El papa Francisco ha rezado, un domingo más, ante los miles de peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro la oración mariana del Ángelus. La trata de personas, “flagelo aberrante, forma de esclavitud moderna” Este es el único acto público del papa durante el mes de julio, antes de retomar las audiencias generales el próximo miércoles.
El pontífice ha recordado, tras la oración, que hoy se celebra la Jornada Mundial contra la trata de las personas, promovida por las Naciones Unidas. “Cada año, miles de hombres, mujeres y niños son víctimas inocentes de trabajo y la explotación sexual y el tráfico de órganos”, una realidad a la que “nos estamos acostumbrando” como si fuese “una cosa normal”, cuando es algo “malvado, cruel y criminal”, ha denunciado enérgicamente Bergoglio.
“Deseo recordar el compromiso de todos para que este flagelo aberrante, forma de esclavitud moderna, sea contrarrestado de manera adecuada”, ha advertido el pontífice que ha pedido una oración “para apoyar a las víctimas de la trata y convertir los corazones de los traficantes”.
Buscar para que encontrar
A partir del evangelio de la liturgia del día, el papa ha comentado las parábolas del tesoro escondido y la perla preciosa. Las dos primeras “hacen hincapié en la decisión de los protagonistas de vender todo para conseguir lo que han descubierto”.
Un campesino “que decide arriesgar todas sus pertenencias para evitar perder una ocasión verdaderamente excepcional” y un comerciante que “decide apostar por esa perla, suficiente para vender todo lo demás”.
Esta actitud de “búsqueda” y “sacrificio” caracterizan a quienes poseen “el Reino de Dios”, ha señalado el papa. “El Reino de Dios se ofrece a todos, pero no se sirve en una bandeja de plata, requiere un dinamismo: se trata de buscar, caminar, ponerse a trabajar”, advirtió Francisco.
“La actitud de buscar es la condición esencial para encontrar; es necesario que el corazón arda con el deseo de lograr un bien valioso, y este es el Reino de Dios que está presente en la persona de Jesús”, señaló el pontífice. Y es Cristo “el tesoro escondido”, la “perla de gran valor”, es “el descubrimiento fundamental, que puede dar un giro radical en nuestra vida, llenándola de significado”.
Sacrificio, desprendimiento y renuncia
Encontrar el tesoro hace que el campesino tenga que vender todo para conseguirlo, toma una “decisión que implica sacrificio, desprendimiento y renuncia”. Descubrir al Señor no puede quedarse en un “descubrimiento estéril”, requiere “subordinar todo a Jesús, poniendo en primer lugar a Cristo”, advierte el papa. Porque, el discípulo de Cristo es quien ha encontrado “la alegría plena que sólo Dios puede dar, la alegría evangélica de los enfermos curados, de los pecadores perdonados, del ladrón al que se le abre la puerta del paraíso”.
Y es que “la alegría del Evangelio llena el corazón y toda la vida de aquellos que se encuentran con Jesús”, ha advertido Francisco. Los que se dejan salvar por él “son liberados del pecado, del dolor, del vacío, del aislamiento” porque “con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”. La alegría del agricultor y del comerciante es, ha señalado el papa, “la alegría de todos nosotros cuando descubrimos la cercanía y la reconfortante presencia de Jesús en nuestras vidas; una presencia que transforma el corazón y nos abre a las necesidades y la acogida de los hermanos, especialmente a los más débiles”.