ha venido realizando la Iglesia en México a lo largo de décadas, en favor de los enfermos de VIH y SIDA.
“Contrario a la imagen que se ha pretendido mostrar a la sociedad, de una Iglesia que discrimina y es intolerante –señala el documento– la Iglesia, de forma sigilosa y reservada, despliega una cooperación continua y solidaria para la atención de estos enfermos”.
Luego del urgente llamado que hiciera el papa Juan Pablo II en el 2004, para que en el tratamiento contra el SIDA el mundo entero se sintiera involucrado, la Iglesia en México se comenzó a organizar para hacer frente a este reto, de tal manera que al día de hoy continúa ofreciendo atención a estas personas, principalmente a través de cuidados paliativos, “que más que una mera asistencia médica al enfermo, responde a la vocación de la Iglesia de ir al encuentro del otro”.
“Mientras que gran parte de la sociedad en ese momento hacía distinciones a los enfermos que vivían con el virus y el síndrome, la Iglesia lograba desarrollar un trabajo cada vez más articulado y profesional para la atención de esas personas”.
El estudio de la CEM explica que en México los cuidados paliativos se ejecutan a través de dos espacios activos denominados: albergues y centros de atención, aunque también se realizan mediante numerosos movimientos laicales, organizados en todo el país, como un esfuerzo subyacente en la Iglesia.
Señala el documento que debido a que muchos enfermos de VIH y SIDA se quedan sin hogar, porque sufren de la exclusión familiar, la Iglesia se ha dado a la tarea de brindarles mucho más que atención médica oportuna, ofreciéndoles albergues: en algunos se les da tratamiento a los enfermos y en otros se atiende a los enfermos terminales.
Añade: “Los albergues para enfermos de VIH y SIDA que la Iglesia dirige están repartidos a lo largo del país, y se han logrado contabilizar once. Son una alternativa de atención a los enfermos de VIH y SIDA, porque estos albergues constituyen una comunidad que abraza, son signo de una Iglesia abierta”.
En ellos, los enfermos encuentran: atención alimentaria, albergue temporal, apoyo legal profesional, atención psicológica, nutricional, canalización médica, capacitación para que el enfermo pueda reintegrarse productivamente a la sociedad, así como laboratorios para pruebas diversas, medicamentos, transportación, recreación, gastos funerarios, “y no menos importante, el apoyo espiritual”.
“También se atiende a los familiares y amigos de los enfermos, con el objetivo de abatir la desinformación, mejorar su calidad de vida y fortalecer su dignidad como ser humano”.
A pesar de los esfuerzos que cada uno de estos albergues lleva a cabo para dar servicio a los enfermos y de que operan con donativos y voluntariado, algunos de ellos –dice la CEM– han logrado ser galardonados por su trabajo.
En cuanto al número de albergues católicos que atienden a enfermos terminales, entre ellos a los de SIDA, el estudio señala que es muy extenso, por lo cual no se ha logrado obtener un conteo preciso. “Lo que sí conocemos –apunta– es que estos albergues son dirigidos primordialmente por congregaciones religiosas femeninas, por su vocación de servicio al hermano y que muchas veces son asistidas en su labor, por un sacerdote”.
“Ahí les dan un techo, los bañan, los visten, les sirven los alimentos (y a quienes lo necesitan les llevan el bocado a la boca), les suministran sus medicamentos, lavan su ropa, los acompañan, los reconfortan. En estos albergues terminales, los enfermos de SIDA encuentran un espacio de acompañamiento para atravesar su dolor físico y fortalecer su ánimo espiritual”.
La CEM aclaró que este tipo de albergues se sostienen a base de donativos y mucho trabajo de voluntariado, que colabora en diversas actividades como: limpieza, cocina, llevando a la gente al servicio médico, etc.
Existen además los centros de atención, formación y prevención del VIH y SIDA dirigidos por la Iglesia católica, los cuales desarrollan un trabajo muy importante de prevención y formación. Lo hacen a través de la impartición de talleres y folletos formativos, e informativos, así como el servicio de pruebas rápidas de VIH.
También “es desconocido y poco valorado el apostolado que muchos laicos, Agentes de Pastoral, realizan en el tema de la Pastoral de la Salud en distintas parroquias por todo México; son ellos los que llevan directamente a los hospitales, clínicas de salud, e incluso hasta el propio hogar del enfermo, atención y acompañamiento, y los enfermos de VIH y SIDA no son la excepción en este servicio”.
“Son personas de buena voluntad que realizan una misión de cuidadores de enfermos, sin costo alguno, y con mucha caridad y amor. Son personas que donan su tiempo y entregan su vida al servicio del otro”.
Finalmente, destacó la campaña “La Iglesia en México: Esperanza de VIHda”, dirigida desde la CEM, que inició hace algunos años con cuatro principios: incluir, amar, orar y educar.
Su objetivo fue el promover y acompañar a los equipos diocesanos de base, a través de una educación de las relaciones afectivas, a fin de disminuir la exclusión y el estigma. Se elaboraron y publicaron tres materiales didácticos y complementarios de sensibilización: una guía parroquial, un documento de orientaciones, de parte de los obispos de México titulado: Nuestra fe en acción para la vida digna de nuestros hermanos y hermanas con VIH, y material en video.
Esta campaña incluyó la participación en foros como Diálogos Sociales, y con instituciones de salud como CONASIDA, entre otras.
Concluye: “Actualmente continúan en trabajo muchas de las organizaciones civiles de inspiración cristiana, y los vínculos que establecieron en ese momento permitieron sentar las bases de un trabajo en colaboración. La campaña, que se mantiene hasta el día de hoy, aunque con otros tintes y directrices, es la muestra de que la Iglesia desempeña un compromiso fraterno y solidario en favor del más desprotegido y vulnerable”.