Francisco bajo la mirada del Embajador

Entrevista a Guillermo León Escobar, embajador de Colombia ante la Santa Sede

Francisco bajo la mirada del Embajador

Es la persona más cercana a Colombia y al Papa que pueda describir a qué viene y cómo es el visitante que llegará en septiembre.

Cuando tomó posesión de su cargo como nuevo embajador de Colombia en la Santa Sede, el presidente Juan Manuel Santos le dijo de modo poco diplomático, pero inmensamente sincero, que hiciera todo lo que fuera para traer al papa Francisco a Colombia. Desde ese momento ese mandato fue parte principal de la misión de Guillermo León Escobar en el Vaticano.

Es el colombiano que más conoce la vida de la curia romana, después de tres períodos como embajador del presidente Andrés Pastrana, de Álvaro Uribe y de Juan Manuel Santos.

Sus estudios parecen seleccionados para responder a ese cargo. En la Universidad de Bonn (Alemania) obtuvo el PhD en filosofía y letras y en pedagogía; es magister en educación, y teología; es sociólogo de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín; y se especializó en ciencias políticas. En su hoja de vida, además, exhibe la experiencia de 20 años como asesor del CELAM, su cargo de consultor del Consejo Pontificio para la Familia y del Consejo Pontificio para los Laicos. El papa Benedicto XVI lo nombró perito pontificio para la Asamblea General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida, cargo que lo puso en contacto con el cardenal Jorge Mario Bergoglio, entonces arzobispo de Buenos Aires.

Toda esa brillante trayectoria parece culminar con la visita del papa Francisco a Colombia. Cuando nos reunimos en su casa del barrio La Esmeralda de Bogotá, el tema de esa visita predominó en nuestra conversación.

¿Cuál debería ser el mejor resultado del paso del Papa por el país?

El Papa me dijo, y lo ha repetido en varias oportunidades: “voy a blindar espiritualmente el proceso que ustedes han cumplido en Colombia”. Él había colocado como condiciones: el blindaje político; las víctimas y la voluntad expresa de la dejación de armas, del cese y de la vigencia de un mandamiento muy olvidado, que es el de no matar.

Entonces viene la parte del blindaje espiritual. Lógico que la gente se pregunta qué piensa el Papa con esa expresión, blindaje espiritual, que no solo vale para este momento, sino para más adelante. De modo que el resultado de la visita es recuperarle al país la capacidad de pensar en la dignidad de las personas, en los derechos humanos, en la necesidad de generar factores de convivencia a través de dos cosas: la vigencia del bien común y la atención a los descartados (que es como llaman los argentinos a los excluidos). Él dice que ese blindaje debe durar porque, sin duda alguna, nosotros gastamos la palabra “posconflicto” antes de poderla usar. Pero es ahora, cuando ha llegado el posconflicto, cuando estamos en el encuentro de las aguas de dos ríos de colores distintos, que tienen que ir traslapándose hasta crear un nuevo color que sea el de la convivencia.

El resultado ideal es ese. Acuérdate que hubo un caso cuando nos tocó la venida de Pablo VI, que venía con Populorum progressio, la encíclica del desarrollo de los pueblos; y acá se consideró en algunos sectores que ese Papa tenía una tendencia muy fuerte al socialismo y que, a lo mejor, estaba equivocado y que si no estaba equivocado estaba hablando para Europa y no para Colombia ni para América Latina.

Recuerdo que se sacó una edición de la encíclica quitándole las partes peligrosas; sin embargo, su mensaje se impuso, con aquello de que el desarrollo es el nuevo nombre de la paz. 30 años después se publicó un libro que tenía como título Si le hubiéramos hecho caso al Papa. Es decir que la visita de Pablo VI tuvo poca repercusión en el país porque, si bien creó conciencia en algunos, desató la guerra entre los otros. Después del 68 y del documento de Medellín sobre la justicia, la guerra se desató más intensamente. Juan Pablo II vino treinta y pico de años después, aterrizó y dijo, dentro de ese mismo eje, que el trabajo es el elemento más real de la paz; que el trabajo dignifica a la persona, le crea las posibilidades de que cada uno sea dueño de su propio destino; y la frasecita se volvió de cajón.

Vea la entrevista completo en Vida Nueva Colombia 173

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