Reportajes

Sacralidad y dignidad de la vida

La Mesa Interreligiosa de Mujeres de Neuquén expresa su opción por “la vida entera y en cada una de sus formas”, que reclama “responsabilidad” y “que nos involucremos, que significa darnos a los demás con todas las fuerzas, con todo el corazón y con todo el alma”.





Nuestra mesa nació a partir de la convocatoria de la dirección general de Religión y Culto del gobierno de la provincia de Nuequén, cuya gestión fue iniciada en diciembre de 2016. Para fortalecer las relaciones, a partir del diálogo comunitario y el respeto social, esta dirección ya había conformado la Mesa Ecuménica, integrada por los presidentes de Consejos de Pastores de instituciones evangélicas y el enviado del obispado de Neuquén como representante de la iglesia católica y la Mesa Interreligiosa en la que participan judíos, católicos, musulmanes y el pueblo mapuche.

Ante la necesidad de contar con las voces y las miradas de las mujeres que trabajan cercanamente a toda la sociedad neuquina y entendiendo que la participación de la mujer es esencial en este tiempo, la dirección general de Religión y Culto conformó esta mesa, a través de la participación de las religiones abrahámicas, que hunden sus raíces en la tradición espiritual identificada con Abraham y que agrupa colectivamente al judaísmo, al cristianismo y al islamismo.

Mesa Interreligiosa de Mujeres de Neuquén

Las mismas tenemos un origen común, creemos en un solo y único Dios que es Amor y da la Salvación. Dios llamó a nuestro padre Abraham para hablarle al corazón, para liberar a su pueblo, para hacer una alianza, para realizar al hombre una promesa. Y todo lo que Dios le pidió a Abraham fue una fe atenta e intrépida, una acogida a sus designios. Así, Abraham demostró su fe y su vocación a la obediencia de Dios.

Nosotras sabemos que toda la historia de la salvación está llena de este Dios que ama, que llama, que libera, que permanentemente quiere reestablecer su alianza con los hombres y mujeres de todo tiempo y condición y que promete amor misericordioso y eterno.

Somos mujeres a las que un día nos llamó, nos reveló su amor personal a cada una y nos va liberando día a día de nuestras miserias y esclavitudes. Vamos experimentado su grandeza, su paciencia, su espera. Tenemos certeza de su Obra.

En esta nueva convocatoria de su amor, presentamos la mesa como una propuesta por la  cultura de la vida, que encierra un sinfín de corresponsabilidades con ese Dios que no se cansa de mostrarnos que está, que nos sostiene, que cotidianamente nos muestra su novedad creadora en el interior de las personas.

La vida entera nos pide responsabilidad

Para comenzar nuestro trabajo, nos propusimos dos ejes vitales: la sacralidad de la vida y la dignidad absoluta de todas las personas, más allá de credos, raza, nacionalidad o condición sexual. Porque reconocemos que en nuestra historia como Pueblo de Dios, que la vida de cada persona es una historia sagrada, única e irrepetible.

Mesa Interreligiosa de Mujeres de Neuquén

Más allá de tiempos y contratiempos, está la vida que se erige por dentro y por fuera de cada uno de nosotros. Y la vida entera y en cada una de sus formas nos pide responsabilidad, que significa ser respuesta. Nos pide que nos involucremos, que significa darnos a los demás con todas las fuerzas, con todo el corazón y con todo el alma. Nos pide que acompañemos que significa compartir el pan.

La cultura de la vida implica el cuidado de la casa común que es la tierra y el medio ambiente. El aire y el agua, los cultivos, los animales, nuestros ríos, lagos y mares, la creación entera que alaba a Dios, nos pide hoy a gritos que nos arremanguemos juntos.

La cultura de la vida sostiene el cuidado de los que sufren por falta de techo, trabajo y alimentos; de los enfermos físicos, mentales y espirituales; de los que no tienen educación ni acceso a la salud; de los esclavizados por los vacíos existenciales que caen en los consumos y en las adicciones para buscar un sentido a sus vidas.

La cultura de la vida se equilibra y armoniza en las tres dimensiones de la vida humana: cuerpo, alma y espíritu. Así, vemos que nuestra alimentación está haciendo estragos en personas de todas las edades. Nuestro cuerpo se resiente y está pidiendo que lo tomemos en cuenta porque padecemos enfermedades propias de esta época de comida chatarra y consumos desquiciados, como son la obesidad, la hipertensión, la diabetes. Nuestros sentidos pierden su potencialidad real y vamos distorsionando la regulación natural de nuestro cuerpo con hábitos no saludables. Vemos con preocupación que nuestra alma –con su mente, su pobre voluntad, las emociones descontroladas y los sentimientos encontrados– se nubla, se paraliza, se anestesia. El stress nos invade. Nos falta el descanso. Dejamos de sentir y de registrar las cosas lindas que la vida tiene a diario. Ya no vamos al parque con los chicos, no nos encontramos con el vecino, no nos miramos a los ojos, no nos abrazamos, no adivinamos ni percibimos las necesidades de los otros. Y es así que nuestro espíritu se empobrece y ensombrece. Anda perdido sin la intuición que viene por gracia de Dios a querer encontrarse con el otro. Camina a tientas sin la conciencia de la Verdad, la Bondad y la Belleza que lo habitan, sin poder entrar en comunión de vida con todos los hijos de Dios.

La vida siempre puja por más y más vida. La vida está pidiendo vida. La vida nunca pasa de moda. Entonces, ser corresponsables de Dios en este tiempo, es la mayor tarea que tenemos encomendada.  Es sentirnos y ser protagonistas de esta vida con mayúscula y en abundancia que Él quiere para todos. Es sabernos necesitados de Él para cumplir esta tarea tan maravillosa que es dar la vida y dar luz espiritual a los que no la tienen.

Creemos que esta tarea –esta misión– es para almas osadas y valientes, generosas y humildes.  Sentimos que no temer es preguntarnos mil veces y dudar de lo que hacemos; es discernir el camino con oración y sinceridad ante este Dios que sólo quiere salvarnos a nosotros y a cada persona que se cruza en nuestro camino y ha perdido la esperanza.

Nosotras, porque conocemos Su Amor y Él levanta cada día nuestra fe, creemos que en este tiempo tenemos que ser profetas de una Esperanza activa, luminosa y procreadora.Porque las mujeres judías, las cristianas y las musulmanas nos reconocemos  en la espiritualidad concreta y práctica de un hombre que supo escuchar a Dios y tuvo esta descendencia: todos nosotros! Hombres y mujeres de un tiempo que montado en la memoria de nuestros ancestros, camina y pisa fuerte el hoy para encontrar un mañana.

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