A pocos días de haber sido nombrado por el papa Francisco como “miembro ordinario” de la Pontificia Academia para la Vida, Rodrigo Guerra López, filósofo mexicano, dijo sentirse especialmente comprometido en la lucha de la Iglesia en favor de la vida.
“Pienso de inmediato en Laudato si’ y en Amoris Laetitia. Ambos documentos ofrecen un horizonte renovado para afirmar la dignidad de la vida humana en el contexto del cambio de época. Esto implica entender que la Iglesia piensa el propio tiempo no tanto por un afán de estar ‘al día’, sino por fidelidad al depósito de la fe. La fe no es una mera ‘doctrina’, sino una historia, un acontecimiento, desde el cual la razón requiere preguntarse por los nuevos argumentos que en la cultura contemporánea se necesitan para mostrar el valor inalienable de la vida humana”, explicó.
Rodrigo Guerra recordó que desde hace diez años participa en la Pontificia Academia como “miembro correspondiente”, pero ahora lo hará como “miembro ordinario”. “Cada miembro contribuye desde su ámbito de estudio particular. Mis aportes han estado en dos terrenos: el estatuto epistemológico de la Bioética y el estatuto ontológico del embrión humano”, agregó.
Desafíos de la Pontificia Academia para la Vida
Al referirse a los desafíos actuales que enfrenta la Pontificia Academia para la Vida del Vaticano, Guerra López sostuvo que son muchos “pero uno muy importante es ayudar a entender que la ‘defensa de la vida’ y la ‘cultura de la vida’ no se reducen a dos o tres temas o a dos o tres principios. Muchas personas, cuando escuchan hablar de la Academia Pontificia por la Vida o de Bioética, de inmediato piensan en el aborto y la eutanasia, y se olvidan que el Magisterio de la Iglesia y el propio ámbito de investigación de la Bioética es mucho más amplio. Esto es muy relevante debido a que existen personas y grupos ‘pro-vida’ que no atienden la amplia agenda que el Papa nos ofrece en Laudato si’”.
“No se puede ser auténticamente ‘pro-vida’ y no conmoverse ante el dolor de los más pobres y excluidos, ante el desafío medio-ambiental, ante la dignidad vejada por la mentalidad neoliberal que considera a las personas meros medios y no verdaderos fines. Amoris Laetitia también ensancha la mirada: la sexualidad y la reproducción humanas se encuentran construidas al interior del misterio del amor. No basta afirmar la verdad para hacer el bien. Es preciso hacerlo con misericordia, abrazando al amor frágil y herido, que requiere sanar y encontrar camino. Eso también es una lección metodológica que todos necesitamos re-aprender en la Academia Pontificia por la Vida”, advirtió.
PREGUNTA.- Del 5 al 7 de octubre se realizará en Roma la asamblea plenaria de la Pontificia Academia para la Vida que tendrá como tema “Acompañar la vida. Nuevas responsabilidades en la era tecnológica”. ¿Qué nos puedes compartir sobre el tema?
RESPUESTA.- Las nuevas biotecnologías ofrecen nuevos desafíos bioéticos. Pensemos por ejemplo en las nuevas capacidades para afectar el destino evolutivo de las especies, incluida la humana; en la posibilidad de generar tejidos y organismos quiméricos; en la capacidad de incidir en la identidad genética de una persona; en la sustitución de partes orgánicas por componentes biomecánicos; en el elemento antropogénico del cambio climático global; en las interfaces cibernéticas que buscan conectar con el sistema nervioso central.
Todo esto requiere de una reflexión pausada y profunda. Las improvisaciones o los juicios apresurados pueden colocar a la bioética personalista y/o a la bioética de inspiración cristiana en ‘fuera de juego’. No podemos ni debemos llegar tarde o con una comprensión deficiente. Un nuevo pensamiento bioético es necesario: más profundo y firme en su defensa de la dignidad de las personas, en especial, de las más vulnerables.
Y más al día en materia tecno-científica. El mismo mundo del activismo pro-vida requiere de un replanteamiento más evangélico y más científicamente fundado. A veces uno escucha en algunos ambientes pro-vida sobre-simplificaciones de buena voluntad pero que no responden a una auténtica comprensión filosófica, teológica o científica al momento de defender la vida y su dignidad. Hay mucho camino por delante. Mons. Vincenzo Paglia, nuestro nuevo Presidente, gracias a Dios, comprende muy bien todo esto. Y todavía más el papa Francisco. Él es todo un maestro del verdadero ‘evangelio de la vida’”.
El cigoto, un sujeto de derechos
Por otro lado, el filósofo mexicano dio su punto de vista respecto a la práctica del aborto y su límite. “Las ciencias empírico-descriptivas no son saberes normativos en el ámbito moral. Por ello, desde un punto de vista científico-experimental es imposible señalar ‘límites’ éticos o jurídicos a la práctica del aborto. Cuando uno estudia biología molecular, embriología, anatomía o fisiología uno descubre muchas cosas sobre ‘cómo’ es y opera el cuerpo humano. Para descubrir ‘qué se debe hacer’ es preciso un enfoque diverso, con una ciencia ad-hoc, capaz de percibir metodológicamente las fuentes de valor y de obligación moral”.
Guerra López destacó que esa ciencia es la antropología normativa o como tradicionalmente la conocemos: la ética. “La ética es una ciencia rigurosa que puede ayudarnos a entender que dado que el embrión humano en sus etapas más tempranas es un auténtico organismo de especie humana, por ello, es un sujeto individual de naturaleza humana, que posee dignidad y merece respeto”.
Por lo anterior, afirmó que desde su “estadio unicelular (cigoto) es un sujeto de derechos. Por ello, quitar de manera deliberada la vida a un embrión humano es un crimen y no puede ser justificado desde un punto de vista racional. Una vez entendido esto, habrá que proceder a analizar la imputabilidad de este acto criminal. Ahí, la doctrina católica es muy clara. No siempre la mujer con un embarazo involuntario es plenamente responsable del aborto que se le practica. Cada situación requiere ser analizada en su complejidad para evaluar la imputabilidad”.